diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Sobre Biografía ilustrada de Mishima, de Mario Bellatin, Buenos Aires, Entropía, 2009.
1- Enfrentarse a la obra de Mario Bellatin es, para algunos, una tarea tediosa; para otros, aborrecible. Para muchos de quienes escriben habitualmente reseñas literarias, resulta apasionante. Es verdad que, al mismo tiempo, es difícil sustraerse de ciertos lugares comunes que se han instaurado, con mayor o menor justeza, en relación a su obra. ¿Qué sucede entonces alrededor de Mario Bellatin? Omitamos la respuesta, condenada a ser errática o falaz. Hagamos una enumeración, digamos acotada, incompleta.
*Desde hace unos años, el mejicano cuenta con el festejo casi unánime de un sector importante de los críticos argentinos.
http://www.elinterpretador.net/20AlanPauls-ElProblemaBellatin.html
*Muchas veces la desidia hace que aquellos objetos que resultan esquivos, difíciles de asir, generen manifestaciones producto de la inercia: adhesiones o crispaciones como resultado de una consolatoria simplificación; del afán por seguir o despreciar al “autor de culto” y participar en algo tan efímero como puede ser una moda en el campo literario.
*No hay que desdeñar el hecho de que, cuando un léxico ajeno a la literatura se proyecta sobre un autor, se generan, con perdón de la obviedad, lecturas indisolubles a la figura de ese mismo escritor (En varias oportunidades, Bellatin aparece mencionado como una “celebridad” y se le atribuye un campo semántico cercano al del “rock star”. El Gran Vidrio (Anagrama, 2007) tenía una faja y contratapa que citaban a Patricio Lennard: “Mario Bellatin se ha convertido indiscutiblemente en una de las estrellas literarias de la escena latinoamericana actual”. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2356-2006-12-10.html. Eso puede generar ciertos prejuicios. Como también ciertas poses, que lo colocan del lado del “escritor sofisticado” y lo asocian a una ironía “aristocrática” http://lamaquiladora.blogspot.com/2009/10/ambivalencias-de-un-escritor-mutante.html
Pero hay otras cuestiones que refieren, a grandes rasgos, a sus textos:
*Bellatin retoma artilugios conceptuales y formas de producción de las vanguardias históricas; y en este sentido, críticos como Juan Terranova, han dicho que su literatura es retro.
*En su obra suele inscribirse, con mayor o menor eficacia a lo largo del tiempo, su propio aparato crítico; el autor deja hilachas para tejerlo de manera articulada por fuera y al interior de sus textos.
* Si el territorio de la literatura puede ser el de la indeterminación y no el de la asfaltada superficie de la certeza, Bellatin es capaz de llevarnos directamente, en ocasiones, al extremo del hermetismo y de una pretenciosa ambigüedad.
*Bellatin plasma la sensualidad de lo hiperanalizable, realizando o reforzando operaciones que van desde los gestos copistas borgeanos a simpáticos mix de toques autorreferenciales. Por no mencionar las paradójicas respuestas que concede en algunas entrevistas, su actividad en la Escuela Dinámica de Escritores y sus performances. http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0408/articulo.php?art=17401&ed=0408
Y, si asumimos que cualquier texto es, voluntariamente o no, metaliterario, obras como Biografía ilustrada de Mishima funcionan en ese sentido de manera enfática.
2- Cada libro de Mario Bellatin sostiene, con respecto a los anteriores, la interesante histeria que proviene del cruce entre la autonomía y la continuidad de su mutante “obra completa” (la obra: un patchwork). Al intentar leer críticamente un nuevo título, es inevitable pensar en aquella frase de Graciela Speranza sobre la obra de César Aira. La crítica afirma que resultan inútiles “las disquisiciones habituales sobre la prolija lectura textual de la obra aislada”. Es conveniente relativizar aquella sentencia por un momento: habrá libros que al mismo lector pueden resultarle engorrosos y pretensiosos. Habrá otros que provocarán un efecto de lectura distinto. Se me ocurre Jacobo el mutante (Mansalva), como ejemplo del primer caso y Los fantasmas del masajista (Eterna Cadencia) como ejemplo del segundo.
3- A esta altura, en que han circulado algunas reseñas contundentes es probable que el lector conozca la historia de Biografía ilustrada de Mishima. (Digresión: hay novelas en las que Bellatin juega deliberadamente a la estructura errática; otras, como ésta, en que avanza en una dirección).
Resumamos: Mishima, un personaje con puntos de contacto con el escritor japonés, y con Mario Bellatin (desde las alusiones al síndrome talidomínico, a los títulos de sus novelas, la poesía sufí, etc) muere decapitado. Que “muere” es una forma de decir: “En esos momentos no existía la tensión nerviosa que solía experimentar, la que se instauró en su vida especialmente después de su muerte”, se lee. En Biografía... el autor vuelve a recrear un clima onírico; el poder premonitorio del sueño –y la escritura, para Bellatin, comparte la misma cualidad– y un universo ubicuo, herencia de misticismo católico –la figura del limbo–, de la filosofía espiritista, y del surrealismo, que hace posible la convivencia de espectros con seres “vivos”. Mishima decapitado concurre a una conferencia que un profesor da sobre él y, como los asistentes, somos testigos del racconto de su vida.
4- Ya se ha señalado, a veces con claridad, otras de modo implícito, que éste también es un libro sobre “el vacío” como condición de posibilidad de la literatura. La cuestión se reafirma en el texto con imágenes pesadas que van desde la carencia de cabeza del personaje a la contemplación de unos zapatos al borde de un precipicio o la mención a un bungalow en lo alto de una montaña que permite tener una mirada inaudita de la ciudad.
Si el exquisito Los fantasmas del masajista empezaba –una y otra vez– recapitulando información, Biografía ilustrada de Mishima vuelve de una nueva manera –una y otra vez– sobre los mismos problemas, al punto de alcanzar la densidad esquiva y potente de la que es capaz la pregunta más honda; el relato más extremo, la retórica filosófica más áspera. La maquinaria del relato, entonces, escande narrativamente otro camino. El profesor da su conferencia con una máquina que muestra lo real: un “simulacro” de realidad, que nos permite ver una proyección de la vida de Mishima. Entre otras cosas se nos cuenta, por ejemplo, que tuvo con la fotografía una relación extraña: tomaba fotos que nunca se revelaban o, directamente, no usaba rollos. Se habla de “fotos espectro”. El campo semántico del abismo y la vacuidad también se despliega en múltiples formas a lo largo de la narración.
5- Se duda sobre la naturaleza de la escritura. Se recoge el fantasma, la falta, el vacío, como un lugar desde el cual crear. En un momento, el personaje concluye sobre la “cabeza” y la “creación de palabras”, que “no podía existir una sin la ausencia de la otra”.
6- La pregunta, hacia el final, es: ¿Qué es lo alegórico, qué es lo real? En la relectura de las novelas que escribió considerándolas realistas, antes de que lo decapiten, Mishima ve ahora el desarrollo de imágenes que significan otra cosa.
7- “De qué río se nos habla en ese extraño exilio que es la escritura?”, es la pregunta recurrente. El camino que señala el transcurrir de la novela es barroso; el escritor no puede poner distancia, ni pie firme; las prótesis que llenarían el hueco de la parte escindida no funcionan, y todo eso vendría a configurar un ars poética.
8- La lectura podría volverse un tedio si el texto se entregara a la especulación lógica y a las disquisiciones filosóficas. Por suerte, Mishima tiene dimensiones atrayentes que el narrador cuenta con pericia, diversificando anécdotas y escenas, como la que refiere a la felicidad que le pudo provocar una circunstancia doméstica, con un pájaro enjaulado. O cuando intenta y fracasa ante condiciones materiales –quiere cobrar un subsidio mintiendo– u otras formas de enfrentarse al otro. En este sentido, Bellatin da un paso más, no sólo conjurando el estigma y la discriminación social ante quien no tiene lo que el resto, sino trasladando ese problema a los demás. Ya resignado a no insistir en ocultar su falta de cabeza (como exigen las cirugías reparadoras y las prácticas ortopédicas), el personaje convocará a un artista plástico para que cree sobre ese espacio vacío un ornamento mediante el cual no sólo él, sino todos, pudieran hacerse cargo de la monstruosidad. Así llega un momento en que el espectro se suspende, por un rato, por la alteridad. Y cierta desviación trasciende el culto a la conciencia individual y queda inscripta, también, cuando se expone el problema de las convenciones sociales. El protagonista y su amigo Morita se ven compelidos, por presión de una tía, a comprar un auto que ninguno de ellos desea.
9- Sin clausurar sentido pero sin caer en un pretensioso hermetismo, Biografía... interpela y da vueltas a una pregunta hasta el fondo, la procesa y la descompone en el intento de decirla de todas las formas posibles, como quien quiere atrapar la neblina que cae sobre una ciudad.
10- La escritura de Bellatin juega con su propia idea de que “el lenguaje nunca es lo suficientemente escaso”. La austeridad en el uso de adjetivos se combina, por otra parte, con la necesidad de escribir con otros recursos como la fotografía. Ya lo hizo varias veces antes, aunque en Biografía... el efecto parece ser un poco más radical.
Cuando termina la segunda parte del libro, el lector siente algo parecido a esos monjes que se tiraban a las aguas profundas del estanque: “Cayeron muy hondo y experimentó cada uno a su manera la desesperación del ascenso. Lograron, felizmente, salir todos a la superficie”. Bien podría aplicarse ese movimiento a la experiencia de lectura que provoca el libro. Hasta que pasamos al apartado de las fotografías, todas con epígrafes, e irrumpe la sombra de una sonrisa, levemente irónica, del narrador, que nos hace de pronto salir de ese estado; entonces, las preguntas sobre la productiva vacuidad se desvían en un juego que aliviana, un poco, todo lo anterior.
11- Una pregunta final, marginal, sobre el proyecto Bellatin. Tratemos de conceder para luego impugnar un proceso inherente a la producción de sentido. Es necesario estar alertas a aquella teoría según la cual lo que vemos son ideas que representamos de acuerdo al conocimiento previo que ya tenemos de ciertos objetos y problemas. Si superamos esto es, de todos modos, imposible sustraerse a la tensión que se genera entre el más profundo compromiso que manifiesta Bellatin cuando recrea elementos con los que ha trabajado antes. Si Biografía... retoma preocupaciones, tópicos, procedimientos y, en algunos casos, los reformula superando el horizonte de expectativas, también es posible preguntarse hasta cuándo y cómo podrá sostenerse, entonces, en el futuro, semejante proyecto; hasta qué punto la proliferación de cada texto y de cada operación bellatinesca no terminará representando un estadío epigonal; de qué forma continuará el ambicioso enjambre artístico-conceptual del escritor y bajo qué nuevas acciones podrá eludirse la obturación de sentido.
(Actualización abril-mayo 2010/ BazarAmericano)