diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Publicada por primera vez en Chile en 1998, Las infantas salta los marcos genéricos y se erige en un artefacto narrativo capaz de hacernos entrar en el juego de un determinado género que será transgredido y parodiado. La novela está estructurada alrededor de diez episodios que cuentan las andanzas de las infantas Hildegreta e Hildeblanca y se entrecruzan con once relatos que, en principio, no tendrían nada que ver con la historia principal. Meruane refuncionaliza estereotipos de los cuentos de los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm y de Charles Perrault, transformándolos en el punto de partida de algo que va más allá de las cándidas narraciones infantiles.
La princesa Hildegreta y la infanta Hildeblanca huyen del palacio antes de que su padre –jugador empedernido, monarca de un reino deshecho por sus deudas–, las entregue como parte de pago de una apuesta en una partida de naipes. En el medio del bosque intercambian los calzones (prendas que desempeñarán un importante papel en la resolución del relato) y se separan. Hildeblanca, devenida en Blanca, se unirá a una cohorte de enanos viciosos, traficantes de huesos humanos, amantes del tetrabrik y las pastillas de colores; Hildegreta, devenida en Greta, adoptará una bestia –mitad hombre, mitad perro– a la que llevará amarrada de su muñeca con el cordón umbilical y bautizará con el nombre de Hansel. Ambas se verán envueltas en un hecho sangriento y serán perseguidas por la ley.
La utilización de los cuentos de hadas, afirmados en una sintaxis simple y un lenguaje transparente, constituye la excusa perfecta para presentar un relato fracturado y desplazado a través del manejo de registros tradicionalmente catalogados como pertenecientes al mundo de la narrativa infantil. Un mundo creado en el marco de la fantasía que aquí se vuelve cada vez más real para poder volverse irreal, para convertirse no en un reflejo exacto y profundo de la realidad sino en una deformación de sus leyes. Meruane captura el ensueño de la literatura infantil medieval y lo satura de erotismo y crueldad, de sexo y mordacidad, mezcla exceso y truculencia para convertir la inocencia en un gesto sarcástico y desmitificador.
A la vez, las historias paralelas descomprimen los sucesos que tienen como protagonistas a las infantas y refuerzan esta idea de pérdida de la inocencia, narradas en primera persona desde el punto de vista de seres marginales y marginados (un enano, una muñeca, una mujer semipostrada, etc.); unidos temáticamente a la historia principal por algunos objetos, circunstancias u otros detalles, ejercen un poder connotativo que permite al lector traducir y actualizar el enunciado según lo que hay en el texto de denotativo.
Por último, tratándose además de una escritora nacida en 1970, no podemos dejar de relacionar Las infantas con la historia reciente de Chile. Greta es detenida por andar por la calle después del toque de queda con el vestido manchado, acusada por las autoridades de actividades terroríficas y declarada sospechosa sin derecho a queja. Los enanos son traficantes de huesos pero, de alguna manera, ofician de antropólogos recuperando cadáveres de desaparecidos y, más adelante, son “convenientemente torturados” para que declaren ante el tribunal. En medio de la fantasía, el lirismo y el erotismo, en tono tragicómico, aparece el horror, presentado en señales casi imperceptibles o articulado tácitamente. En esos detalles dispuestos de soslayo, en el significado que aporta la información no revelada, en los elementos omitidos se infiere la coyuntura. Es casi inevitable, entonces, no percibir en este texto los ecos de la dictadura de Pinochet.
(Actualización junio-julio 2010/ BazarAmericano)