Lado A
44
Por las grietas de mi cabeza
se me escapa la memoria
también ciertos pensamientos deshilvanados
que por no ser malos
algunas mujeres guardan en su bolso
la mayor cantidad la recogió mi tía Marta
hasta formar un ovillo y tejerme un gorro
que disimula mi mal
ella me buscó curandero
cuando médicos
siquiatras y naturalistas se impacientaron
con mi zumbido cerebral
al fracasar también el curandero
me armé de paciencia para sufrir el zumbido
que con calibre foniátrico
me anticipa la variación del tiempo
otras mujeres me han tejido una sobrecama
que me entretiene con el color
tramado de mi pensamiento
pero ya no puedo seguir así
mi amigo el soldador
teme unir mis grietas
esperaré una tormenta eléctrica de verano
para ver si los relámpagos sueldan
las rajaduras de mi cráneo.
(“El sicópata.
Versos para despejar la mente”, 1974) |
Lado B
6
El otro día estuve en el Mausoleo de los Poetas.
Quería comunicarme con Dante y con Petrarca
para consultarlos sobre el amor,
porque es evidente que todo poeta que persiste
está poseído de amor extremo.
No pude llegar a ellos
porque entre las columnas del atrio
Horacio me presentó a Tirteo,
el bélico poeta espartano.
La charla con Horacio fue amena,
pero a mí los ojos se me iban hacia Dante, Virgilio
y Leopardi que se espantaba las moscas
con un ramo florido de retamas.
Hubiese querido llegarme a Giacomo para expresarle:
“Querido Leo, he llorado por la ternura de tus versos
y por tu angélica desgracia física:
la retama del patio de mi casa aroma de amor por ti”.
De Dante quería tener, además ,
su opinión sobre las cintas de Fellini,
de potentes contrastes como su `Comedia´.
Pero cuando Horacio terminaba de hablarme
del árbol que cayó a punto de matarlo
y de su dorada medianía,
el portero vino a cerrar el Mausoleo.
(Francisco Gandolfo, “El búho encantado”,
Buenos Aires, Interzona, 2005) |