diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
Moyotes & Escribir, imprimir, publicar, de Eric Schierloh, La Plata, Barba de Abejas, 2020.
La lectura es una de las formas de ingresar al libro, otra es mirarlo. Este libro es del tamaño de mi mano, que es pequeña. Las tapas son verdes y rugosas como si vinieran de un musgo que, aferrado a una piedra, la corriente del agua casi arrastrara. Un poco de lo rugoso de la piedra llega hasta nuestras manos, otro poco del verde del musgo quedará en sus tapas. Son valvas: cáscaras, tapas-ostras.
“Valvas”, junto a “Herramientas”, “Máquina”, “Evidencia”, “Écfrasis al revés”, “El futuro”, “Innovación”, “Línea de exploración-tan sólo una”, “Cuando el libro es un fantasma”, “El desfase”, “El mantra” organizan las once entradas que, a modo de diccionario, definen pero también ensayan, es decir, se aventuran, exploran, indican imposibles, realizan apologías breves a las ligeras manchas de tinta, y son las que componen la primera parte del libro, “Moyotes”: criaturas diminutas, bichos, mosquitos que acompañaron a Eric Schierloh una madrugada del 27 de febrero, de 2020, en Mar de Cobo, en esta escritura (7).
La segunda parte se titula “Escribir, imprimir, publicar”. Ambas secciones están muy atentas a desarmar y volver a enlazar las significaciones del verbo griego grapho: arañar, rayar, grabar, pintar, dibujar, escribir, componer; el sustantivo graphe: cuadro, escritura, documento, inscripción, sagrada escritura; gramma: letra, libro, inscripción, pintura y grammateion: tablilla para escribir, libro de cuentas. Por esto Schierloh retoma también el entramado de raíces indoeuropeas –“la deriva escrita de la digresión es un reflejo de la instancia del lenguaje cuando flota, demora y no se obliga” (8-9)– como skribh, teks, liber. Es decir, está atento a mostrar que el sentido es sólo una pequeña zona de mundos más amplios: materiales, artísticos, íntimos, comunes, vitales.
La primera parte se detiene con detalle en aquello que hace ser a un libro. Lo que lo trama y le otorga pregnancia: su cualidad en “formas visuales de captar la atención del observador por medio de la simplicidad, equilibrio o estabilidad de su estructura” (1). La belleza también está ahí, nos aclara Schierloh. “El libro es pregnante”. Abrimos el libro. Nos abrimos al libro. “Somos valvas con el libro” (1). Aquí aparece la primera relación entre escritura, libro y sí mismo, que reaparecerá hasta el final, en la que se juega parte de nuestro interior.
Esta relación única es una especie de retorno. La vuelta a los “oficios, el pequeño taller (atelier también)” (4), a las formas de “circulación alternativa”, a una “vida artística”. En esencia, el libro es “un soporte material significativo” (6). Un mantra lo sostiene, y a la vida artística: “imprimí en casa / encuaderná a mano / vendé vos” (7). En esto hay algo poderoso que cose o entreteje las partes de este libro: el “desfase”, el desajuste, lo que expande las nociones de libro y escritura, y que se anuncia resaltado: “Ninguna de las imperfecciones de este libro –ligeras manchas o huellas, diferencias mínimas en los cortes visibles tan sólo tras el montaje de materiales &– fueron pasados por alto sin que por ello no se haya evitado de-li-be-ra-da-men-te el enmendarlas, borrarlas o incluso el impedir que se produzcan (…) todas las imperfecciones de este libro son constitutivas de este libro” (6-7). Esto lo hace vital, no normalizado.
Como dije al inicio, podemos leer y mirar un libro. En la segunda parte, “Escribir, imprimir, publicar” también es destacada la importancia de la visión que retoma la antigua preeminencia que este sentido adquiere con la aparición de la escritura frente a las culturas orales. El paso de lo oral a lo visual, como indica Hugo Francisco Bauzá, en Voces y Visiones, conlleva también el paso del valor por el contenido hacia el valor por el objeto, códice o libro. Dos epígrafes lo refuerzan. Uno, de Gertrude Stein “I write entirely with my eyes”, y otro de Francisco de Quevedo “Y escucho con mis ojos a los muertos”. ¿Por qué ya no miramos la escritura? se pregunta Schierloh. La ampliación de la perspectiva en que es planteada y practicada la escritura se expone en todo momento. Está presente en cada página, en esa pregunta como igualmente en una referencia a Samuel Johnson para quien escribir implica mucho más que expresarse en el ámbito del significado. Lejos de aquietar la práctica escrituraria en un medio de comunicación escribir es, conjuntamente, afirma Johnson, “grabar; imprimir; producir en tanto autor; decir con letras; ejecutar la escritura; actuar como autor; decir en los libros; enviar cartas; llamarse a uno mismo, formar composiciones”, en las piedras, la tablilla, el rollo, la página (10). También componer libros. El sentido de la escritura aparece después, como dice Schierloh en uno de sus poemas de Variaciones sobre cerrar los ojos:
* * *
* * *POSTERIOR*
* * * *
* EL SENTIDO * * *
* ES SIEMPRE * * *
* * *
Imprimir y escribir desplazan, así, el leer al mirar, reconducen a realizar ese camino, y también el otro, donde imprimir implica trabar, ensamblar, ligar tanto la encuadernación como la escritura. Escribir, del mismo modo, es cortar, separar, dibujar, rayar (en arcilla o tablillas de cera), realizar una incisión, un golpe sobre una piedra o una tecla, un trazo.
Existen escisiones “naturalizadas” entre las prácticas que involucra la constelación de la escritura. Una de ellas es la que la desmembra del libro. Schierloh afirma que puede subsanarse si se disminuye la cantidad de copias, la velocidad de producción y la cantidad de impresiones. Otra es la que separa escritura, libro e impresión. Esta es salvada porque también la última permite y defiende la aparición de lo que pueden considerarse errores siendo, antes bien, como la “mancha” en el libro, la (re)producción y (re)creación (12) de la singularidad del proceso de impresión y también de la escritura.
Por otra parte, la materialidad impreso-escrituraria es dotada de su dimensión comunitaria en la publicación. Schierloh recupera la idea romana de expropiar: hacer algo accesible a los demás: “La escritura -y en ello el lenguaje recibido, circunstancialmente apropiado para dar forma y componer- se hace pública, lo que significa que puede experimentarse más allá del autor, por fuera incluso del escritor” (13). En esta iterabilidad derridiana acontece “una tensión evidente (…) y la escritura no es el lugar para evadirla”.
Escribir, imprimir, publicar se vinculan y co-constituyen. Este lazo es lo que hace nutrida e intensificada la perspectiva sobre estas prácticas. La publicación a diferencia de la escritura presupone y convoca una comunidad. Y ese es el objetivo de una imprenta-editorial pequeña y personal: “(re)crear” esa comunidad para conversar y leer textos, libros, acontecimientos.
En una nota final Schierloh indica una de las influencias que lo acompañaron a escribir y armar estas notas: Virginia Woolf, que dijo –y con esto el sí mismo lector, la propia vida artística se une a los dominios del escribir-imprimir-publicar– “La impresión de verdad (…) te come la vida” (15).
Moyotes & Escribir, imprimir, publicar además de anotar, ordenar, explorar, definir el libro, la escritura, la impresión y la publicación es una auto-exposición de la propia práctica vital artística del escritor, editor Eric Schierloh y de Barba de Abejas, su imprenta-editorial personal, una apuesta al “libro objeto”, como un afluencia de artes y oficios, y como una extensión más del cuerpo (15).
Volvemos a sentir el telk, el tejido, la textura al tocar y mirar las tapas, las valvas –verdes como hojas de plantas, que también fueron y son, pienso en la poeta Idea Vilariño que escribió nombres en un clavel y un poema en un pétalo de cala– al cerrar el libro.
(Actualización septiembre-octubre 2020/ BazarAmericano)