diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

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Diseño

Matías Moscardi

La prueba de la imposibilidad
Obras, de Édouard Levé, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2018.

¿Qué diferencia existe entre una idea artística y su realización técnica, entre el diseño del «proyecto creador» y su efectivo pasaje al acto? Boris Groys dice que los proyectos artísticos son formas estéticas en sí mismas. Por otro lado, ¿qué resulta más difícil: llegar al concepto u otorgarle, a posteriori, una forma material concreta? Este año empecé a trabajar en una escuela de artes visuales con estudiantes de Diseño Gráfico. Notaba que, ante cualquier tipo de consigna, el acto reflejo del grupo era ir directo al boceto, al dibujo, a la computadora, como si las ideas aparecieran ahí sin mediación del lenguaje, producto del devenir inmotivado del trazo. Por eso, se me ocurrió que las Obras, de Édouard Levé, traducido por primera vez al castellano por Matías Battistón y editado recientemente por Eterna Cadencia, podrían ser una buena forma de pensar estados embrionarios previos a la resolución disciplinar.

La descripción del libro de Levé es tan sencilla como desbordante: se trata de la enumeración de 533 ideas para la realización de performances, instalaciones, piezas artísticas y textos literarios experimentales. Ahora bien: ¿necesitamos, después de leer la idea, ver la obra realizada? De alguna manera, Levé inventa un espacio pre-artístico que es, a su vez, pos-artístico: un espacio puramente ideativo, donde la obra se efectúa en la lengua como si la lengua fuera, en sí misma, su materia prima privilegiada o primigenia. Algo de esto nos recuerda que cualquier tipo de formalización –plástica, escultórica, fotográfica, etcétera– empieza primero a tomar forma como proyecto en el lenguaje mismo para luego, en todo caso, transformarse en otra cosa, mudar de piel, traducirse en otros materiales.

Otra cosa que llama la atención es la insistencia y la creencia en cada uno de estos micro proyectos: incluso cuando algunos se reducen a inventarios de nombres u operaciones absurdas, Levé va hasta el final. Imagina, por ejemplo, un cuadro donde aparecen pintados los artistas que el autor conoce y, acto seguido, los enumera. Sus bosquejos nunca son perezosos o precipitados y, si bien algunas ideas se sintetizan en una o dos oraciones, otras se extienden por páginas. Como sea, lo que quiero decir es que la escritura de la idea genera su propio tiempo y espacio, demanda su propia duración y su propio estilo textual, como si fueran minúsculas gemas de lenguaje trabajadas en detalle para incrustarse, más tarde, en una maquinaria mayor.     

¿Qué tienen en común las ideas que Levé imagina como obras futuras? Creo que hay algo del orden de la insignificancia en todas ellas; es decir que no hay alegorías, significados trascendentales, metáforas inmediatamente codificables:

 

278. Un documental retrata a un pintor del que no se ve ningún cuadro.

323. Un hombre sumido voluntariamente en un estado extremo de cansancio pinta a un hombre durmiendo.

438. Un cirujano realiza tatuajes invisibles en las paredes de órganos internos.

 

De hecho, en la línea de la literatura potencial de la OULIPO, el libro de Levé mueve por su imaginación, muchas veces, a la carcajada. Esto quiere decir que no se trata de dislates caprichosos sino, por el contrario, de la búsqueda de un tipo de sentido que, como diría Sontag, se construye contra la interpretación: ahí tenemos un litro de plomo fundido vertido en gravedad cero en el vacío y expuesto como quedó al endurecer, la construcción de una casa dibujada por un niño de tres años, una gacela disecada dentro de la piel del leopardo que la mató, una novela de Philip Dick reordenada de modo tal que la última oración sea la primera y la primera, la última.

Hace poco leía un libro de Alberto Giordano sobre Roland Barthes que me pareció buenísimo. Ahí, Giordano dice que si bien el acontecimiento literario se realiza en el discurso, a su vez esta realización se sostiene en una instancia irrealizable: «una voluntad de escritura extraña a las voluntades de representar, comunicar, expresar o intervenir que dominan en los discursos». Giordano habla de una contra-efectuación en tanto «voluntad vacía de escribir (sin objeto, sin sujeto, intransitiva e impersonal». Algo parecido dice Maurice Blanchot en uno de los ensayos de El espacio literario: «quien se consagra a la obra es atraído hacia el punto en que ésta se somete a la prueba de la imposibilidad». La obra, escribe Blanchot, «es tan inútil como indemostrable; no se verifica, la verdad puede aprehenderla, la fama puede iluminarla, pero esa existencia no le concierne, esa evidencia no la hace ni segura ni real». La palabra que Blanchot utiliza para hablar de inacción hace eco en las Obras de Levé: dés-oeuvrer, desobrar. En este sentido, Levé es, literalmente, un autor absolutamente consagrado a la imposibilidad de sus obras.

       

(Actualización noviembre 2018 - febrero 2019/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646