diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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La promesa de la felicidad. Una crítica cultural al imperativo de la alegría, de Sara Ahmed, traducción de Hugo Salas, presentación de Nicolás Cuello, Buenos Aires, Caja Negra, 2019.
0. ¿Quién quiere ser infeliz?
“Arruinar la fiesta”, es la tesis central de La promesa de la felicidad, el libro de la teórica inglesa-australiana de ascendencia pakistaní Sara Ahmed (1969). El libro fue publicado originalmente en 2010 y acaba de ser traducido por Hugo Salas, presentado por Nicolás Cuello y editado por Caja Negra en un contexto donde las tesis de Ahmed interpelan el corazón del presente latinoamericano y sus movimientos sociales.
Arruinar la fiesta de qué y de quiénes es nuestra pregunta cuando leemos un libro como quien mira pasar escenas, fragmentos, subrayados de la propia vida. Anotaciones sobre los modos en que se construye esa pedagogía normativa de la felicidad que se instituye, una y otra vez, ante nuestros ojos.
En un mundo donde nos acechan las técnicas del buen vivir, las alabanzas a la voluntad, la algarabía por el entusiasmo, el aplauso por la superación y el cínico “sé feliz con poco” –eso que la publicidad y las campañas de gobierno contemporáneo han aprendido tan rápidamente– ¿quién dudaría que la felicidad está ahí, para pertenecer como máximo galardón de la vida buena?
La autora dispara contra nuestra esperanza de lectura: no sólo advierte rápidamente que la felicidad no será entendida como cosa buena per se, sino que da por tierra los sustentos sobre la distinción de “sentimientos buenos y malos” que actuarían en la vida pública e individual de las personas hacia el bien común, e indaga sobre las vidas y genealogías posibles de aquellas personas que rechazaron aceptar las acciones que causarían la felicidad prometida. La desaparición de esos “malos sentimientos”, entre ellos, por ejemplo, la infelicidad y la vergüenza, son, justamente, la clave que oblitera las distintas formas históricas de injusticias y jerarquías sexuales, raciales y genéricas.
Así, pienso en la felicidad y pienso en los relatos borrosos de esas infancias queers que no reconocen la genealogía de la felicidad en su trayectoria. Nadie quiere narrar una infancia infeliz y nadie quiere, mucho menos, narrar una adultez insistente en el fracaso. Aguar la fiesta, sería entonces, aguar la performatividad que tienen las lógicas que reproducen la normalidad y las jerarquías en nuestras emociones políticas y en nuestras acciones cotidianas. Aguar la fiesta de ese hacer que debería direccionarnos una y otra vez, y ante el que fallamos una y otra vez.
Fracasar y fracasar mejor, diría Beckett, y sin embargo allí está la felicidad al acecho, como una promesa siempre latente para intentarlo, otra vez: “Quizá esta vez”; “Otra vez”; “De nuevo, otra vez”.
Ahmed sabe, tanto como nosotros, que la idea universal y teleológica de la felicidad es un instrumento ideológico que perpetúa la desigualdad, y que la distinción de buenos y malos sentimientos hace de los sentimientos heredados la estructura de las vidas que socialmente serán consideradas aceptables o abyectas. De allí su crítica cultural y su apuesta al rechazo de la promesa de ser feliz.
Pero no hay ahí una romantización del sufrimiento. No se trata de la aceptación de aquello que (no) nos ha tocado en suerte. Por el contrario, se trata de pensar cómo nos sostenemos colectiva y precariamente en la fragilidad del desgaste del naufragio.
Si nuestros zigzagueos tiene más que ver con el fracaso que con el goce de una eterna felicidad que nunca llega pero que performatea nuestras acciones bajo un rumbo y bajo ciertas acciones que nos llevarían a, por fin, la felicidad. ¿Qué significaría no apostar a “la” felicidad? ¿Y si nos dijésemos que la felicidad no es una cosa buena, qué quedaría de nuestras acciones realizadas?
¿Habrá manera de escapar de la búsqueda de la felicidad?
¿Y si cambiamos la pregunta?
I. Desertorxs in-felices
¿Un libro más sobre la felicidad?
Desde los orígenes de la filosofía occidental al actual consumo capitalista de teorías de autoayuda y políticas de gobiernos felices pareciera que durante 25 siglos nos hemos estado preguntando por la misma cosa: la felicidad. Eso que desde el nacimiento de la filosofía occidental parece acecharnos detrás del salto que no damos, o de los saltos que vivimos dando, pensando que detrás de los adoquines está la playa.
Pero ni la playa, ni la casa, ni hacer que te entre todo tu placard en una valija, ni la quietud, ni el justo término medio aristotélico son los problemas que Ahmed recupera en este nuevo análisis sobre la promesa de la felicidad.
Entonces, como bien se pregunta la autora en su introducción ¿Por qué la felicidad? ¿Por qué ahora? Nosotras también interrogamos ¿qué aporta esta crítica cultural contra el imperativo de la alegría?
El denominado Giro Afectivo en las teorías sociales contemporáneas viene interpelando las conformaciones de los afectos en la política pública. En este entramado de teorías críticas los feminismos vienen señalando desde hace décadas las conformaciones desiguales de género, deseo, raza y clase en las ordenaciones sociales que habitamos cada día. En este entramado crítico, las teóricas lesbianas, trans y queers –Ahmed es una de las referentes centrales pero, tal como señala Nicolás Cuello en la presentación del libro, podemos mencionar también a Heather Love, Ann Cvetkovich, Laurent Berlant, Jack Halberstam, Eve Sedgwick o José Esteban Muñoz– vienen interrogando profundamente los modos en que aquellos sentimientos felices funcionan cultural y socialmente rezagando, obliterando o evitando también hacer de nuestros sentimientos “feos, vergonzosos o del fracaso ” una experiencia de vida que accione como resistencia ante el imperativo de la felicidad existente.
Si la felicidad fue el horizonte político y teórico de la filosofía y la filosofía política hasta el siglo XIX, hoy parece más bien, que zigzaguea por esa memoria de la cultura popular que Ahmed se encarga de recuperar a lo largo de las más de 450 páginas del libro. La pregunta sobre “la felicidad pública” –que va desde la filosofía aristotélica, pasando por Locke, hasta llegar a Nietzsche–, atravesando las declaraciones de las revoluciones burguesas –que presuponían la felicidad como un derecho inalienable–, hasta los estudios contemporáneos de la publicidad que se encargan de performatear las valoraciones de “los bienes felices”; la felicidad se presupone como un bien universal, o a través de acciones y objetos que nos guiarán hacia eso que la sociedad ya ha considerado bueno y aceptable.
Ahmed zigzaguea, además, por la memoria de la cultura popular del siglo XX a través de lecturas que van desde Virginia Woolf, Radclyffe Hall, Ursula K. Le Guin hasta llegar al reciente premiado director Alfonso Cuarón, de quien no retoma la película multipremiada y criticada producción de Netflix Roma sino Niños del hombre (2006). Con ellxs y muchos otros productos de la cultura popular y de masas, la autora recorre a través de los cinco capítulos del libro distintos biotópics que le sirven para preguntarse qué sucede cuando huimos de la felicidad preestablecida. Sin embargo, no le interesa tanto la pregunta clásica sobre qué es la felicidad, sino dónde está localizada y qué hacen nuestras emociones y acciones con esa promesa feliz. Los objetos felices, las feministas aguafiestas y enojadas, los queers infelices, lxs inmigrantes melancólicxs y lxs revolucionarixs desilusionadxs serán los cinco tópicos negativos que la autora traza para preguntarse por el rechazo, la negación y los devenires “infelices”.
II. Errar y construir fragilidades colectivas
“Es muy duro huir de la felicidad en nombre de la vida”, dice Sara Ahmed mientras repasa con minuciosidad la historia de Laura, el personaje interpretado por la magistral Julianne Moore en la película Las Horas, dirigida por Stephen Daldry y basada en la novela homónima de Michael Cunningham.
“Hay un gran paso entre tomar conciencia de todo aquello a lo que se debe renunciar por vivir en conformidad con una determinada idea de felicidad y ser capaz de huir de la felicidad en nombre de la vida”, continúa la teórica australiana mientras nos recuerda lo cercana que es la felicidad que hemos heredado a la comodidad de aquello ya sabido. Un proceso de adaptación al que nos acostumbramos, cuyos casilleros conocemos de memoria y saltamos mientras intentamos ser felices.
En la feminista aguafiesta Ahmed historiza algunos de los presupuestos feministas centrales que cruzan educación generizada y felicidad, una crítica central ya desde los años 60 y que se remonta a la modernidad occidental clásica y su división sexual de espacios y acciones públicas y privadas. Retoma el clásico y criticado La mística de la feminidad, de Betty Friedan, que indaga en esa felicidad prometida que nunca llega, aunque exista la casa, el auto, los hijos y el marido.
La conducción del deseo a los ojos de lxs otros, o, como señala Ahmed hacer feliz a lxs demás, pero no sólo: instituir la felicidad como causa central que organiza el deseo individual hacia el tan mentado “bien común”. Ciegxs a que esa felicidad es heredada y no sabemos muy bien si es lo que deseamos hacer o no. Pautas que guían el hacer para “vivir bien”. Una lógica de postergación que sienta las bases centrales de la educación generizada y es también extensible a una larga trayectoria de existencias feministas y queers. A través de la idea de “queers infelices” la autora hace del “fracaso” de “volverse aceptable” -sentimental, amorosa y sexualmente- otra construcción posible de una vida habitable. Una existencia que se construye fuera de las lógicas de los sentimientos, los deseos y los universos afectivos acordes a la performatividad de la felicidad.
Pero Ahmed no se detiene allí. A través de las lecturas de la teórica negra y lesbiana Audre Lorde, presiona allí en las aguafiestas de la propia fiesta: las feministas negras “enojadas” –y las lesbianas “mala onda” podríamos agregar nosotras– que critican el racismo y el cisheterocentrismo de los propios feminismos. Un debate que sirve como eje nodal para pensar nuestro propio feminismo argentino contemporáneo.
Con agudeza Ahmed señala que la propia genealogía de los feminismos y movimientos LGBTIQ está atravesada por las vidas que pagan quienes se atreven a no callarse, lxs que “causan problemas”, “lxs que no se adaptan”, “lxs tristes y rabiosxs”. De nuevo, junto con Lorde señala que “no debemos protegernos de lo que nos duele. Debemos trabajar y luchar, no para sentir dolor, sino para advertir aquello que causa dolor, lo que significa desaprender todo aquello que hemos aprendido a pasar por alto, a no mirar”. Hablar es parte de ese desafío contra la felicidad impuesta, esa que no sólo no nos hace ni hará felices, sino que rechazamos como práctica de re-existencia.
“La promesa de la felicidad es aquello que no cumple su palabra”. Cuando Ahmed señala esto, no hace una apología de la derrota ni presupone personas quebradas capaces de resignarse a vivir una-otra vida posible.
Justamente, rechazar los sentidos instituidos de “la” felicidad es imaginar que podemos construir otras vidas posibles juntxs. La precariedad y lo sinuoso de esa construcción es lo que guía este libro. No se trata entonces de dar una (nueva) definición de la (ahora verdadera) felicidad sino de transformar el camino en una pregunta.
Crear e inventar nuevas posibilidades, querer las cosas equivocadas, aquellas a las que nos dijeron que renunciemos. “Cuando somos extrañas a la felicidad, pasan cosas” dice la autora y deja la lectura abierta para transformar la expectativa que debía cumplirse en una posibilidad a construir.
(Actualización julio - agosto 2019/ BazarAmericano)