diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Una mancha invasiva; una taxonomía bestiaria; una dependencia contraída; prejuicios étnicos; la desolación expectante en una ruta; el hábito ideologizado de la perversión; la sujeción a un deseo visceral; unos gestos en común; el rigor del mandato familiar; un continuo fabuloso entre obra (texto-“tejido”) y realidad; un apetito formidable, un recuerdo inoportuno; una velada interrumpida. Estas son algunas claves de lectura, anudadas en el epígrafe de apertura sobre fraternidades insondables entre hombre y animal. El fragmento corresponde a Jacques Derrida y desde allí el libro que nos ocupa pone en escena las zonas insospechadas o entrevistas entre modos de convivencia, vecindades y contagios, formas de vida que nos hablan, más de similaridades dispares que de semejanzas cartesianas. Estas son algunas entradas posibles y arbitrarias de las narraciones que dan forma a Faunas, el nuevo libro de Patricia Ratto. Y como se ha señalado, la escritura se detiene en una minuciosa elaboración sesgada, al bies, de los recíprocos vaivenes entre lo siniestro y el humor. Si la textualidad de Ratto supo provocar en nosotros, sus lectores, algo parecido a una espera o cierta previsión garantizada en las elecciones argumentales (reincidencias deliberadas en ciertas zonas del saber), con Faunas hace declinar nuestras certezas ficticias. Por un lado nos cautiva la composición (en el sentido literario y también musical del término) de una ambigüedad, cierto efecto dislocado por la vacilación, lúcida, irónica, de escenas, casi siempre domésticas. Por otro lado, la narratividad (condición ineluctable y atributo privilegiado en la escritura de la autora), realiza mundos cuyas zonas en común son la inapropiable singularidad de rostros y semblantes. “Narratividad”, creo, es el término que alcanza su pleno sentido. Por exceder a la clausura de un cuento acabado, a la armonía preestablecida de creencias e ideologías convencionales. La textualidad de Patricia Ratto deambula en torno de hechos, si no probables, posibles; si no visibles, imaginables; efectos impropios de aventuras, anticipaciones y recuerdos velados a la percepción automatizada o a la ceguera de la empiria. Los relatos de aconteceres y sucesos fugados de la convención de lo verídico, inscriben su marca entre lo reconocible (el trayecto de una obra lograda, el recorrido de una poética y una firma autoral), más el trazo novedoso como señal de una diferencia. Faunas registra el signo que identifica el nombre propio y a su vez, el síntoma peculiar de una prosa desplazada de la microscopía histórica. Así, la mirada posada, detenida en la Dictadura, o en el silente fondo marino de Malvinas, articula una perspectiva total y puntual, general (en cuanto a sucesos fechados) y singulares. Porque Ratto, ahora, da una vuelta de tuerca al registro historiográfico volcando en la letra una materialidad en dos de sus sentidos: el tiempo y la tensión entre naturaleza cultura. Es así como Faunas explora la doble condición que deconstruye preeminencias y jerarquías entre reinos: el humano y el animal, la cultura y la naturaleza. Acaso lo que trama ese ida y vuelta de perturbadoras reciprocidades, la trenzada vertebra que sostiene la narración, sea simplemente el tiempo. Aquel que ya no transcurre lisa y llanamente como sucesión lineal porque la acción (constitutiva para un personaje) destituye cronologías consecuentes para sustituirse en transformadores reservorios rítmicos. Decía antes, que la prosa de Ratto reclama procedencias musicales. Y tiene que ver con el modo de hacer visibles las furtivas remisiones entre personajes humanos y criaturas que no siempre consignan una pertenencia determinada. Hay animales que irrumpen, que caen, que aparecen, que se esfuman en una intemperie imaginaria o en un estampado uterino; hay sátiros benévolos que rozan la violencia para dejar la huella amorosa de una fuga. Hay afectos y necesidades mutuas que desdibujan las fisonomías pero sobre todo, hay subjetividades que señalan el pasaje o el salto o mejor, la vuelta atávica a una vida en común que borra las fronteras específicas entre las especies. Por ello, la forma que toman los acontecimientos se modulan en las coordenadas de una temporalidad poliédrica, un tiempo que a veces parece inmóvil y fijo en la quietud del instante eterno, un tiempo que pasa y no pasa. Segundos, minutos, horas y días para contar la fábula de una condición poshumana. Patricia Ratto traza una partitura sutil entre los matices de modos, estados y tiempos. Y porque el cromatismo acompaña la sensación, tan real como mágica, tan vívida como alucinada y onírica, los distintos planos del sistema pronominal (una sabia alternancia entre la primera y la tercera persona jugada entre la omnisciencia y el estilo indirecto libre), hacen visible gestos de un pasado remoto, residual en un presente masificado, comercial y tecnológico. Ratto desplaza con maestría delicada las variaciones entre el infinitivo (la suspensión condensada del instante en “Rara avis”), el pretérito imperfecto (en tanto simulacro de supervivencias continuas (“La mancha”), el vaivén entre pluscuamperfecto e indefinido (“Como si se acabara el mundo”), cifrando un punto de llegada o el final definitivo de sentencia. En el haz de relatos que la autora nos dona, se conjuga una sintaxis articulada entre la extensión y la puntualidad, lo simple y leve enhebrado con la intensidad. Es ahí donde radica la experiencia de un sentido materializado como el enigma pendular entre el misterio y el secreto identidades difusas. “Rara avis” expone el vínculo complejo entre memoria y olvido, el retorno a un punto de partida que nos habla de la vida y la muerte; sin causalidades mecánicas, se atreve a bucear en los suelos mórbidos de una inminencia catastrófica, latente, nacida de la imperiosa necesidad del afecto. En los umbrales de ese devenir, reside el sujeto gregario constituido a su vez en una soledad que le vuelve difícil la posibilidad de vivir juntos. Tiempos colectivos donde los llamados perentorios de civilización urbana pulsa el compás de espera para que surja, como un síntoma despiadado, los sujetos inmersos en los tiempos del abandono.
(Actualización marzo-abril 2019/ BazarAmericano)