diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Editora

Ana Porrúa

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Osvaldo Aguirre
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/  María Eugenia López

Colaboran en este número

Osvaldo Aguirre
/  Carlos Ríos

Ana Porrúa
/  Carlos Battilana

Adriana Kogan
/  Ulises Cremonte

Antonio Carlos Santos
/  Julio Schvartzman

Javier Eduardo Martínez Ramacciotti
/  Fermín A. Rodríguez

Julieta Novelli
/  María Eugenia López

Felipe Hourcade
/  Carolina Zúñiga Curaz

Juan Bautista Ritvo

Curador de Galerías

Daniel García

Diseño

Larisa Cumin

Mariposas salvajes
Frutas tardías, de Eugenia Pérez Tomas, Buenos Aires, Paisanita Editora, 2019.

Si plegás una hoja en dos, la abrís, le llenás de pintura uno de los lados y la volvés a cerrar para desplegarla otra vez, obtenés el dibujo de una mariposa o de una mancha deforme que a simple vista es simétrico, pero que bien mirado tiene un desequilibrio. El lado original estará más cargado de pintura o un pedazo de papel se habrá quedado pegado porque demoraste en abrirlo o se te arrugó por la humedad.

Ni bien empezó esta cuarentena, yo ya venía de otra: la del puerperio. Leer después de parir se me complica, leo, sí, pero entrecortado, abandono libros con total impunidad o los dejo en luz amarilla intermitente. Frutas tardías, de Eugenia Pérez Tomas, publicado por Paisanita Editora en 2019, debe ser la última novela que me leí, como quien dice, de un tirón. Pero no por eso sin interrupciones, porque este es un relato plagado de interrupciones y postergaciones, una novela donde narra una sombra deforme que más de una vez enuncia historias que no cuenta, empezando por la propia. Deja en suspenso su propia historia para narrar, de a pedazos, la de Elisa empezando por un día en que la ve, y se descubre vista por ella, en un ascensor.

Es necesario que aclare que yo no había reparado en que la voz que narraba era una sombra, si bien la voz me resultaba extrañísima, no podía determinar a quién pertenecía, hasta leer un relato hermoso de Eugenia sobre cómo escribió la novela y ahora releyéndola no entiendo cómo se me escapó ese detalle. O sí, porque quizás lo más lógico es que la sombra no se pronuncie y pase, fiel a su naturaleza, desapercibida.

Esta sombra, decía, no parece ser producto del cuerpo que repite, sino más bien de la luz que la proyecta, la luz rara del ascensor en la que esperaba agazapada. Pero a la inversa de la sombra de Peter Pan, que se despega, esta decide seguir al cuerpo de Elisa en las diferentes luces que la iluminan, es decir, proyectarse en todas las luces que Elisa intercepta con su cuerpo diminuto: la luz de los fluorescentes de un club donde trabaja de moza, la luz de la casa de la abuela ya vacía, la luz de la escuela, la luz de la casa de su madre donde también viven su padrastro y Luci hermanastra, la luz de la casa de su padre donde vive Marta hermanastra, una chica que la hace vivir a la sombras. Pero Elisa en las sombras ve con las yemas de los dedos, es el terreno que maneja.

Frutas tardías es un elogio a la inmadurez. La sombra se enamora como un adolescente de esta chica que parece no encontrar un lugar, ni un reflejo propio y que se queda más de una vez atrincherada como en los recreos escolares entre las mochilas para pasar inadvertida. Pero, aunque se parezcan, una sombra nunca puede ser un reflejo, no tiene identidad. Una sombra se agranda, se achica, se deforma y se multiplica o se pierde en la oscuridad. Y esta sombra es deforme y podría comerse a los normales, eso dice de sí misma, y sin embargo elige espiar a Elisa, seguirla y narrar. Esta sombra tiene garras, boca, pero no tiene cuerpo, y vive del apego, necesita del pliegue que la separa y la une al cuerpo ajeno. ¿Qué significa que es deforme? ¿Que no tiene forma? ¿Que no obedece a su mandato y habla?

Los primeros días de la cuarentena colectiva circularon a mansalva formas de entretenimiento y abrazos virtuales y me llegó al menos de tres fuentes distintas una aplicación “butterfly paint” donde dibujás mariposas sobre un fondo negro y estas se ponen a volar en colores brillantes. Pero si dibujás cualquier otro garabato también echa vuelvo con brillantina y todo.

Mariposas deformes revoloteando alrededor de frutas tardías. La voz que construye la novela es interesantísima porque es extraña; pero sobre todo porque es hermosa y transgresora. La forma en que la sombra mira las cosas, desde dónde lo hace, los detalles que enfoca, las comparaciones que realiza son particulares. Pero, ¿qué particularidad radica en la sombra si todo en ella es ajeno, pura ausencia? Como en la sombra existe un pedazo de eso que mira, quizás lo particular es que al decir lo otro, dice algo de sí misma sin nada, ni una pizca, de yoicidad. Y esa voz, en la literatura contemporánea argentina creo no solo debe agradecerse, sino festejarse.

 

(Actualización mayo-junio 2020/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646