diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
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Una épica del conurbano

El amor es la más barata de las religiones, de Ariel Bermani, Hum, Montevideo, 2009.

Ariel Bermani (Buenos Aires, 1967) aparece en la escena literaria a través de algunos premios y paulatinos reconocimientos de la crítica. En sus anteriores novelas, Leer y escribir (Interzona, 2006; segunda mención del premio Clarín) y Veneno (Premio Emecé, 2006) narra las peripecias de personajes que, indefectiblemente, viajan en dos direcciones, una espacial (el conurbano) y la otra, temporal (el pasado). Como si las marcas de una enfermedad lentísima fueran apoderándose de sus héroes, tras años de sobrellevar una carga, de repente, motivados por un acontecimiento externo que les resulta revelador, se proponen un cambio que, por fin, sane sus heridas. Aún al costo de reconocer la inutilidad de la acción, sus personajes realizan un periplo que implica también un recorrido anímico que los deposita en su lugar de origen. A través de trenes interurbanos, colectivos de línea, automóviles o subtes, los protagonistas de Bermani necesitan moverse y despegar la costra de hábitos y de trabas que los mantiene inmovilizados. De ese modo procuran recuperar los sueños y los impulsos del principio, como si en ellos pudiera hallarse algún tipo de verdad. El barrio, con su colección de códigos, transgresiones y pactos de honor, es un tópico recurrente en la obra del autor, y su presumible mitificación se vincula no tanto con la nostalgia de un pasado esplendoroso, como con el lugar donde se descifra la causa de todas las conductas.

El amor es la más barata de las religiones trata la historia de Ricardo, un hombre que descubre a su mujer besándose con otro y, como forma de venganza, decide secuestrar a su propio hijo e iniciar un viaje por hoteles y casas ajenas, hasta desembocar en el sitio polvoriento de su niñez, con amigos cuarentones a los que la sociedad aún no les ha concedido el certificado de madurez. Sin embargo, y a contrapelo de cierta tradición literaria en la que la aldea resulta el espacio del fracaso y la opresión personales, en este caso, el barrio, aun malamente, ampara a sus amigos y les provee la módica sabiduría de los pactos de infancia. Ricardo, al alejarse, como si se tratara de una fatalidad propia de las tragedias griegas, no hace más que optar por la intemperie, y desterrarse definitivamente de los afectos y la verdadera identidad: “Odiás ese barrio, esa gente, todos van a morirse ahí, sin haber hecho nada importante en la vida, sin haber entendido nada. (…) Sólo necesitás irte, borrarte, salir del pozo hediondo, de la miseria de vivir así, como animales.” El regreso con el hijo implica la búsqueda de algo que desconocemos. Su desplazamiento no se vincula sólo con una fuga, sino también con la indagación de una clave que le pueda devolver el sentido a su vida. Acaso por eso el nombre se modifica de manera gradual. De Riky pasamos a Ricardo, y de Ricardo a Astroboy (personaje de historieta que es un guiño generacional y también el nombre recobrado por el protagonista). La novela reflexiona sobre el sentido de los nombres no sólo como apelativos que condicionan la existencia o como la clave psicoanalítica que pueda descifrar algunas decisiones, sino también como el símbolo de una elección. En un diálogo entre amigos, un personaje afirma su libertad mediante el nombre elegido:

 

- Pasto no es un nombre -dice Tapón.

- Sí que es un nombre. Yo me llamo así.

 

 El barrio es una obsesión en los textos de Bermani. Sus personajes se van de allí en busca de una felicidad que supere las pocas cosas que otorga el lugar, pero regresan infaliblemente. Acaso porque no pueden modificar sus días y acaso, también, porque el barrio, finalmente, otorga cosas seguras, es que los personajes se aferran a esa porción de certidumbre que si bien se vuelve anacrónica, es lo único con lo que cuentan. El barrio no tiene en esta novela un carácter pintoresco. No se lo añora ni se lo realza como el espacio de los hechos dorados, sino que, sin repudiarlo, aparece como un estigma que modela las vidas y la psicología de los protagonistas, haciéndose visible en sus gestos más decisivos.

En la etapa en que se encuentran los personajes de Bermani, ya están resignados. Por esa causa se toman del instante, e incluso de un pasado que ni siquiera fue glorioso, en tanto el futuro debe construirse de algún modo, y esa posibilidad les causa pánico. Su mutilación no es física sino espiritual: carecen de entusiasmo. A pesar de que en ocasiones conjeturan alguna iniciativa, su máxima aspiración es el oxígeno que le proporciona el instante. Los desplazamientos en las historias de Bermani no son, como en los célebres viajes de Verne, a través de regiones, países y mares, sino a través de un paisaje precarizado que revela, en su mutismo, la consecuencia política de los años neoliberales: fábricas vacías, casas endebles, barrios sin infraestructura básica. Las regiones, los países y los mares de Bermani son las calles polvorientas del Gran Buenos Aires, las canchitas lindantes a las vías y las luces mortecinas de las pizzerías céntricas de Burzaco o Claypole.

Sin realizar concesiones de tipo nostálgico, Bermani se solaza en los afanes y las desventuras de estos personajes atrapados en su propia red. El autor ha creado una especie de épica del conurbano con materiales escasos pero no por ello poco efectivos: una trama fluida, un lenguaje despojado que adquiere sentido en el universo que recrea y la búsqueda progresiva de una frase o de una palabra que revelan una atmósfera o un temperamento, y que frecuentemente sirven como remate de los capítulos. El texto se construye mediante una trama polifónica en la que la voz del narrador adquiere el mismo estatuto que las otras voces, sin peso ni poder para manipularlas.

Si recorremos las diversas críticas de los libros de Ariel Bermani, hay un juicio que se reitera: sus novelas no se pueden soltar una vez iniciada la lectura. Sus recursos y procedimientos narrativos -sabemos- no son excesivos ni tampoco sofisticados, pero a través de ellos elabora un puñado de historias que, invariablemente, torna el acto de leer en un instante de plenitud.

 

(Actualización abril-mayo 2010/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646