diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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1. no sé exactamente cuándo comenzó a pasarme, me parece que el crack en el acuerdo colectivo de lo real que produjo la pandemia y las formas de gestionarla puede ser señalado como el momento en que tomé noticia de que vengo experimentando una gran y novedosa dificultad para conmoverme. pero abandonemos la fascinación por el momento inaugural, ese es un trabajo para el mundo paki.
son las 3 de la tarde, me siento en un banco de la plaza españa, abril es el mes más cruel pero se puede hacer de todo, por ejemplo: leer un libro de poesía torta, dragueada, fumada y de lo más campante en la plaza que supo ser escenario de rancheo neonazi. Ojo, en mar del plata al día de la fecha -no importa cuándo leas esto- una línea de bondis lleva ploteada la carita de pampillón, como si tal cosa.
bueno, basta de contexto, vamos al libro, vamos a La intensidad. Lo primero que pienso es una pregunta:
¿La intensidad puede pensarse como una característica de la sensibilidad lésbica?
2. empecé hablando de la experiencia de la dificultad para conmoverme. son las 6 de la tarde, estoy en casa. hago mate, me siento con La intensidad en la mano. Desde el primer verso del primer poema, la textura afectiva se siente áspera. resulta muy poco frecuente dar con escrituras construidas sobre una primera persona tan sin disfraz que tengan la generosidad de mostrarte incluso lo indeseable. Dillon hace, entre otras cosas, ese movimiento que también hace María Moreno -sobre todo en Blackout- y también hace Amelie Nothomb -sobre todo en El sabotaje amoroso. Verso a verso, en La intensidad avanza el recorrido del dolor que una pérdida desata. momento, una pérdida. si sumamos poesía + lesbianismo, uno de los posibles resultados es Elizabeth Bishop cuyo poema: “El arte de perder” le dio nombre luego a uno de los libros de Mirta Rosenberg. y así se abre la pregunta:
pérdida y poesía ¿dos estampitas del santoral lésbico?
3. a todo esto empecé hablando de la experiencia de la dificultad para conmoverme. son las 10 de la noche. con Vero vinimos a hacer la cosecha a lo de una amiga que está de viaje. el tiempo nos apaga el terror pero, hay que decirlo, supimos protagonizar un buen lesbodrama servido en triolet. esta noche puto chino maricón tira magia por youtube, canta: “emoticono happy, emoticono sad, emoticono angry, menuda sociedad”. pero en estos poemas, en este libro, el afecto no puede ser sintetizado ni por la mejor de las perlas gráficas del infierno del algoritmo.
cómo sería el ícono, cuál sería el gesto que pretenda expresar ahí donde se mezclan la calentura y el cagazo. Algo así como: estar poseída por el pánico y enchastrada por el deseo. todo eso junto y en compañía.
4. ayer no toqué el libro. desgrabé todo el día, se me parte la espalda. voy a la verdulería y al almacén, gasto lo menos posible y aun así es muchísimo. ¿cómo se hace para escribir desde un abismo tan material? este café negro, esta manzana, este puchito me distraen de la urgencia. música mediante logro entrar otra vez en La intensidad. ¿Cómo se escribe la fuerza que te expulsa de la escena? Más que cómo, desde dónde. Insisto con la genealogía, sepan disculpar, deformación sentimental tortillera. En La gata Colette despliega el trayecto de una exclusión. Pero además algo suena y tuerquea el ojo de quien está mirando en La intensidad. Una primera persona que quiere quedarse y que termine, irse y que se rompa, lo que sea pero...
Hay algo que hace Dillon con el punto de vista, sobre todo en los poemas que avanzan a pulso erótico, que me resulta perturbador y fascinante. El centro de la escena todo el tiempo se está moviendo. Una calentura que da vértigo y el abismo, como un animal hambriento agazapado, lamiendo desde los bordes. Estar adentro, estar cayéndose, estar siendo mirada, estar mirando.
Una de las artimañas a partir de las cuales se construye la identidad lésbica es la de la búsqueda. Algo así como: ¿dónde están lxs demás? Recuerdo por ejemplo, una profesora de historia del secundario que mientras intentábamos ver un docu sobre el peronismo en una tele de tubo escandalosamente pequeña, mirando una imagen de evita, dijo: "qué mujer!", mientras se agarraba el pecho en un intento de contener tamaño despliegue deseante.
5. Si pensamos en la voz marica rápidamente podemos hablar de cierta estridencia, cierto adorno en la cadencia, cierto emperifolle juguetón. Los ecos de una tía de pueblo que recomienda llevar un saquito, el traqueteo en la garganta de una chota hasta el fondo. Y sobre todo y ante todo, mucho despliegue de manos. Batato gritando a Pizarnik. Perlongher ronroneando cadáveres. Lemebel blandiendo hablo por mi diferencia.
6. Se supone que la presentación de un libro ofrece la invitación a la lectura. Recojo el guante de la convención social y lxs invito a espiar este "trayecto emocional" del que difícilmente puedan salir indemnes. Había empezado hablando de la experiencia de la dificultad para conmoverme. Las sucesivas lecturas de La intensidad me toquetearon de formas diversas y siempre con dedo certero.
A ustedes no les ha pasado que les resulte irritante que las imágenes que componen la hegemonía visual del lesbianismo sean dos personas -preferentemente blancas, flacas y sobre todo y ante todo: mujeres- dándose un besito de esos atp? A mí me ha pasado una cantidad industrial de veces. Por eso me parece necesario que exista un libro como La intensidad. Porque consignas como "el mismo amor, los mismos derechos" solo abundan las pancartas del asimilacionismo. Y a otra perra con ese hueso. La experiencia de un trayecto afectivo otro no da tan bien para la foto. La experiencia de lectura del libro de Marta te expone a la fuerza de una ola que ves venir y te pega alto revolcón.
*(Texto de presentación de La intenisdad, organizada por la red lesbotrasnnobinarie Necochea, el 22 de abril de 2022)
(Actualización mayo – junio 2022/ BazarAmericano)