diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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En el nombre del árbol
El libro de Tamar, de Tamara Kamenszain, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2018.

Gershom Scholem descubrió que en el Sefer Bahir, uno de los libros principales de la mística judía, la palabra “Tamar” se refería a la palmera datilera específica de las regiones de la Mesopotamia. Como símbolo, decía Scholem, refería a una articulación de los principios femeninos y masculinos, entrelazados en el árbol. Este dato, que para Scholem forma parte del intrincado sistema de lectura cabalística, acaso habría interesado a Héctor Libertella, cuando un día del año 2000 deslizó bajo la puerta de su ex mujer, Tamara Kamenszain, otro intrincado texto, llamado “Tamar”. Y aunque en su libro Kamenszain recuerde que “Tamar” significa “palmera”, lo que me hace pensar en Scholem es menos la palabra hebrea que la idea de la lectura como relación creadora.

El poema llevaba adelante una nota: “Tamara: emerjo de un sueño con la máxima cantidad de anagramas y combinaciones de tu nombre. ¿Tanta cantidad de bolsones semánticos pueden esconder 5 letras?”. Muchos años después de recibida, Kamenszain se propone leerla, confiando en que “la teoría de Kristeva acerca del secreto del amor que pesa sobre el nombre de la dama coincide palmo a palmo con el secreto de Tamara: la loca pretensión de que el poema ‘Tamar’ le diga algo que le permita recuperar de algún modo al hombre que alguna vez amó”. Se trata entonces de descifrar la carta escribiendo otra, para hacer aparecer un semblante. O varios: el del escritor, el del lector, el del editor, el de la lectora, los de los amigos lectores. Pero el efecto espectral va más allá, y termina por complicar el asunto del antes y después, porque avanza sobre los destiempos amorosos y la retrospectiva de los actos. Porque, si El libro de Tamar es en sí mismo el desglose de una intrincada simbología, ¿cuándo sería la verdadera fecha de escritura del poema de Libertella? ¿El año 2000, cuando Tamara lo guardó sin leer? ¿O es ahora, que Tamara lo recibe? ¿Héctor resguardó a sabiendas el potencial de su lectura (premisa clásica de la vanguardia)? ¿Y si así fue, en qué consistía ese don? Y si los amantes se encuentran en el poema “Tamar”, como también verificaba Scholem en el símbolo de la palmera, ¿de qué tipo de cartas nos habla Kamenszain?

Severo Sarduy usaba la palabra “retombèe” para los efectos futuros del pasado, “causalidades acrónicas”, decía, “consecuencia de algo que aún no se ha producido”. En El libro de Tamar se presentan algunas. Tamara relee un poema suyo, de Vida de living, y la lucidez que echaba, retrospectivamente, sobre Libertella y el alcoholismo. Otro, de Tango Bar en el que encuentra su voz (“yo también soy/ una criatura tuya”). “Textos proféticos lejanos”, dice Kamenszain citando a Viel Temperley, que le permiten a hallar, sin que le deje de temblar el pulso, sus propias anticipaciones del final (el de ellos dos, el de él). Anticipaciones, que, por otro lado, también podrían leerse como misivas, intentos (¿fallidos?) de comunicación, puentes invisibles desde y hacia “Tamar” o El libro de Tamar. El despliegue de los “bolsones semánticos” diseña así una cartografía de textos en la que también ingresan Black out, un libro actual (2016) que habla del pasado (la amistad de Moreno y Libertella como compañeros de bebida), o Aquí América Latina, de Josefina Ludmer, un libro menos actual (2010) que habla del futuro, ya que le muestra a Tamara, cuando escribe, la capacidad de Libertella de “territorializar el presente” con sus palabras.

El libro de Tamar es varios libros, entrelazados por una expresión fuerte, directa, de la emotividad que le produce escribirlo. Es la llegada al puerto de la prosa, después de navegar por la novela de la poesía, que dice “llanamente” el yo, o al menos, no oculta su autobiografía. Es la historia entre Tamara y Héctor, amándose al amparo del toldo textualista, un “hechizo lenguajero” que, cristalizado, acabó por disolver el diálogo. Es también una reflexión sobre la propia escritura, que del despojo del barroco, abrió otra posición subjetiva, más nítida. Y al revés: “liberarme de esas críticas fue un paso para liberar mis propios escritos de algunas ataduras retóricas de las que yo misma me quejaba”.

Como en otros momentos de su obra, en los que cada libro de poesía llega acompañado por otro de ensayos, que lo espejea, El libro de Tamar se lee a la par de Una intimidad inofensiva, los ensayos publicados en 2016, que abordaron el ingreso al realismo y lo autobiográfico en algunas voces femeninas de finales de los noventa. El libro de Tamar traslada para sí esa indagación, y por este motivo es también, un “literal” ejercicio de lectura que la lleva a saltar el cerco textualista y transgredir la veda sobre el “realismo confesional” de su generación. Y en este punto, la órbita de ese amor se encuentra habitada por los amigos y compañeros, que también ingresan para hablar de las coincidencias inestables entre los afectos y la crítica.

La dedicatoria “A la memoria de Ana Amado y de Josefina Ludmer”, resulta en este sentido, una hermosísima señal. La carta de Héctor era privada, la respuesta de Tamara parece pública (es un libro); pero si uno se ubica en la dedicatoria a las amigas, la cuestión se complejiza, porque: ¿a quién contarle una historia de amor sino a las amigas? Dedicado a las dos juntas, además, la apertura dibuja una escena y un tono, como si dijera: ¡miren de lo que me acordé! ¡Miren lo que encontré! Esa ofrenda a las amigas quita de un plumazo cualquier atisbo de soledad, confesión, acusación o inscripción “seria”, “pesada”, “testimonial”. Escribiendo, al mismo tiempo que la historia afectiva de una generación, las críticas a esa generación, Tamara no deja de hablar con sus amigas, que son, a su vez, grandes mujeres de la crítica argentina.

¿De quién son las cartas cuando se las envía? ¿Del remitente o del destinatario? El libro de Tamar vuelve evidente esta pregunta. A la vez, el sentimiento de soledad frente a las historias que tal vez nunca sean contadas, –como dice, en seguida después de la dedicatoria, el epígrafe de Mark Strand–, se reorganiza en el tiempo imaginario de una conversación múltiple, entre los amantes, los amigos, las amigas, que la lectura convierte en tiempo sin medida.

(Actualización mayo-junio 2019/ BazarAmericano)

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646