diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
Empiezo por la mitad, que es como decir que empiezo por cualquier parte: no cabe duda alguna de que hace unos cuarenta o cincuenta años este libro hubiese sido considerado una novela experimental, un ejercicio de lucidez formal que habría estimulado a una considerable comunidad de lectores, quienes, completamente cautivados, se hubiesen probado a sí mismos al emular el acertijo propuesto por Schierloh con sus propias creaciones, erráticas y descomunales. Hoy, sin embargo, semejante desliz no tiene lugar. Queda en evidencia que este libro va mucho más allá que cualquier novela construida según el principio de estructura excedida. Felizmente se trata de algo mucho mejor: un desencuentro.
A diferencia de algunas de las mejores joyas que han producido recientemente las letras nacionales, no vemos en M un ímpetu renovado por transgredir las reglas del oficio narrativo. Lo que aquí hallamos no es un juego cuyo entramado de normas el autor ha decidido exagerar para que esta vez la partida resulte fresca y distinta a lo mismo de siempre; no, lo que hay en M es una invención nueva, un mecanismo de escritura configurado por sus propias leyes. Y lo mejor de todo: sin la demagogia de un manual de instrucciones. Hay ante el lector un despliegue de tablero, con sus fichas y señalizaciones enigmáticas, que resulta sumamente estimulante. No se trata de una biografía, ni de una antibiografía. Insulso sería también considerarla como una novela, o contranovela. El artefacto que Schierloh ha puesto a funcionar elude esos binarismos pueriles. Al mismo tiempo, y ya desde las primeras páginas, uno advierte que es inútil aventurarse en este libro utilizando un equipo de lectura habitual. Las herramientas de interpretación usuales y necesarias en otros textos aquí quedan inutilizadas inmediatamente. Escritor, editor, escritura, narración, cita, ensayo, ficción. Todas estas categorías presupuestas se vuelven brújulas que apuntan hacia cualquier lugar, astrolabios enloquecidos. En ese sentido, M garantiza una experiencia infrecuente, pero cada vez más necesaria: la placentera desorientación del lector, el vértigo que nos sacude al saber que tan cerca nuestro hay una vida que nos exige volver a pensar a todo desde cero.
Ahora bien, ¿de qué se trata M? La figura central del libro es el estadounidense Herman Melville, quien a lo largo de su vida (1819-1891) realizó distintos oficios, entre los cuales se destacan el de maestro de escuela, marino mercante, escritor, e inspector de aduana. Para algunos lectores de largo recorrido en la literatura anglosajona moderna Melville es el autor de Moby-Dick, una inconmensurable novela de más de 900 páginas que fue publicada originalmente en 1851, que fue recibida por la crítica literaria con cierto desagrado, que resultó un fracaso comercial para la editorial que la dio a conocer, y que no volvió a editarse hasta años después de la muerte de su autor. A excepción de su novela Typee, de 1846, que fue su trabajo más popular, gran parte de sus libros fueron menospreciados o ignorados por la sociedad de la época. Y Melville, harto de la golpiza constante que le propinaban las revistas literarias, decide esconderse de la mirada pública y abandonar la literatura. Sin embargo, continua escribiendo y planificando libros titánicos, como Clarel, un poema épico de más de dieciocho mil versos (es decir, más extenso que la Ilíada o el Paraíso perdido de Milton) cuyo tema es la vida de un joven estadounidense que viaja a Jerusalén para renovar su fe y su contacto con Dios.
Schierloh comete otro acierto en ese sentido: frente al autor de una obra oceánica y monumental, él escoge componer un homenaje sucinto, un pequeño libro de fragmentos aislados. Trozos de cartas, de artículos periodísticos, avisos publicitarios, grabados, ferrotipos, borradores de poemas, y pasajes que el mismo Melville subrayaba en algunos de los libros que estudiaba. Una selección de una selección. La totalidad de una vida que se hace añicos y se vuelve armar a partir de sus restos. El resultado es, por lo menos, fascinante. Frente a un escritor cuya carrera goza de un comienzo benigno, Schierloh decide enfocarse en los años en que Melville ansía borrarse completamente, en ese narrador frustrado que ha empezado a ver alguna luz en la poesía. Si una biografía es un retrato enorme donde la persona ocupa un primer plano ineludible, el trabajo de Schierloh es otra cosa: una falla excepcional. En M encontramos una escenografía en la que el actor principal permanece ausente. Como si el lector accediera al dormitorio de Melville apenas un momento después de que éste la abandonara. Un espacio íntimo donde la persona sólo está insinuada.
M es, entonces, una incongruencia digna de elogio. Su lectura es como remar en una balsa pequeña para perseguir a una ballena enorme y sólo lograr un avistamiento lejano. Y que eso sea mucho más que suficiente.
(Actualización septiembre-octubre 2019/ BazarAmericano)