diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Fátima Moran, la narradora en primera persona de La visitante, inaugura la novela con una queja, está molesta porque la noche anterior no durmió bien a causa del temporal y de la cama del hotel. Esas primeras páginas suman un rezongo tras otro: ella dejó su vida en Buenos Aires para instalarse en el valle de Tafingasta en Tucumán y más que añorar lo que en realidad no tenía, le preocupa su propia abulia, la falta de un horizonte que le resulte un poco más estimulante.
Cada tarde, al terminar el trabajo, vuelvo a mi casa rencorosa. De a poco y con cierta resistencia, empieza a deponer su hostilidad inicial.
Esa transferencia en el estado de ánimo, ese antropomorfismo que le endilga a la casa, le sirve a Fátima para evitar hacerse cargo de su malestar, pero también es la llave que le permitirá comenzar a ver las cosas con otros ojos. Su cambio, contrariamente a los consejos de autoayuda New Age, ocurren de afuera hacia adentro. Es el entorno el que la termina modificando. En la constelación de actantes aparecen Manuel, viudo, con Carola, su hija quien padece un tipo de retraso madurativo, Serafín un “ingeniero indio” y el cerro, espacio geográfico, pero también caja de Pandora que guarda un viejo secreto.
El libro, dividido en dos partes, luce más en el primer tramo, donde la palabra de los protagonistas ocupa un lugar central. Es como en aquellas películas donde se destacan más los actores que el guión, es una novela de personajes. Claudia Solans nos presenta humanidades potentes, paisajes perfectamente retratados, pero su voz narrativa se debilita un poco cuando recarga su escritura con una capa más de retórica. Premiada como autora de cuentos por el Fondo Nacional de las Artes y por Casa de las Américas, se enfrenta por primera vez al compromiso XL que implica escribir una novela y lo hace muy bien cuando deja “pastorear libremente” a sus criaturas. En cambio, al aplicar cierto corset argumental, la cuestión se empobrece un poco. La trama se vuelve un tanto sensiblera, a lo “Greys Anatomy”, a la que le suma una cuota de incidente “Viven”, ya no en la cordillera, sino en los cerros. Sin embargo y para no ser injustos La visitante se sobrepone a esos pasajes gracias al peso específico de sus personajes, su principal y más virtuosa materia prima. Alcanza por ejemplo con detenerse en la discusión que Fátima tiene con Serafín, en como él se ofende ante la exagerada corrección política de la porteña. Este pasaje demuestra que la visión de Solans es más rica y compleja que el previsible arco narrativo que termina por asumir el libro en el final.
(Actualización septiembre-octubre 2019/ BazarAmericano)