diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

Carlos Ríos
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Julio Schvartzman
/  Federico Leguizamón

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Julieta Novelli
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Daniel García

Diseño

Laura Wittner, Daniel Lipara y Ezequiel Zaidenwerg

Arder x tres
Para arder, de Alejandro Méndez, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2021.

Para arder cantando 
(por Laura Wittner)

Un libro de poemas que termina con una fogata hace bien en ser, a la vez, un cancionero: un repertorio de todo eso que cantamos junto al fuego, en la oscuridad, con la cara enrojecida por las llamas y la espalda helada, de frente a la intemperie. 

Para arder se compone de poemas con nombres de piezas musicales: lied, polka, poema sinfónico, canción de cuna, pavana. ¿Y a qué le cantan los poemas? Al dolor, a la pena, a la muerte. A que el horizonte se nos venga encima tan de golpe. Cantan el ciclo de la vida y el círculo del amor: de la madre al hijo y del hijo a la madre, y en el medio quedan enredados todos los otros amores.

La voz que dice y canta es íntima, intimísima; pero a la vez discreta. No se lamenta: acepta, acata y despliega lo que ve. Cantando, claro, y en ese canto brota, a cada rato, la vida. Son la luz en sus múltiples formas (captada con minucia, salvadora, calmante) y el mundo vegetal (que insiste como herencia) los que hacen contrapeso en este libro, y entonces el dolor está lleno de treguas: el gajo de naranja atravesado por el sol puede curar, las botellas de plástico llenas de esquejes serán un paraíso pasajero mientras la madre duerme.

Poemas de versos largos, poemas de versos cortos, días de sol y de lluvia; caricias, charlas, ataúdes, mensajes, abandonos y consuelos; incluye casi todo Para arder. Para que arda bien ardido mete, de canción en canción, lo seco, lo pajoso, el chiquitaje de hojas y cortezas, y por último la línea troncal, leña pesada, "Leña porfiada si pudiera hablar, hablar en vez de arder". 

 

 Esta es la luz
(por Daniel Lipara)

Estás mirando a punto de romperte. Son las uñas esmaltadas de tu madre que emergen de la tierra, un fulgor en los gajos de naranja. Cuido la luz que aparece cuando pronunciás mi nombre, dice. Difícil sostener el ojo, y sin embargo, las cosas tienen otra nitidez. La rotunda claridad de una revelación que se evidencia ahora. Como fuego que arrasa e ilumina al mismo tiempo. Esta es la luz que quema acá, en estas hojas donde los poemas corren como enjambre en llamas sobre el linaje vegetal de una familia. Esta es su vegetación transformada en un canto de hojas. 

La poesía de Alejandro Méndez viene, una vez más, a abrir los horizontes de la lírica. Su tema no es la pérdida sino el lamento como experiencia personal que, a través del poema, se transforma en vivencia colectiva. Con su canto antiguo, Méndez explora las continuidades y las discontinuidades de aquello que es amado por su corazón. Hace raíz ahí, en el brillo irrepetible de esas vidas. Pido que me hables ahora ya de pie sobre las baldosas del patio. Pido llorar al sol una fruta un relámpago listos para caer. Laboratorio de esquejes y de voces, genealogía coral y vegetal, Para arder nos tiende una estructura reticular de redes afectivas, un entramado íntimo de venas y de brotes. Su inteligencia de planta que renueva el sentido de la escritura y su vínculo con lo vivo. 

 

Música y huesos
(por Zaidenwerg)

¿Cómo se hace música con huesos? En Miércoles de ceniza, su composición más devota, T.S. Eliot imaginó una respuesta al mismo tiempo delicada y violenta. El soplo impersonal que en un poema se suele llamar yo –hábito tan natural como engañoso– es carne, en este caso, para las fieras, que tras hacerlo pedazos lo devoran; paradójicamente, de su osamenta limpia brota, nítida, una voz melodiosa, un trino en alabanza de la Virgen. 

En Para arder, Alejandro Méndez se plantea con igual devoción la misma pregunta . Sin renunciar a la arquitectura ni al monumento fúnebre, pero lejos del afán catedralicio y las ambiciones operáticas de Eliot, Méndez confirma en este séptimo libro que es un compositor tan inspirado como sutil. Para arder musicaliza el panteón familiar con un repertorio de preludios, lieder, pavanas, madrigales, baladas, canciones de cuna, zarabandas y canzonettas, géneros a menudo considerados menores, que en el libro priman –junto con la ternura, la emoción dominante– sobre otros en apariencia más prestigiosos, cuya presencia es apenas testimonial. Sin embargo, leído –y escuchado– en su conjunto, Para arder es una sinfonía genealógica diestramente orquestada con pedazos de canciones, con cajitas de música y un xilofón de huesos, al compás arrítmico y a veces ceremonioso de un corazón –en palabras de Méndez– antiguo, teórico, pospolítico. 

 

(Actualización diciembre 2021 – febrero 2022/ BazarAmericano)

 


 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646