diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Un lugar que no es ni afuera ni adentro
Las tormentas, de Santiago Craig, Buenos Aires, Entropía, 2017.

Así, cuando la tormenta pasa, el gaucho se queda triste, pensativo, serio, y la sucesión de luz y tinieblas se continúa en su imaginación, del mismo modo que cuando miramos fijamente el sol, nos queda, por largo tiempo, su disco en la retina.

Sarmiento, Facundo.

 

 

A lo largo y a lo ancho de los cielos, la literatura ha escrito tormentas. Ha narrado la expectativa nerviosa y la ilusión de entender qué significa el movimiento de las nubes, cómo se traducen los colores. Las tormentas comprometen los sentidos y dividen las clases sociales. Traen cosas, y marcan una frontera entre el antes y el después, una frontera de tiempo pero también de contingencia.

Las tormentas es un libro que reúne ocho relatos escritos por Santiago Craig y que puede leerse siguiendo la imagen de la frontera, pero no en el sentido de la línea que separa, sino de esa zona permeable en la que las cosas, más que ser, devienen. Están estando, diría Saer. ¿Cuándo empieza y cuándo termina una tormenta? La superposición de imágenes que ilustran la portada del libro hablan de algún modo de esta zona de hibridez, de transición: una de ellas muestra una casa de campo, la otra una ruta, ambas coronadas por nubarrones oscuros. Creo que es en esa superposición, en ese pasaje, que las historias de este libro se construyen.

El gesto que recorre a los personajes es la resignación, la mirada descreída y aburrida del mundo que habitan. En “Formosa”, Segundo Deleany debe convivir con dos personas extrañas que irrumpen literalmente en su casa, modificando también sus charlas y sus relaciones en el trabajo. Esta aparición pone en jaque la vida ordenada y tranquila del personaje, que por momentos constituye una parodia del modo de ser de la clase media. En “Olivia” el narrador cuenta su historia triste con distancia, como si fuera la vida de otro. Su madre y la mujer de su padre habitando la misma casa, el mismo hombre, y el mismo nombre, sucesivamente. Mujeres que desaparecen, que mueren jóvenes, casi que se empecinan en irse y dejar el mundo habitado por hombres. “Mudanza” es un relato que, nuevamente, ataca al núcleo de la felicidad burguesa y el sueño de la casa propia. ¿Cómo definimos lo inhabitable? En “Ir unos días a un lugar sin nadie a descansar” el narrador y su familia (mujer e hija pequeña) viven unos días de vacaciones en la casa de Lucas, un amigo suyo al que ya casi no ven. El clima, muchas veces tenso, las situaciones forzadas hacen que el personaje se muestre lejano, extranjero en ese mundo que lo invita pero no lo convoca. “Hoy pasó tu papá por casa” es un cuento que sugiere con astucia lo extraordinario, cargando las tintas sobre el padre del narrador. Al tiempo que nos entretenemos con las hipótesis de abducción extraterrestre que se sugieren en el relato, se narra un modo particular de mirar y de entender las relaciones familiares. “Hacer un pozo y meterse adentro” transcurre nuevamente en la playa, en un espacio que repite situaciones que el personaje guarda en el recuerdo de su propio pasado, en su padre. En ese marco hacer un pozo sin sentido aparente implica, de por sí, un gesto de ruptura del deber ser. “Tormentas es el primer cuento que elige como narradora a una mujer. Narra los sucesos que vive un grupo de amigos jóvenes en un pueblo que se inunda, bajo la mirada testigo e inquisidora de un chico que viene de la capital. A modo de cierre, el cuento “Guaminísintetiza el encuentro de tres generaciones: una ya muerta y la segunda que explica a la tercera, que pregunta con insistencia, como si quisiera saberlo todo. La cinta se irá corriendo y todos irán ocupando el lugar del siguiente en la cadena generacional, haciendo las mismas cosas, buscando arraigarse aún después de muertos, como el abuelo, a sus espacios de pertenencia.

Los relatos de Las tormentas se contextualizan en una línea de tiempo casi histórica, en una geografía integrada. Cuentan el ahora pero solo como un punto de intersección entre el antes y el después. Narran el adentro pero para entender que solo así puede saberse el afuera.

Varias de las historias están habitadas por personajes que tienen más o menos treinta años, pareja e hijos pequeños. Trabajan. Están o recuerdan también a sus padres, y aún a sus abuelos. Los hechos entonces no se cuentan aislados, es decir, la importancia no cae en el hecho en sí, sino en pensarlo como un eslabón de una cadena en la que hubo y habrá situaciones similares.

 

Se figura más bien una repetición tortuosa. Algo parecido a esa película en la que Bill Murray se despertaba todos los días el mismo día, el primero del invierno, en un pueblo aburrido lleno de nieve y de gente abombada. Un día que es el último no porque el mundo esté a punto de acabarse; un día que es el último porque se repite y se repite sin parar y no deja que después haya otra cosa (de “Hoy pasó tu papá por casa”).

 

Como si de algún modo las historias de los personajes no pudieran pensarse de manera aislada sino como el eco de las que sus padres y abuelos habían vivido y el antecedente de las que vivirán sus hijos. El foco no está entonces puesto en el suceso, sino en la sucesión. No es este amor, es el amor, o una cadena de situaciones en la que alguien ama.

 

Vamos en fila india siguiéndonos los propios pies porque no sabemos todavía adónde vamos. Ellos saben más, los pies, que nosotros. (de “Las tormentas)

 

Como esta, muchas imágenes dan cuenta de la cadena: no es la situación individual, la existencia personal de esos pies la que se está narrando, sino los pies en un sentido genérico, universal, los pies de la especie que conocen porque vienen caminando la historia de la humanidad, generación tras generación. Las personas hacen uso de esos pies que ya saben, que los llevan, a veces de modo inconsciente.

Así, tampoco la muerte se piensa como un límite en esa cadena, aunque aparece siempre en las historias de un modo tangible, material. Si bien en algunos casos, como en “Formosa” (tal vez el relato más distinto al resto, de espíritu a la vez fantástico y kafkiano) el personaje muerto está subrayado por su ausencia, hay otros, en otras historias, presentados de un modo esencialmente corporal.

Una desgracia cómo le pegaron anoche ese ramito a las manos. Con cemento de contacto: qué pena haberlo visto. Era notorio, estaba hecho sin afecto y sin cuidado. Se le resbalaría entre los dedos raquíticos el manojo de jazmines (de “Olivia)

 

Iba de boca al fondo y sangre en el pelo, con las manos estiradas al costado, vestido con la ropa que se usa en las fábricas y en los talleres. La camisa celeste abierta flotando como aletas de raya venenosa y los pantalones azules (de “Las tormentas”).

 

En el asiento de atrás, protegida por una bolsa verde, la urna de madera barnizada guarda el polvo del abuelo (de “Guaminí”).

 

Aunque no sea la muerte sino los muertos los narrados, siguen haciendo sistema con la cadena generacional, transmaterial que los relatos proponen.

Además de las tormentas, hay otros espacios que dialogan con la tradición literaria local: la casa inabarcable, que separa en vez de unir, de cobijar, a quienes la habitan; el río desbordado que arrastra; la ciudad que se despliega interminable.

Craig construye estas historias con un lenguaje espacioso, que también se despliega y se prolonga. Es un lenguaje que se da tiempo para construir una imagen, una idea, el sentido del tránsito que estamos proponiendo como lectura.

Las tormentas es un libro que nos sacude la modorra de creernos importantes, de pensar que nuestras historias valen por sí mismas. Valen, en el sentido de constituir un eslabón generacional, un corte particular en el devenir humano. La literatura toma entonces la generalidad de la historia, la abstracción de la filosofía, pero las reconstruye literariamente desde el lenguaje y el modo de mirar.

Leí casi todo el libro viajando en el tren Roca. El anonimato del pasajero de transporte público en horario pico, en sintonía con estos relatos, me obligó a pensar el carácter efímero, intrascendente, de cada historia particular, en el torrente inabarcable de la narración colectiva.

 

(Actualización mayo - junio 2018/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646