diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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El monopolio de la sensibilidad, Marina Gersberg, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Caleta Olivia, 2019
El monopolio de la sensibilidad de Marina Gersberg es un libro de poemas sobre la experiencia subjetiva y repetida, una y otra vez, de ser mujer, madre, víctima, cuestionada, interpelada en un ambiente donde no se encuentra paz sino en el reencuentro con el propio deseo. Atravesado en toda su construcción por una voz femenina puesta en crisis, sus tres partes de cinco, doce y diez poemas cada una reproducen, en instancias, manifestaciones de una sensibilidad que habita el cruce entre las formas hegemónicas de ser femineidad en el mundo y nuevas maneras, quizás feministas, de habitarlo.
Centrado en diversos avatares de la sensibilidad de una voz autoproclamada como “de mujer a madre”, El monopolio de la sensibilidad es un libro de lectura rápida, breve y efectiva. Este abre proclamando "confieso / estoy herida": el tono confesional del libro parte de la renuncia a la forma en la que, se presupone, se suelen silenciar historias de dolor y de opresión. Pero el monopolio de la sensibilidad, reservado para la mujer que habla en los poemas, abre un mundo de cuestionamientos que no le escapan a las crisis que encuentran con los mandatos: "con qué palabras/ se nombra la maternidad? / El amor siempre quema". La experiencia de ser madre y ser mujer se pone, desde el secreto, como un susurro, en el extremo opuesto a la idealización: quema, desborda, rompe. La voz de los poemas de la primera parte –una voz dudosa, temerosa, incipiente, entrecortada– continúa: "el principio de incertidumbre" comienza el segundo poema; "lo que veo no es lo que es". La construcción del yo mujer, del yo madre, abre el libro poniendo palabras a verdades incómodas del mundo patriarcal: la maternidad quema, y en el fondo nadie sabe bien cómo se hace. Esa voz que se abre confesional va construyendo lecturas breves, cortas de lo que percibe: lee el mundo en clave de la propia crisis, devolviéndole lo que el mundo le ha dejado.
La segunda parte de El monopolio de la sensibilidad transforma el tono. La conversación se abre: ya no confiesa sino que entabla un diálogo con un fruto de la maternidad. Pareciera hablarle a alguien dentro de ella: “tu cuerpo no puja / la cesárea me parte”, asignando palabras a ese momento representado solo por gritos que es el parto. E insiste: "no hay preparación para eso más que palabras". El yo poético en la segunda parte se advierte, con el parto, partido, desterrado, percibe el fin de una identidad asumida. Mujeres que no pueden pensar, escuchar música, leer ni escribir: el yo poético escapa, su tiempo es compartido, su experiencia está partida, compartida, comparada, "y una mujer sigue a otra y a otra./ Y otra a otra".
La recurrencia del dolor aparece en diferentes formas, una nueva cada vez: el temor al suicidio, el pedido de ayuda y el pedido de cuidado se encuentran en la crisis de identidad, donde la voz del poema reclama no saber por qué ni cómo continuar con su vida. La tercera parte se abre, en cambio, con certezas: "tengo que confiar en los procesos /estoy dónde tengo que estar". Los últimos poemas atraviesan una recuperación del sentido propio, de la identidad recuperada a partir de la crisis; la voz pareciera reconciliarse con la incerteza y la herida, que ya no la ahogan. En esos poemas el yo decide “confiar en los procesos”, “atraviesa pérdidas” y “construye el deseo”, y reinventa la relación con su interlocutor de la parte anterior: “un hijo es para siempre / y un aborto también”. Parece que la voz encuentra, en el reconocimiento de su historia, su deseo y su decisión, una nueva forma de entender el pasado y el presente. El monopolio de la sensibilidad, destinado a las femineidades de este mundo, no es ya destino obligado y laberinto, sino un mundo a explorar que permitiría transformar la propia relación del yo consigo misma.
Dice Susy Shock en Crianzas, nombrando los espacios que alguna vez la expulsaron y que ella supo habitar, “ahí, entonces, una tiene voz propia, para decidir qué es lo que nos anda faltando, qué es lo más urgente, para que nuestros pibes y nuestras pibas crezcan brillosos y brillosas, sin una ruta divisoria, que les tajee el rostro y la frente”. El monopolio de la sensibilidad de Marina Gersberg parece intentar redescubrir “qué es lo que anda faltando” en el registro de sí, no para hacer crecer a otros pibes y pibas, sino para reencontrarse en su propio poder decir, en su propia voz.
(Actualización marzo-abril 2020/ BazarAmericano)