diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Una voz…, suele decirse, una voz nueva para la poesía, y esa frase hecha encuentra verdad en la poesía de Mariano Blatt (Bs As, 1983). A cuatro años de su irrupción en formato libro (Increíble, Ediciones Stanton 2007), y unas cuantas plaquetas ahora recopiladas junto a la reedición completa de “Increíble” en el flamante Hielo Locura (Ediciones Stanton 2011), Belleza y Felicidad editó “Nada a cambio”, seguido de “Papelitos de locura”. Dos poemas largos, si se quiere, pero a mí se me ocurre llamarlos un drama y un relato.
“Nada a cambio” es un diálogo entre dos pibes cuyas voces van construyendo un suceso erótico-amistoso en un espacio tiempo mínimo, con la economía con que Beckett o Hemingway supieron apuntalar la arquitectura de sus escenas. La voz hablada, el registro de lengua y el bies de los temas tratados son suficientes para dar un marco a un drama, sólo que en este caso es sin conflicto. Puro movimiento amoroso de la lengua en operaciones sutiles de ascesis hacia una plenitud vacía, un deseo sostenido en su propio disfrute. Nada a cambio.
podemos jugar a decir palabras lindas
dale, empezá vos
vos
no, dale empezá vos…
empecé, dije “vos”
bueno… porro
sol
pasto
hola
camioneta
uh, buenísima esa…
sí, viste? dale, te toca
El amor como práctica es tan difícil de sostener como su fractal estético. Hablo por ejemplo del amor de Cristo, esgrimido en su momento como ariete político contra la rígida y pragmática cascadura imperial romana. Bueno, en “Nada a cambio” Blatt lo sostiene, con una solvencia deslumbrante, encantadora, de manera tal que uno casi quisiera a cada rato cantar goooolll o llamarlo por teléfono, como dice Holden Caufield de sus autores favoritos.
A cada intervención de los hablantes corresponde un verso, chispeante, luminoso. Y entre líneas, apenas esbozada, la asimetría de los interlocutores: el chico gay despierto, deseador, y el pibe de barrio, hermoso, desmañado, blanco de los piropos del otro.
El efecto de lectura de ese larguísimo contrapunto aparentemente monótono y banal es una ternura inédita en la poesía argentina actual, según yo la conozco.
“Papelitos de locura” se sostiene en el pretérito imperfecto. Se trata del relato de un sueño, o una ensoñación, también un viaje y una proyección hacia un “locus amoenus” donde está todo bien.
la vida era entonces una cosa real
porque pasaba una parte adentro mío
y otra un poco más afuera
justo arriba de la cabeza
como un tubito de luz amarillo
que a veces crecía
y a veces se achicaba
hasta casi casi desaparecer
Los chicos fuman, comparten la amistad y la pasan muy bien juntos, el paisaje no es una idealización exigente, sino un barrio común de los suburbios porteños, con su conglomerado de casitas y árboles y tapiales, sólo que el tiempo y el espacio mutan a una velocidad vertiginosa por efecto de las repeticiones de estructura con una variación cada vez.
árbol con hojas verdes
árbol con hojas amarillas
árbol sin hojas
después
despacito
caía el sol
Hay un punto de inflexión donde el enunciador del poema se pone de pie para agradecer, hasta el final, el hecho de estar ahí, en esa dimensión del deseo, un deseo humilde y piadoso que tiene la virtud de sostenerse.
y quiero dar las gracias
también
a elías
por guardar siempre las cervezas en el freezer del kiosco
por usar esas remeras
por tener unos brazos como los que tiene
sin pedir nunca nada a cambio
(Actualización noviembre-diciembre 2011/ BazarAmericano)