TRES CARTAS DE FRANCISCO GANDOLFO
EDICIÓN: OSVALDO AGUIRRE

A Martín Micharvegas

1º de octubre de 1975

Amable Poni:

(...) Me acabás de hacer una de las cartas más interesantes que he recibido con respecto a mi último libro. Se ve que como José Hernández estás acostumbrado a enlazar las musas para opinar así (perdoná la comparación, pero lo hago porque el autor de Fierro se jactaba ante personas más cultas que él de haber andado enlazando a las musas, y su ocurrencia me resultó simpática). Por ejemplo cuando calás con profundidad el duro y persistente trabajo de despojamiento operado en la palabra del Sicópata. Esto parte de mi primer lectura y relectura de papá Vallejo, 15 años atrás. Desde entonces este indio divino me ha estado orientando la poesía con su paciente y sufrida autoridad de gran patriarca criollo, en mi esfuerzo por desnudar el lenguaje, la forma y el contenido, intentado en “ Mitos” y concretado en “ El sicópata” . Tengo que reconocer también el empuje final recibido de otro intenso poeta, Nicanor Parra, especialmente en lo que respecta al humor seriamente calibrado dentro de la poesía. Lo que decís al final de tu carta concuerda con la opinión de mi hijo Elvio al leer los primeros poemas cuando empecé a escribir el libro: que le parecía importante dentro de la última producción en verso de estos pagos. Pueden ser fanatismos, como el de otras cartas que he recibido. Lo que sí noté, es que mi poesía era diferente y por eso largué el libro con una faja que decía poesía diferente. Después me sentí incómodo al pensar que podía ser tomado como excepcionalista y por la patología del título, del cual estaba arrepentido, más cuando un amigo me convenció de que el título tendría que haber sido el subtítulo solamente: ` versos para despejar la mente´ . Ahora me tranquilicé porque creo que estas cosas nacen como deben ser. Y me parece bien que se den contrastes, porque la poesía como la mujer están para eso, para encantar y joder con su belleza. (...)

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A Mabel Itzcovich

6 de noviembre de 1975

Por sugerencia de Poni Micharvegas, que se fanatizó con mi último libro de versos [El sicópata], le envío un ejemplar porque me dijo que le podía interesar. La verdad es que llegué a ese libro después de 30 años de renegar con la poesía, como si se tratase de algo inconquistable. A partir de él se me ha abierto un mundo nuevo en el cual penetro como un niño asombrado por la emoción de lo que va descubriendo, a la manera de Alicia en el país de las maravillas, atendiendo la exploración con seriedad jovial. Antiguamente diría que esto es un regalo de los diarios, pero hoy sé que es de la poesía. Por eso en el último poema del libro, el sicópata se lo agradece a la tierra volando a su alrededor. Pienso que pese a todo, hoy a la poesía (al hombre) le hace falta un poco de alegría, de fe, de seguridad y en eso estoy. Y estoy tranquilo porque al fin puedo darlo. Es una manera de dar vida tras el esfuerzo, como lo hacen las mujeres al parir, porque para la muerte sobra con los fascistas.

Quizá resulte indiscreto presentarme así, ignorando si mi libro le interesará como a Poni, el cual, aparte su fanatismo, me alegró reconociendo algo que me impuse como fundamental exigencia después de penetrar la obra de Vallejo: un duro y persistente trabajo de despojamiento operado sobre la palabra. El año pasado, antes de aparecer mi libro, Crisis publicó los poemas 11 y 36 con los títulos “Debilidad por el apio” y “Amor posiblemente imposible”. Después dijo del libro: “Inconformismo y crítica social transformados en poemas”. En cambio Leónidas Barletta (q. e. p. d.) dijo en su periódico Propósitos que yo era el Carlitos Balá de los versos pelopincho y amplió la crítica a todo el grupo al que pertenezco (...) No sabemos por qué nos tomó solamente por cómicos. Le puede haber afectado políticamente mi poema 21. La cosa es que enseguida se murió y pese a todo nosotros nos portamos bien dedicándole en nuestra revista una nota reconociéndolo como un viejo luchador pero aclarando al final que en su periódico siempre nos dieron con un caño (...). Lo que más me alegra es cuando me dicen que el libro los divierte y deseo que así suceda con usted.

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A Guillermo Boido*

Tierno Guiller

En la época dorada en que vivía Juanele y yo escribía “ El sicópata” (época para mí más bien rayada, ¿no?) empecé un poema con estos dos versos: “Ahora que pagué todas mis deudas/ escribiré un poema”. En este momento sólo parafraseo: “Ahora que estoy pleno de deudas/ escribiré una carta”. Los tiempos cambian, pibe, y hay que ceñirse a la realidad, ¿no te parece?

Pese a todo, sigo escribiendo versos, como ves por la tanda que te mando. No pensaba enviártelos porque con el original que te dejé, debo haberte saturado de mí, pero necesito un par de opiniones sobre esta tentativa de un cuarto libro mío**. También se los dirigí a Elvio [Gandolfo] y [Raúl] Vera Ocampo, que como vos considero que andan en serio con la poesía. Además, vos me pusiste el dedo en la llaga al nombrarlo a Freud, ese sabio inteligente que admiraba a los poetas. A este buen tipo que estudio nuestra compleja psiquis lo oí nombrar a los 15 y lo leí a los 55. ¿Por qué esos 40 años de espera? Por decisión del misterioso Ello. No me preguntes quién es porque lo conozco tanto como vos, y si lo conocés perdoná mi juicio anticipado. Con Kafka me pasó lo mismo pero no por tantos años: 12 o 13. Y a Marx ya no lo pude, quizá no tanto por el Ello como el Eso político.

Ahora te confieso que hará cosa de un año dejé por la mitad el último libro de Freud que estaba leyendo: “El Yo y el Ello” en edición de Alianza (...). Pensé volver a comprarlo y recapacité: no, el Ello se opone, posiblemente hasta que agote el nuevo tema de mis versos. Concretamente, estos empezaron con un sueño que me despertó a las 3, me levanté y lo escribí (primer poema). El asunto me interesó y lo continué, más porque después de los joviales, aunque seguía escribiendo, no concretaba nada (...).

* La carta no está fechada, pero por las referencias que contiene debió ser escrita en 1979.
** “El sueño de los pronombres ”.