diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

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Julio Schvartzman
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Diseño

Matías Moscardi

El tarascón
La sed, de Marina Yuszczuk, Buenos Aires, Blatt & Ríos, 2021.

1.

¿La sed, de Marina Yuszczuk, es la primera novela decididamente “de vampiros” en la literatura argentina? ¿O hay otras? 

 

2. 

Vampiros en la tradición nacional hay muchos, claro. En Barbarie y civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (Marea, 2008), Gabo Ferro relee el siglo XIX argentino a partir de estos personajes que simbolizan la otredad política. En algunos cuentos de María Teresa Andruetto y de Mariana Enríquez también aparecen vampiros. Sin embargo, la pregunta acerca de si la novela de Yuszczuk es la primera no pretendía ser una apertura con bombos y platillos; sobre todo porque el relato mismo comienza por ahí: en el siglo XIX porteño. El asentamiento histórico que Yuszczuk elige para narrar ya implica cierta condición mítica, originaria. El personaje: una vampiresa inmigrante que llega al puerto de Buenos Aires en barco, escapando de las persecuciones en Europa.  

 

3.   

Miento: la novela empieza por el presente. Una mujer pasea por el cementerio con su hijo y, de pronto, lo pierde de vista. La situación desesperante se resuelve cuando madre e hijo se reencuentran. Pero eso no es todo: a la salida del cementerio, entre la muchedumbre, la narradora divisa la cara inquietante de una mujer que la atraviesa con la mirada. Un detalle: mientras la gente sale del cementerio que está por cerrar sus puertas, esta mujer entra. El primer encuentro adelanta algo: el peso del tiempo en los ojos. 

 

4.

El vampiro conjuga erotismo y pulsión de muerte en partes iguales. La novela de Yuszczuk explora la sexualidad femenina en clave vampírica: las escenas “de garche” son intensas porque buscan, en los límites punzantes del dolor, narrar también el placer, a la manera de Sade y Sacher-Mascoh. A su vez, hay algo que no termina de colmarse nunca. Porque la “sed” no solo es el hambre o el deseo sino también la falta: la angustia de la eternidad, donde solo parece haber soledad y desamparo.

 

5.

“Nadie sabe lo que es ser como yo. Nadie se lo imagina”. La novela se escribe en la reposición de ese hueco: su imaginación te pone, como lector, en la piel de una vampiresa, en sus zapatos, en lo que sienten sus párpados cuando una partícula de luz se apoya sobre ellos, la saliva que segrega su boca, el ansia en el cuerpo de la protagonista. En las películas de vampiros, usualmente vemos que los personajes atraviesan distintas épocas y siempre llevan, en términos sociales y económicos, una vida holgada: se reinsertan acá y allá sin que los cambios históricos sean un verdadero problema. En La sed, por el contrario, e(Actualización diciembre 2021 – febrero 2022/ BazarAmerl devenir de los años es un yunque atado al cuello: encontrar lugar para vivir, relacionarse con otras personas, buscar comida una y otra vez, por los siglos de los siglos. Ninguna idealización: Yuszczuk inventa una especie de realismo vampírico. La eternidad te transforma en nómade: ni una tumba será tu último hogar.

 

6.

Aunque a esta altura suene vacío decir que “hay un trabajo con el lenguaje”,    quiero decir que hay un trabajo con el lenguaje: un estilo deliberadamente anacrónico atraviesa esta primera parte de la novela y contrasta con la segunda parte. Se nota, sobre todo, si venimos leyendo desde antes a Marina Yuszczuk: las marcas de lo contemporáneo aparecen suplantadas por notas flaubertianas, que mezclan la sofisticación y elegancia de Shirley Jackson con un sustrato de crudeza que actúa como desborde en ciertos momentos. Por eso, no es que la novela sencillamente tiene dos partes, sino dos escrituras, dos primeras personas: la vampiresa y la madre.

 

7.

La segunda parte es un relato sobre la maternidad al menos en dos sentidos: el de ser madre y el de tener madre. Si la eternidad era la roca que la vampiresa carga como un Sísifo sediento de sangre, de este otro lado de la novela aparece un nuevo peso: la herencia. Aunque lo heredado no es nunca un activo sino más bien una falta en su versión humana: una especie de agujero de colmillo en el cuello narrativo de nuestras vidas. ¿Qué pasó antes de nosotros? ¿Qué acontecimientos fortuitos condujeron a nuestro nacimiento? ¿Qué no sabemos de nuestra madre?

 

8.

Una madre narra el relato de su madre agonizante. Pero ese relato alcanza su propia maternidad: la experiencia de la muerte lo impregna todo. ¿Cómo no pensar qué sucedería si un hijo o una hija se mueren? Y si nos morimos nosotros primero, ¿qué sería de ellos? Algo de esa sombra alumbra cada frase de la novela, como si todo fuera un peligro con sordina, a punto de irrumpir y devastarlo todo.   

 

9.

Hay una conexión entre los dos relatos y sus escrituras, por supuesto. Eso lo sabemos desde que empieza la novela: está adelantado en la escena del cementerio donde se cruzan las miradas de estas dos mujeres. Leer es precipitarse a desentrañar esa relación, aunque no en términos detectivescos sino, más bien, como quien ingresa a pispiar, con cierto recaudo, a paso lento, mirando para los costados, en una vieja cripta.   

 

10.

Por último, no es exactamente la muerte lo que late de fondo como el corazón delator de la novela: tenerle miedo a morir y esas cosas. No. O sí, pero habría un matiz acá: es estar ante la muerte, con la muerte rondando como un ruido que escuchamos en la noche; convivir con ella como si fuera un Otro, verla pasar cerca de todo lo que nos rodea, pero sobre todo cerca de la gente que amamos. Es lo cotidiano de la muerte, su condición terrenal, íntima, cercana y banal como una remera: ese ínfimo nudo de angustia permanente que puede teñir hasta la más mínima acción de todos los días. Eso que muerde, que pega el tarascón en el momento más trivial, más insignificante, cuando nos lavamos los dientes o preparamos la cena. Eso. Porque en definitiva la verdadera sed insaciable no es la del vampiro: es la muerte la que siempre está bebiendo y siempre tiene sed.         

 

(Actualización diciembre 2021 – febrero 2022/ BazarAmericano) 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646