diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
Cuadernos violentos. 200 páginas de bocetos, ideas abandonadas, apuntes y rarezas, de Gustavo Sala, edición digital de autor, 2020.
En plena paranoia epidemiológica, Gustavo Sala recopila, bajo el nombre de Cuadernos violentos, doscientas ideas “incompletas o abandonadas”. Desde posibles bocetos de tapas hasta chistes sueltos, pasando por ilustraciones a página entera, Cuadernos violentos es un libro deforme, extraño. Una cocina donde Sala nos muestra, al desnudo, su método de trabajo.
Para sus lectores habituales, espiar el detrás de escena de este historietista marplatense, con nacionalidad porteña, no es algo nuevo. El primer tomo de Bife Angosto (Ediciones de la Flor, 2010) cerraba con dos anexos que, creo, podrían ser buenos puntos de partida para pensar en la metodología de Cuadernos violentos. El primero de estos anexos es Tiras rebotadas. Allí, Sala publica una serie de viñetas que “fueron rechazadas por el editor y que no pasaron la etapa del simple boceto”. Esa es la magia tan bien explotada de Cuadernos violentos: la ausencia de un editor, en un campo tan particular como el del humor gráfico, permite no sólo una mayor libertad a la hora de decidir qué se publica y qué no, sino también una salida por la tangente de una cierta prolijidad que se esperaría para un libro impreso. Así, las páginas digitales de Cuadernos violentos son un espacio sin filtro, una zona liberada donde el autor pone a convivir, en un mismo libro, sus descartes y descuidos. En este punto, podemos considerar estos Cuadernos como un libro de autor en su máxima expresión.
A medida que avanzamos en la lectura, nos encontramos con primeras versiones de viñetas publicadas en diferentes libros. Por ejemplo, “Un día en la vida de Andrés Calamaro”, que apareció en Desgracias totales (Gourmet Musical, 2018). Otras, en cambio, nunca fueron más allá de un simple boceto en sus cuadernos personales. En Cuadernos violentos aparecen personajes entrañables a los que el universo de Gustavo Sala nos tiene bien acostumbrados: Baby E.T. Checopar, el extraterrestre facho. Pitrola, el gato epiléptico. Tony Yorke, el Radiohead de juguete. Freddie Mercury versión charrúa o El ataque del Charly García mutante.
El segundo anexo del primer Bife Angosto se llama Cómo se hace Bife Angosto y es una receta de cocina sobre cómo montar una historieta. Un paso a paso que invita al lector a agarrar lápices, fibras y papeles. Desde La idea hasta El coloreado, pasando por Los materiales, El boceto, El entintado y así… Pero Cuadernos violentos no es una receta de cocina, sino una torta mal hecha, donde el cocinero se quedó sin harina, azúcar y aceite. Perdió la paciencia, dejó la mesa hecha un desastre y, en lugar de limpiarla, empezó a sacarle fotos. Cuadernos violentos es una belleza diferente, punk, rabiosa y, sobre todo, honesta. Un libro orgánico que encuentra, en esta época particular, su nacimiento. Y como todo parto, es desprolijo.
Sorprende, al avanzar la lectura, la convivencia que Sala propone entre sus trabajos. Desde simples bocetos hechos con trazo rápido, urgente, como si hubiese que atrapar la idea y encerrarla en el papel antes de que se vaya de la cabeza, hasta trabajos más finos, entintados y sombreados. Esto es, quizás, uno de los aciertos del libro: su heterogeneidad a la hora de ordenar el material. Cuadernos violentos es un paseo por el mundo privado de Gustavo Sala.
En una entrevista con Página 12, el historietista comenta, a propósito de esta publicación, que el libro nace por varias vertientes. Por un lado, el denominado “aislamiento social, preventivo y obligatorio” generó que Sala no pueda instalarse a trabajar en su lugar fetiche: el circuito cafés porteños. Allí, entre ruidos de máquinas y conversaciones ajenas, ensayaba y boceteaba posibles tiras. La otra vertiente que hizo que Cuadernos violentos exista fue la crisis que atraviesa el mercado editorial que, pandemia de por medio, dificulta editar en papel. Así, contra toda adversidad, Gustavo Sala editó un libro que, en otras circunstancias, no habría tenido motivo de existir y, sin embargo encuentra, en este caos, su mejor nacimiento.
(Actualización septiembre-octubre 2020/ BazarAmericano)