diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
En el prólogo de Las palabras y las cosas a un Michel Foucault -levemente excitado- se le da por elogiar la potencia arbitraria de una nomenclatura creada por Jorge Luis Borges:
Este libro nació de un relato de Borges. De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento (…) Este texto cita "cierta enciclopedia china" donde está escrito que "los animales se dividen en a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas".
Lo que une, lo que unifica esa lista de animales es una idea previa, no una semejanza fáctica. 200 ideas de libros vendría a ser un equivalente ampliado -never engordado, no vaya a ser que la señora se enoje- de aquella lista juguetona de Borges ya que desarrolla una operación similar: valerse del lenguaje para juntar unidades dispersas. Las palabras y las cosas, o más bien exponer cómo las cosas se agrupan gracias a las palabras.
Como anuncia el título -hacía tiempo que un paratexto no obraba con un sentido tan pragmático y literal- lo que Mariano Blatt despliega son justamente doscientas propuestas para hipotéticos libros. De esta manera Blatt se lanza a una aventura digresiva, que resulta más ingeniosa que inteligente, porque justamente el formato, ese haiku que es siempre un título, no permite un desarrollo argumental.
El abanico incluye algunas parodias a la burocracia academicista: “Teoría de la belleza infantil masculina. Un ensayo”; “Internet a través de los años. Retrospectiva gráfica”; “Gira con nosotros. El Arsat I explicado a los niños”; “Biografía política del Sida”.
La deriva continúa con varias propuestas de biografías, e incluso alguna de ellas, como la de Ale Sergi, podría llegar a ser un éxito comercial.También hay “ideas” que más que para libros funcionarían muy bien en la banalidad dominical de los diarios: “La música electrónica explicada para padres” o “Yo estaba de guardia: testimonios de gente que estaba de guardia durante acontecimientos historicos”.
En la lista no podía faltar una retórica capusottesca: “Querida me cogí a los niños. Memorias de un pedófilo” o “El cumpleaños de un judío. La historia de la navidad”.
Sorpresivamente o no tanto, algunas de las ofertas de Blatt encontraron su materialización, porque por ejemplo su “La papa. El alimento de América. Un coffe-table book sobre la papa” ya cuenta con su versión real: “La revolución de la papa. Historia del alimento que salvó al mundo. La dieta rica y nutritiva que te hará bajar de peso”, publicado por la editorial Grijalbo este año.
El libro cierra con una cita cuasi textual al chiste heterotópico de Borges porque si en “El idioma analítico de John Wilkins” uno de los ítems era “los incluidos en esta clasificación” Blatt remata en el punto número doscientos con: “Este libro”. Y le suma un “Etc”, eso que también volvía imposible por su imprecisión oceánica la clasificación China pergeñada por nuestro ciego totémico.
El libro –sin perder su sustancia- funciona en una lectura distraída. Es ideal para que permanezca en el baño y no por una contigüidad escatológica, sino porque su propuesta parece invitar a un recorrido esporádico, aleatorio, no sistemático. Y ya que estamos navegando por el universo sanitario, quizás se puede establecer otra relación con el archi citado mingitorio de R. Mutt-Duchamp. Hay algo de aquel postulado que habita en 200 ideas de libros, cierta humorada que apunta al corazón mismo del mundo de los papeles impresos, un concepto que parece decir que un libro puede ser cualquier cosa que encuentre un encuadernador o algo así.
.(Actualización noviembre 2017 – febrero 2018/ BazarAmericano)