diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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En un par de fragmentarios versos de Calímaco, se hallan los primeros trazos de un mito griego que Ovidio volvería a contar luego en sus Heroidas. El joven Aconcio, enamorado, lanza una manzana que llega rodando a los pies de Cídipe. La muchacha toma la manzana y lee en voz alta la inscripción grabada en ella: “Juro casarme con Aconcio”. Como todo esto ocurre en un templo de Artemis, la escritura se apropia del aparato fonador de la joven y el juramento deviene un lazo irrompible. Recordé este mito al leer el título del libro, porque sentí que estábamos también ante una trampa, ante una especie de manzana, arrojada por la autora a nuestros pies para tomarnos la garganta por asalto. Una manzana de palabras propias que en realidad son ajenas: “Escribo porque olvido / y alguien lee porque no evoca de manera / suficiente”. Al sellar el pacto por el que perderá el alma, Fausto le dice a Mefistófeles: “Si alguna vez digo ante un instante: ‘¡Detente, eres tan bello!’, puedes atarme con cadenas y con gusto me hundiré”. Comenzar a leer este volumen de Poesía reunida es, entonces, despojarse del alma en el zaguán mismo del título, jugar al permanente equilibrio de evocar a medias, de dejarnos mentir, de saltar del pacto metafísico al pacto literario, de hacer cuerpo las palabras y palabras los deseos: “Hasta que comprendí / otra vez / que soy mortal / que sos mortal / o sea fugitivas perecederas / frágiles volubles mutantes / y sólo queda entonces / el deseo”.
Hace demasiado tiempo que queríamos leer a Cristina Peri Rossi en Argentina, de manera que la selección poética publicada por Caballo Negro en este volumen viene a zurcir los huecos de muchas lecturas fragmentarias y dispersas, situando cada poema en el contexto de su libro de origen y ordenando cronológicamente los dieciséis poemarios. El efecto del recorte es sorprendente, porque a lo largo de esas trescientas páginas y de los cuarenta y cinco años que van desde Evohé (1971) hasta La noche y su artificio (2016), igual es posible seguir el rastro de las distintas voces y temas a los que la autora regresa siempre con sutiles variaciones al pulso del tiempo: el exilio, el deseo, pero sobre todo esa mirada política, irónica y descarnada, con la que siempre pone patas arriba el mundo al escribir: “‘Todo lo conviertes en literatura’ / me reprochas / (…) / estás exagerando / sólo una mínima parte / tan mínima que a veces pienso / que no tiene importancia / y en todo caso / es mejor que la muerte / que todo lo convierte en polvo” .
Ese instante que seduce en la escritura poética de Peri Rossi, esa efímera pausa en la que nos invita a demorarnos, emerge siempre de la torsión de dos o más planos inesperados (“Silencio. / Orad: ella ha abierto sus piernas. / Todo el mundo arrodillado”, p. 18). Pero en este volumen de poesía reunida el efecto se multiplica, porque al resultado de ese particular trabajo en los textos se suma la articulación de la diversidad estética propia de los poemarios que lo integran, desde el arte poética de Lingüística general (1979): “que en el fondo Platón, / Safo y mi querido Salinger / son citas retocadas / de un solo / interminable / discurso / que yo morosamente continúo / en mi combate personal / contra la fugacidad”; al estallido de Playstation (2009): “cuando dejaba de jugar con la playstation / y buscaba un libro para leer / todos eran tristes / contaban cosas horribles / de los seres humanos / (…) / La literatura es un residuo, un excremento de la vida”; o de Las replicantes (2016): “Así que me emborraché pensando / que todo en este mundo ocurre / para hacer películas o literatura / aunque fueran malas películas / y mala literatura”.
Creo que además de zurcir los huecos de lecturas fragmentarias y dispersas este libro despertará el deseo de seguir leyendo y a Peri Rossi, la necesidad de explorar más allá de la necesaria selección de textos propuesta. Son poemas que nos hacían falta, que hace más de cincuenta años denuncian poéticamente muchas de las mismas miserias cotidianas que nos atraviesan: “Podríamos hacer un niño / y llevarlo al zoo los domingos. / Podríamos esperarlo / a la salida del colegio. / (…) / Podríamos cumplir con él los años. / Pero no me gustaría que al llegar a la pubertad / un fascista de mierda le pegara un tiro”.
(Actualización diciembre 2021 – febrero 2022/ BazarAmericano)