diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Lo que el cine le hace a las personas... y la novela irrumpe
Diarios del Capitán Hipólito Parrilla. Presunta bitácora del rodaje de Zama, de Rafael Spregelburd, Buenos Aires, Entropía, 2018.

El asunto es que la lógica funciona: se impone por capricho, como todo en el destino, y como nadie lo objeta, el sitio queda cristalizado en su demencia. Además, si deseo seguir adelante con la historia, debo suspender toda pregunta sobre el dónde. Y lo cierto es que todos, yo el primero, deseamos saber cómo demonios sigue esto que empezó raro y que ahora es sencillamente de otro mundo.

 

Rafael Spregelburd/Hipólito Parrilla. Diarios… pág. 81.

 

La forma “diarios” del título de este texto lleva a la primera persona en forma directa. El nombre del capitán, Hipólito Parrilla, al personaje que va tras un tal Vicuña Porto en la novela Zama de Antonio Di Benedetto, situada entre 1790 y 1799, y también en la película Zama de Lucrecia Martel, estrenada en 2017. “Presunta bitácora del rodaje de Zama” reenvía a un cuaderno de viaje en medio de la filmación de una película. De la literatura la cine, del cine a la literatura, de 1790 a 2017, de Spregelburd a Parrilla o de Parrilla a Spregelburd, sin mediar explicaciones. Una atmósfera endiablada. Una marcada confusión en cada día que lleva a la risa rabelaisiana, es decir, a la flexión barroca sobre la vanidad y vacuidad de los hechos, las cosas, las personas, los sucedidos desplegados en un continuo sin fin, parecidos pero distintos.

Rafael Spregelburd es el autor que aparece con su nombre en la portada, “el actor” que hace de Parrilla” y firma el “Epílogo”, aclarando en lo inmediato que es “un prólogo”, la persona/personaje que, se supone, escribe poseso por Hipólito Parrilla estos partes diarios que van del 16 de mayo al 5 de junio de 2015. Apenas veintiún días en la “Ciudad Fermosa”, o acaso Buenos Aires o Empedrado, según declara el texto donde habla Hipólito Parrilla, al final, antes del Epílogo de Rafael Spregelburd, que es prólogo, y donde dice que las fechas no son las que figuran en los diarios sino todo junio y todo julio. De remate, el epílogo lleva fecha del “Viernes 30 de marzo de 2018”.

Comento el juego y entrevero de las fechas para ofrecer una idea del extraño mundo en el que el/la lector/a de los diarios puede sumirse.

Spregelburd, el autor de este texto, el actor que hace de Hipólito Parrilla en la película, el dramatrugo, director, cineasta, guionista, docente, traductor, metido “hasta el tuétano” en el cuerpo del personaje que posiblemente haya vivido hace unos doscientos años atrás, quien vive y muere en la novela de Di Benedetto publicada en 1956, quien vuelve apenas entrevisto en la película de Martel, escribe un texto que la Editorial Entropía cataloga entre sus Apostillas, donde va, dice Spregelburd, lo que no se sabe dónde poner y la poesía. Otra vez, otro enredo. ¿Apostillas a qué? ¿A la película (“presunta bitácora del rodaje”)? ¿A la novela de Di Benedetto (Zama se llama)? ¿A las civilizaciones que se extinguen y al cine (como dice la dedicatoria)? ¿“A lo que el cine les hace a las personas” (tal como sigue)? ¿“A lo que las personas le hacen al cine” (como termina)?

El mismo Spregelburd dice en otra entrevista que se trata de “Una puesta en escena de un hombre que escribe una novela sobre una película” (“Yo hago partícipe al lector de una creación impura” https://www.tiempoar.com.ar/nota/rafael-spregelburd-yo-hago-participe-al-lector-de-una-creacion-impura 20/01/2019). En diferentes oportunidades insiste en que se trata de poesía –se alegra de que Link así se refiera a su texto (https://ar.radiocut.fm/audiocut/rafael-spregelburd-siempre-es-hoy-radio-del-plata/

13/02/19). En definitiva, si me atengo a lo que leo, casi veo, porque puedo escucharlo sobre un escenario, un largo monólogo interior que Entropía decide catalogar entre sus Apostillas porque no se sabe cómo definir desde el punto de vista genérico.

Un mundo raro, de entreveros riesgosos, alucinantes y alucinógenos. En varias ocasiones Parrilla, tomado cada vez más por la fiebre tras la picadura de una araña, no entiende bien qué es lo que pasa, lo que sucede a su alrededor: aparatos desconocidos para él y luces y maquillajes y la enrevesada cronología de los días (de un rodaje). Llega el punto de una jornada extenuante en la que será maltratado, torturado y vejado por una tribu estrafalaria cuyo fin, después, será apenas existir en la película. Tampoco entiende, extrañado, como casi muerto, vuelve a vivir para corregir errores de continuidad o luz o parlamentos. La mayoría de las veces Hipólito Parrilla no entiende. Spregelburd y nosotros no del todo pero sospechamos y entramos en el juego de la espera. Spregelburd boceta, nosotros expectantes, nos disponemos a ver qué pasa. No hay más que esperar. Y ya es bastante. Porque, precisamente, “a las víctimas de la espera” dedica Di Benedetto su novela y el texto de Spregelburd empieza esperando y esperándonos. Así las cosas, vivir, sabiendo finalmente, que “todo es en vano” y aun así “intentarlo todo” (pág. 133).

La novela” no era tal cosa cuando se escribía sino un “ejercicio de libertad” dice el autor/actor en varias entrevistas. Contar el rodaje como si quien narrara fuera el personaje y no el autor, personaje del siglo XVIII que no sabe que está haciendo de sí en una película del siglo XXI y, para colmo de males, ni siquiera es el protagonista.

 

el objetivo inmediato era liberar la mano que escribe, dejarla suelta, y al mismo tiempo, compartir el asombro del rodaje, sus aventuras, con mis compañeros de tarea. Yo escribía tres o cuatro páginas por noche […] les pedía a los productores una impresora prestada; las imprimía cuidadosamente, les ponía un ganchito y las deslizaba por debajo de las puertas de los actores, técnicos, asistentes. Era para reírme y para hacerlos reír. […] Pero las páginas se me fueron acumulando. Y como dejé de hacerlo en los primeros días, después ya no pude dejar de hacerlo. (“El proceso creativo de Rafael Spregelburd y el Capitán Parrilla”, https://revistaelinconsciente.com/2019/02/13/)

 

Desentendido del rodaje y de la película, Spregelburd encuentra su material reunido y encuadernado para la fiesta de fin de rodaje y recién ahí, dice, admite que podría ser una novela y que podría funcionar como novela. Casi sin corrección, decide no violar las reglas del juego y sacar el texto como nos llega, en forma de diarios de un personaje menor que parece no tener pasado ni futuro dentro de la película de Martel (quien, por otra parte, llamó a Selva Almada para contar el detrás de escena). Sin embargo, las indicaciones de la directora son precisas: Hipólito Parrilla hace todo lo que hace para demostrarle al padre muerto que él puede estar a su misma altura, la de un capitán heroico y admirado por su pueblo. El pobre Hipólito, con semejante responsabilidad, en la búsqueda de heroicidad, no alcanza a saber sino en su fin que el objetivo material de su búsqueda, el famoso delincuente Vicuña Porto, no es otro que un soldado de entre su propia tropa burlándose de él. La novela fue la forma de “ser Parrilla”, dice Spregelburd. Una flexión y reflexión sobre el personaje para no fingirse, o poder fingir bien, ser Parrilla. De suerte que el personaje llega a interpelar al actor mediado por el autor que escribe sus interpelaciones.

 

Pues hoy que no hay Parrilla, veo claramente lo que pasa. Un tipo cualquiera hace de mí […] me encarna todo y por completo, aunque por un momento de luz y acción y arte sus bordes y mis bordes coinciden plenamente para que él y yo seamos uno, me abandonará muy raudo el botarate cuando descubra que no puede con mi alma, cuando se le acabe ese entremés con el que paga su alimento, cuando le ofrezcan una de artes marciales y extranjera o un programa de arquitectos en su salsa. (65-66).

 

Un texto escrito para jugar consigue la risa ante el personaje perdido en el tiempo histórico y, a la vez, en el tiempo del rodaje pero, también, una interesante flexión sobre el tiempo y la ficción y el lugar de quién vive en y crea constantemente ficción, el revés de la trama de un escritor/actor puesta en escena que confiesa aquí, más o menos, cómo está en el mundo, como a lo mejor estamos todos. Medio perdides. E igual, se ríe.

 

(Actualización mayo-junio 2019/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646