diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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De Matasiete a Esculapio: la violencia como tradición
Ensayos críticos. Violencia y política en la literatura argentina, de Nancy Fernández, Córdoba, Alción, 2020.

En 1996, Beatriz Viterbo Editora publicó Supersticiones de linaje. Genealogías y reescrituras. Entre las páginas 29 y 52 de ese libro colectivo al que todavía vuelvo, podemos leer “Fiesta y Cuerpo: algunas reescrituras de Civilización y Barbarie”, de Nancy Fernández. La mención de ese artículo no es gratuita; en términos personales, porque se trata de un trabajo que fue fundamental al momento de pensar el objeto de mi investigación de doctorado; en términos más específicos, porque acaso sea el origen remoto del libro que ahora reseñamos. En su presentación pública, Ensayos críticos. Violencia y política en la literatura argentina fue caracterizado como “la posibilidad de sintetizar treinta años de carrera sostenida, con dedicación plena a la docencia y a la investigación”; el arco temporal entre aquella publicación de 1996 y la de 2020 es también la historia de una trayectoria crítica.

Fiesta, cuerpo, violencia y política serán, entonces, conceptos primordiales del repertorio elegido para escudriñar en las “vísceras de la ficción nacional”. En ese plan, Nancy Fernández “cruza” y “desparrama textos” (decir textos es decir también autores, escenas, imágenes) de tres siglos a partir de una categoría teórica central, la de tradición, y de una constante, la violencia. Claro que aquí, lejos de oponerse a la noción de vanguardia o de desentenderse de las series experimentales y transformadoras de nuestro sistema literario, la idea de tradición, en la estela conceptual de Ricardo Piglia y, por supuesto, de Borges, es un concepto dinámico a partir del cual “la instancia que modula relaciones y traza líneas de filiación” es el presente. Así, genealogías, linajes y rechazos adquieren el valor de operatorias que movilizan, desafían y ponen en crisis aquello que, con la lógica contraria, las construcciones canónicas intentan ordenar, aquietar y volver definitivo.

La violencia, a su vez, será abordada como una constante que atraviesa nuestra literatura y aún como “el síntoma que constituye el centro de las representaciones culturales argentinas”. En tanto tópico y motivo, su operatividad “organiza y estructura el imaginario nacional en sus inicios” y se proyecta marcadamente en el heterogéneo y extenso corpus que nos propone la autora.

Al tiempo que trazan una línea cronológica, los once ensayos que componen el libro elaboran series textuales y autorales que añaden a las más habituales (Sarmiento – Hernández; Santos Vega – Martín Fierro; Echeverría – Ascasubi – Bustos Domecq) otras menos revisitadas o que se vuelven visibles en el marco de esta lectura particular. Por mencionar dos casos, como ejemplo de esto último se destaca la detallada (y detallista) aproximación a Daniel Guebel, Mauricio Kartun y Osvaldo Lamborghini, que repone una serie de variaciones y desplazamientos sobre las narraciones fundacionales a la luz de los usos y relecturas de la violencia; o, en el mismo sentido, la revisión crítica de la serie televisiva Un gallo para Esculapio, en cuya “eficacia estética” y particular “sentido de lo local” la autora recupera los “restos ajustados” de la matriz de “la gauchesca” pero “puestos al día con el presente”.

Con toda su potencia política y asimilada la “marca de agua” que Nicolás Rosa encontrara en la sexualidad del gaucho (en su ensayo “El paisano ensimismado o la tenebrosa sexualidad del gaucho”, Atípicos en la literatura latinoamericana), será justamente la gauchesca uno de los géneros privilegiados a lo largo de la reflexión crítica. Desde “el movimiento que pone a funcionar Hernández” a través de la “cultura anónima del proverbio o del refrán, como traducciones de fuentes arcaicas del saber popular” al “contrapunto ajetreado” con el que Leónidas Lamborghini elabora “la deformada payada del Sabio Blanco y del Sabio Negro”, la gauchesca irradia sus continuidades e interferencias sobre el corpus de la literatura argentina. Irradia, por ejemplo, desde el Santos Vega (leído, además, como un experimento con el tiempo en el que la datación de los hechos narrados en la fábula interna asume una función clave para aproximarse al presente de la enunciación) hacia esa otra clave de lectura, la de los hermanos, que a medida que avanzamos en el libro cobra otra densidad y sentido a través de las series nominales. De los Mellizos de la Flor a los hijos de Fierro y de los Hermanos Lamborghini a los hermanos enfrentados de Un gallo para Esculapio, Nancy Fernández captura los modos en que se van superponiendo las marcas fratricidas, las figuraciones del doble invertido, la representación estética y compleja de un vínculo signado por el crimen, el abuso y las alianzas. Abel y Caín pero también Luis y Jacinto, Leónidas y Osvaldo o Nelson y Roque son las variaciones y desplazamientos ante las desavenencias de la más forzada que forzosa ley primera.

Otro punto de atención en el que se detiene es la serie poética que antecede a los 90. La autora se inscribe en el debate sobre la “manifestación explosiva” de una “nueva poesía argentina” a principios de los 80, para destejer lo que considera una “contienda generacional” encauzada habitualmente en las “corrientes denominadas Neobarroco y Objetivismo”. En tal sentido, reconsidera los eslabones de la pulsión renovadora luego de reponer los primeros libros de Arturo Carrera y Tamara Kamenszain, “permeados por la escritura” de Osvaldo Lamborghini y la gravitación de Ricardo Zelrayán. La genealogía remontada se completa con Leónidas Lamborghini, a cuyas operaciones de reescritura dedica pormenorizados análisis, entre los que no puedo menos que destacar el ya mencionado de la “payada del Sabio Blanco y del Sabio Negro” y las reelaboraciones y deslecturas del “Himno Nacional”. Estos dos análisis, además, permiten observar una de las manifestaciones en que emerge otro de los problemas que aborda el libro: la distancia que las series recorridas formulan entre una literatura nacional y una literatura argentina.

Dicho lo anterior, y sin perder de vista su funcionamiento en series, la mirada crítica hace de textos y contextos (históricos, de publicación, de enunciación) anverso y reverso de las obras y autores en los que se detiene. En ese movimiento interpretativo nos muestra, por ejemplo, el modo en que Mansilla monta sus fábulas y su “verdadera red de espionaje” ante “el caleidoscopio de los fuegos”, en el momento preciso en que “Sarmiento pone precio a la cabeza de José Hernández”. De ese mismo modo ingresa al libro Rodolfo Walsh, cuya práctica y concepción de la literatura no se asemeja a la de ninguno de los hermanos Lamborghini pero tampoco le impide a la autora rastrear la precisa voz de Juan Carlos Livraga entre los versos de El solicitante descolocado o postular que, al mismo tiempo que una “parodia de Totem y tabú”, con su “escena del incesto materno, parricidio y fagocitación final del líder”, “El fiord es la contracara de Quién mató a Rosendo”. Con idéntica minuciosidad, la búsqueda y producción de sentidos hace foco, por ejemplo, en la insistencia con la que Perlongher ronda el “cadáver zombi” de Evita, en “la marca registrada” de Aira, con sus estrategias para “desplazar” y “torcer” su poética respecto de las “postulaciones borgianas”, o en la desmesura herética y dual de Copi.

Antes de terminar, aunque también podríamos haber comenzado por ahí, me quiero referir a la imagen de portada. El fotograma extraído de Juan Moreira, de Leonardo Favio, resulta particularmente significativo. A pesar de que se trata de un trabajo dedicado a pensar la violencia, la imagen no proviene de una de esas escenas en las que la pintura espesa que elegía Favio para representar la sangre chorrea enfáticamente de un puñal. Es una imagen serena, dos gauchos a caballo (menos hermanos que amigos, pero siempre dobles) que, en el ocaso del día, se acercan desde el horizonte. Esa aparente serenidad es, en realidad, la del prófugo; es la tranquilidad después de la paliza, la calma que antecede al huracán. Todo el peso de la violencia política que, como sabemos, recae sobre el cuerpo y el nombre del “vago y mal entretenido”, del “ladrón” y “homicida peligroso” (las comillas remiten a la película), se desplaza en esa imagen hacia la letra, hacia la pausada y solemne conversación sobre la desdicha, la justicia y la persecución de la “melicada”. Al igual que el concepto de tradición, la imagen tiende una trampa; vista de lejos parece ratificar el más perenne costumbrismo, puesta en contexto revela lo que esconde y manifiesta su sentido más pleno.

Si el libro comienza con esa imagen, el ensayo final está dedicado a la serie televisiva Un gallo para Esculapio. El hallazgo de esta producción audiovisual, en diálogo continuo con nuestra literatura, expande el alcance de las representaciones en que se manifiesta el objeto de reflexión y, al mismo tiempo, permite seguir indagando, bajo una luz distinta, en los traumas culturales definitorios. En esa extraordinaria producción, Nancy Fernández capta con perspicacia y sensibilidad “los motivos constantes de la cultura argentina en torno de la economía y el delito, la violencia en los bordes de la ley o la jurisdicción del Estado”. Allí están otra vez los hermanos primero separados y luego enfrentados, allí las traiciones, las sustituciones en la estructura familiar, la asociación ilícita, la lengua estilizada de la violencia con sus códigos, lealtades y traiciones. Curiosa pero intuyo que no casualmente, este último ensayo cierra el círculo de remisiones y desplazamientos que acaso comienza en la imagen de portada; no es difícil que, antes de cerrar el libro, volvamos a pensar en Favio (y aún en Ascasubi) cuando estemos frente los gallos de riña en los que Nelson y el Chelo Esculapio, como el Aniceto del Romance… y de la versión musical, depositan su esperanza.

En “Los hermanos Lamborghini y los usos de la tradición”, Nancy Fernández se pregunta “¿cómo podríamos sintetizar aquellas marcas que los distinguen?”. Esta pregunta (o una muy parecida) pareciera ser el motor de cada uno de los ensayos; ante cada serie, texto y autor, los sucesivos trabajos se proponen recolectar lo desparramado a la busca de dar una respuesta a esa pregunta, de captar en cada caso la síntesis distintiva. Creo que no sería equívoco proyectarla sobre todo el libro.

 

(Actualización abril – mayo 2021/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646