diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Matías Moscardi

El lado oscuro de los objetos: por una teoría postapocalíptica

Hiperobjetos. Filosofía y ecología después del mundo (2018) y Humanidad. Solidaridad con los no-humanos (2019), de Timothy Morton, Buenos Aires, Adriana Hidalgo.

Encontrarse con una entidad ecológica es ser acechado”, escribe Timothy Morton en Humanidad. Este breve enunciado permite pensar algunas coordenadas iniciales de orientación para entrar en estos dos libros. Primero: tanto Hiperobjetos como Humanidad comparten una misma preocupación por lo que Morton llama “no-humanos”. En efecto: ¿cómo pensar el lugar de un gato o del calentamiento global en el contexto del capitalismo? Segundo: hay que subrayar la palabra “entidad”, de resonancias espectrales. Para Morton, el comunismo tiene su propio fantasma: la imposibilidad de incorporar, en el centro del sistema productivo, de manera activa y positiva, la no-humanidad. Tercero: ser acechado es una experiencia perimetral y ubicua. ¿De dónde viene la amenaza de Asalto en el precinto 13, de John Carpenter? ¿El malón que teme Sarmiento no parece un fenómeno omnipresente como la noche del desierto? Los hiperobjetos de los que habla Morton no tienen locación ni territorialidad definida: son diaspóricos, su ontología es escurridiza y elusiva; están en todas partes y en ninguna. Como dice Morton: se encuentran en retirada. Y sobre todo: cuestionan los modelos basados en las nociones de adentro y afuera ¿Dónde está el “allá afuera” cuando tenemos conciencia planetaria?, se pregunta Morton.

Sus libros son provocativos, su tono es el de la polémica y el de la discusión. ¿Con quiénes discute? Bueno, digámoslo de entrada y claramente: con la onda cool y bien pensante de la ecología, entre tantos otras tendencias de la época. La palabra “sustentabilidad”, por ejemplo, lo irrita: ¿de qué sustentabilidad habla la ecología y, sobre todo, sustentabilidad para qué y para quiénes? ¿Para la estructura económica neoliberal y capitalista? Morton se queja de la ecología es una práctica de teorías irreflexivas e inerciales, a las cuales muchas veces les termina saliendo el tiro por la culata. Por eso, lo que propone, en algún punto, no es tanto una práctica ecológica determinada sino las bases infraestructurales para lo que podríamos llamar una teoría ecológica postapocalíptica.

¿Por qué postapocalíptica? Es que para Morton el mundo terminó hace rato. ¿Qué es un mundo? ¿No es un hiperobjeto como la lluvia o el calentamiento global? ¿Hemos visto alguna vez la materia? Para Morton, el mundo como totalidad es estrictamente inimaginable por una buena razón: no existe. Y hay que celebrarlo: “Tres hurras para el así llamado fin del mundo, entonces, porque este momento es el comienzo de la Historia, el final de la fantasía humana de que la realidad es significativa solo para los humanos. Ahora tenemos la posibilidad de forjar nuevas alianzas entre humanos y no-humanos, ahora que hemos salido del capullo del mundo”.

En palabras de Morton/Aristóteles: creer que el mundo “existe” sería algo así como dar vueltas por un zoológico buscando el “animal”. “Lo humano es lo que yo llamo ´hiperobjeto´: una madeja de entidades distribuidas masivamente en el tiempo y el espacio que constituye una entidad en sí misma que es imposible que los humanos vean o toquen directamente". En este sentido, Humanidad es un título irónico y plantea un debate implícito con las teorías de lo común: "¿Quizás tener algo en común es un concepto espurio y peligroso? ¿Quizás debamos reimaginar la solidaridad sin el hecho de tener algo en común?". Imagino una sacada de chispas interesante entre Morton –que es inglés– y personajes que imagino más formales y solemnes como Jacques Rancière –argelino– o Georges Didi-Huberman –francés–.

Los libros de Morton son imaginativos en cuanto a figuras de análisis y cruce de tradiciones: hay algo de la impertinencia y el humor deleuzianos dando vueltas. Estamos ante dos libros en donde resuena, además, una tendencia contemporánea (no-francesa, más bien anglosajona): la de la mezcla de paradigmas epistemológicos disímiles, por ejemplo, pero también aquella que demanda la necesidad de pensar –como lo hacen Frederic Jameson, Zizek y Mark Fisher– a partir de los productos mismos del capitalismo y la cultura de masas: bandas y películas conocidas que funcionan como lubricante y nafta de la maquinaria filosófica. Lo que quiero decir es que su escritura está basada en una concepción de la filosofía como creación de conceptos: lo real simbiótico, por ejemplo, parece una especie de fusión entre Lacan y la biología.

Escribe Morton: “El ambientalismo como tal puede coincidir con el racismo cuando distingue rígidamente entre lo humano y lo no-humano. Pensar la humanidad de una manera no-antropocéntrica requiere pensar a la humanidad de una manera antirracista”. Si tuviera que sintetizar en líneas generales y de manera salvaje el trabajo de Morton, diría que se trata de una relectura del marxismo y el comunismo en clave de una filosofía ecológica que repiensa cada una de las categorías antropocéntricas habidas y por haber, empezando por sus puntos cardinales: los humanos y las cosas.

 

(Actualización mayo-junio 2019/ BazarAmericano)

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646