diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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La trenza de Florentina
Florentina, de Eduardo Muslip, Buenos Aires, Blatt&Ríos, 2017.

Hace no más de dos años, por Facebook, comencé a escribir sobre una de las mujeres más importantes de mi relato vital. En aquel entonces, lo que manejaba esa escritura, era una especie de exorcismo a una reaparición fantasmal, un resto no pensado, el retorno de algo de Alejandrina Filomena Cirila, la tía abuela con la que viví en su casa, luego del fallecimiento de mi tío Yaca, desde los 11 años hasta los 19, cuando vine a Rosario. Lo que volvía de ella, lo que seguía insistiendo, aún luego de su muerte, era su maternidad nunca consumada y, a pesar de ello, sus hijos extendidos de los que fuimos parte casi todos los de mi familia materna.

Una asistente social de la Provincia de Córdoba llamó a casa de mi abuela para obtener datos porque, posiblemente, mi tía Chichina tenía una hija que la buscaba. Habían descartado todas las Alejandrinas Filomenas Martínez de la provincia (que hubiera más de una con esos dos nombres juntos era para mí, más increíble que lo demás), y ella era la que había estado, en teoría, en la maternidad de la ciudad de Córdoba, pariendo una noche a escondidas cerca de 1940. Todos los datos coincidían, había altas probabilidades de que fuera ella la buscada, salvo por el detalle de que, en el relato familiar, la tía Chichina era estéril. Pero, ¿y si el machismo de nuestra cultura le había hecho asumir ese rol, para no bajonear a su marido, y ella, en realidad, podía tener hijos, y no sólo eso, los había tenido antes del matrimonio con mi tío, de acuerdo a las fechas del nacimiento de esta nueva hija? Aún hoy, no sabemos en qué terminó –si terminó– esa investigación; pero si traigo a colación este relato, es porque algo conecta su escritura aún no concluida con la que emprende Eduardo Muslip en Florentina.

No se trata de la asonancia y la coincidencia de la F inicial entre los nombres Florentina y Filomena, aunque eso tampoco deja de sorprenderme, si no la de esa escritura de una vida femenina que es o se vuelve, de súbito, prácticamente desconocida, pero de la que se asume la tarea de escribir, casi una biografía, aunque el relato exceda, en parte, ese género. A partir, muchas veces, de una perspectiva donde el presente del adulto escritor se toca con la del niño que convivió en las visitas familiares con Florentina o durante la rotación en los cuidados de la vejez entre hermanos, proustianamente, Muslip recuerda e inventa una vida, la de su abuela, trenzándola entre fragmentos como las partes de su trenza gallega.

La aparición, el texto arranca con un lacónico y evocativo “Aparece Florentina”, de esa mujer que el niño conoce sin conocer durante 10 años, genera un devenir de la escritura entre tiempos y culturas: presente, pasado y futuro se superponen, se relevan en la narración en los hilos de la migración gallega en Argentina, por ende, a través, también, de los espacios. Florentina parece una abuela que se silenció porque estuvo fuera de lugar la mayor parte de su vida, en un país extraño y al que siempre le faltaba algo. Un país incompleto. Porque si es también la elección de un personaje como linaje de escritor, un gesto mínimo borgeano, acá no destellan los tiempos de la Nación y de la patria militar de ese país tampoco, si no los de la pobreza y el hambre de la segunda corriente migratoria, los de una magra Biblioteca que nadie leía y el de unas enciclopedias que se intercalaban en la lectura de Las mil y una noches que se intentan, todo el tiempo, hacer corresponder infructuosamente con la realidad, en la compañía de esa abuela que casi no hablaba y que cuando lo hacía, era en una especie de español y portugués mezclados casi incomprensibles en su laconismo.

Y ese es el mayor problema que la escritura pone en juego: ¿cómo contar una vida de la que prácticamente lo que queda es silencio, ausencia, resto inaprensible? Los diferentes nudos de la trenza, así, arrastran el amor por los animales en la tierra de origen, los hombres y mujeres, el pelo largo que se cercena en Argentina para venderlo por dinero, y que nunca vuelve a crecer, y las suposiciones conjeturales de lo que debió ser y fue esa vida, detenida en otro espacio, y para la que Argentina fue una ausencia flaca que la enfrentó no solo a las carencias del dinero y la pobreza de Galicia, si no a la ausencia de mundo interesante, de sabores, de seres vivos. En definitiva, una vida detenida en un limbo donde todo es una “porquería”.

Eso genera que la narración abrace temporalidades distantes y las arrastre, incluso hasta en los motivos. Por  momentos, cuando se detiene en el odio de los Florentina en las anécdotas con curas y monjas, parecemos estar en un cuento del Decamerón de Boccacio o del Heptamerón de Margarita de Valois, donde el anticlericalismo deviene un motor, una fuerza centrípeta que arroja recuerdo y tira de los pelos de la escritura que se trenza. Pero de súbito, ese tiempo, es interrumpido por el odio visceral que Florentina tenía por la telenovela La extraña dama, que miraba, y a cuya monja sufridita insultaba cada vez que podía con desprecio. Así, la imaginación, sumergida, además, en una especie de ruralismo pueblerino, tiende a hacernos tocar un tiempo que, sin embargo, no deja de remitir a los múltiples presentes con los que se anuda: el del relato de la anécdota o de los momentos de la vida de Florentina, junto con el del presente, donde el nieto escritor encuentra algo deseable para su profesión en esa vida, algo que, pareciera, no ha sido puesto en práctica en la suya:

Mi abuela no pretendía influir en los pensamientos de los demás, pienso, y en ese sentido me gustaría ser como ella, yo que tengo largas conversaciones en que intento convencer de esto o de lo otro, y encima tratando de que no se note que lo estoy haciendo, qué cansador termina por ser eso”.

       El oficio de la escritura que parece regirse por una identificación negativa encuentra, mediante la práctica, una especie de imponderable: el final de las tareas persuasivas como norte cansador, agobiante y profesionalizado. Es como si el niño–adulto Muslip se encontrara, súbitamente, a partir del modelo mudo de su abuela en la biblioteca con una posibilidad imposible para lo que es, un afuera del poder de la profesión identificado en una desidentificación que sacude, súbitamente, un horizonte utópico.

       Es por eso que esta novela biográfica, esta trenza narrativa, puede pensarse encadenada, a su vez, con los intentos más recientes de las biografías de escritores, como los posteo–ensayos biográficos–facebookeriles de Alberto Giordano o la novela biográfica Perla de Roberto Videla. Escrituras de la afectividad afectada por tiempos que aparecen y se superponen, pero también escrituras pensantes que narran vidas, al tiempo que encuentran, allí, las claves para transformar el oficio institucionalizado y feroz de la escritura.

 

(Actualización marzo - abril 2018/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646