diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Una niña en tránsito a la adolescencia que descubre, a partir de la huida de la madre, el reglado mundo de la adultez; un trabajador petrolero que viaja en la noche por el desierto patagónico para encontrarse con una mujer que no es su esposa; una mujer que se entrega a los paseos por el zoológico, a la fabricación de artesanías y a la sugestión de la infidelidad luego de aceptar el retiro voluntario; una joven que sufre un accidente mientras realiza escalada y aprende, durante la recuperación, el don de la sospecha y la persistencia; un guía turístico de El Chaltén que fabrica cañas de pescar y, separado por unos días de su pareja, se acuesta con una de sus clientes; una mujer que sale de excursión con su esposo y su hijo por un cerro en territorio mapuche y accede, en un momento, a una revelación tan delicada que no puede siquiera ser verbalizada; otra mujer, en este caso veinteañera, habla con dos amigas de la universidad acerca de una experiencia de éxtasis y terror que tuvo en la costa uruguaya. Este tipo de historias cuenta Pía Bouzas en Una fuga en casa, una colección de cuentos cuyo estilo no es difícil de vincular a cierta tradición del short story norteamericano por lo que tienen de sobriedad en el manejo del lenguaje y por la temática realista generalizada. De acuerdo con esto, los personajes, escenarios y situaciones se corresponden con el orden de lo cotidiano.
Afuera del recuento practicado más arriba quedaron, intencionalmente, dos relatos. Uno de ellos, “Variaciones”, merece especial atención. En primer lugar, debido a su peculiaridad formal y, en segundo, porque se revela posiblemente como la condensación del libro. Incluso puede ser pensado como desviación hacia un programa futuro de escritura que mantenga con esta colección actual una relación ya no de pertenencia sino de divergencia. El cuento se presenta a modo de cuatro variaciones breves sobre un mismo tema. El primer fragmento plantea el argumento base (dos viejos conocidos coinciden en una librería y terminan pasando toda la tarde en un hotel, luego de lo cual se despiden) y las tres secciones restantes ensayan distintos desenvolvimientos posibles de la misma situación inicial (dos personajes que se encuentran en una librería después de mucho tiempo). Este ejercicio disyuntivo de literatura potencial reenvía al comienzo del libro, ya que Una fuga en casa lleva como epígrafe la siguiente frase de Marcelo Cohen: “Creo que la única forma de ir al grano es atacar la enésima variación de algunos episodios”. Y, efectivamente, el libro de Bouzas se organiza de acuerdo con un mecanismo de repetición de temas y situaciones relacionados con afecciones como el desamor, la pérdida o el abandono. La singularidad de “Variaciones” es que esa tentativa de volver a narrar cada vez los mismos asuntos está llevada a la experimentación formal.
El otro cuento, “En la habitación matrimonial”, anuncia ya desde el título aquello que recorre todo el libro: la institución familiar como problema. O, con mayor precisión, las relaciones afectivas sometidas a examen. El cuento trata de Enrique, un artista de sesenta años que se define a sí mismo, antes bien, como un mero coleccionista, y que recibe la visita de Violeta, una galerista exiliada desde hace treinta años en España. Ambos mantuvieron un amor de juventud antes de que ella partiera al extranjero. En la actualidad, la mujer de Enrique, Inés, padece una enfermedad terminal que la ha dejado en coma y convaleciente en el cuarto matrimonial. El encuentro de los antiguos amantes transcurre en una media lengua atravesada por la precaución: “Hay en las palabras de la mujer una carga que desmiente la ligereza del encuentro”. A medida que avance la visita, esa carga se irá desplegando y exhibirá la trama de aquella relación trunca ubicada en el pasado. La lengua se relaja, la tensión se atempera y la descarga culmina con un postergado beso en el ascensor, antes de que Enrique y Violeta se despidan otra vez de manera apresurada. El hombre vuelve a la habitación a cumplir con los cuidados que requiere su mujer, se acuesta junto a ella y le habla aunque Inés ya no pueda escucharlo. En un relato en que el pasado se hace presente, repentinamente, a través de la visita de Violeta, mostrando cómo se revela de pronto la duración –el paso del tiempo–, Enrique se pregunta: “¿En qué momento la vida se convirtió en esto?”. Los relatos tocan las distintas alternativas del drama doméstico y aun cuando el escenario sea la montaña o el desierto lo que le interesa a Bouzas es trabajar con los espacios íntimos.
El libro tiene al menos dos informaciones que funcionan como índices del presente. Por un lado, los retiros voluntarios, los despidos, las indemnizaciones y, desde luego, el temor a ser despedido. Por otro, la temática patagónico-mapuche. Con todo, los relatos no colocan en su centro dichos datos, por lo que se puede afirmar que estos cumplen no una función de denuncia sino más bien de referencialidad, en el sentido de que ubican en un tiempo específico los sucesos narrados. Las tinieblas de lo contemporáneo no son recibidas, entonces, como una bofetada, sino que se deslizan por la letra de manera callada. Pero hay además un elemento específicamente lingüístico que hace que los relatos funcionen en presente más allá de las informaciones coyunturales. El uso del presente como tiempo verbal privilegiado de la narración se ha vuelto un recurso extendido en la literatura argentina reciente. Bouzas se sirve de ese recurso aunque no profusa sino estratégicamente, como por ejemplo en el cuento que da título a la colección, en el que la voz narrativa es la de una niña que transita el pasaje de la infancia a la adolescencia. Para narrar el momento exacto de ese pasaje, la autora elige el tiempo presente. La protagonista de “Valizas”, transida por una separación inminente, también se encuentra en una instancia de transformación que la llevará hacia un lugar que todavía desconoce. Quizás por eso la narradora dice que Camila se mueve en un puro presente. Aun cuando estén escritos mayormente en el tiempo convencional de la narración, todos los cuentos de Una fuga en casa parecen participar de ese puro presente.
La economía narrativa de los relatos debe su eficacia, en buena medida, a la elaboración de un sentido segundo, sutil, que emana de ciertos momentos de epifanía vividos solitariamente por un personaje que se ha visto enfrentado a experiencias regulares o, en ocasiones, traumáticas. Pero incluso en este último caso, el modo de contar esas vivencias, es decir, el tono de la narración tiende a atenuar el dramatismo y concentrarse, antes bien, en la revelación íntima y reposada.
(Actualización noviembre 2018 – febrero 2019/ BazarAmericano)