diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

Carlos Ríos
/  Ana Porrúa

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/  Antonio Carlos Santos

Julio Schvartzman
/  Federico Leguizamón

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Julieta Novelli
/  María Eugenia López

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Diseño

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La estructura inacabada
Soledad Col, de Fernando Callero, Rosario, Iván Rosado, 2015

Soledad Col me dejó la sensación de haber leído un libro de poemas heterogéneo, distinto. Sin saber muy bien cómo definir esa cualidad –bastante general y difusa por cierto–, me puse a investigar posibles hipótesis. Destaco una: Callero pone a funcionar una serie de principios que generan la impresión de un poema expansivo que se abre hacia una significación compleja, no unívoca o lineal. En efecto, una escenificación constituida en base a la interacción de dos voces establece la organicidad de los poemas: una llana, prosaica, conversacional, direccionada hacia la referencia familiar y el entorno vital –el pa, el abuelo, el amigo de “Sólo para decirte”– y otra premeditada, ornamental, construida:

/el mundo es todo tuyo, amigo/ /y cualquier problema/ me podés llamar, no importa la hora/ algo se nos va a ocurrir/ caballero muchacho/ niño de pelo prolijo y nariz/

Los poemas posicionan esta hibridación genérica como criterio de legibilidad, es decir, confían al lector la tarea de aprehender los poemas en su mixtura genérica –en eso recae la apertura mencionada– y no como representaciones orgánicas de una u otra voz por separado. Este juego entre voces vehiculiza la aparición de poemas texturas, poemas imágenes, poemas que se construyen, más que en la cobertura unificadora del sentido o la representación de un estilo, en la lógica heterogénea y fragmentaria del collage:

/Entonces me escabié y salí/ salí a la cellizca/ Salí a la racha/ Salí a campear el Thames/

Tres prerrogativas, en efecto, recorren el poemario: no controlar los alcances y resonancias de los poemas, -sus formas de aprehensión e internalización-, no condicionar su estructura orgánica a un golpe de efecto o a una resolución mejor o peor construida y, por último, y ya pensando en el lector, advertir su composición de collage o confluencia de voces. Respecto de la idea de “abrir” la recepción del poema hacia distintas significaciones, Callero establece, desde lo formal, una metodología específica: crea poemas como construcciones ininterrumpidas, es decir, con marcas gráficas que anuncian su comienzo     -mayúsculas o separación en espacios del cuerpo del poema respecto del título- pero no así su final. En este esquema, “Claves para la jardinería” es un poema que propone avanzar un paso más allá: el sujeto del último verso -las arañas- proyecta un espacio vacío en la enunciación, un agujero en la organización interna del poema que no se completa y desaloja la posibilidad de una reconstrucción acabada del sentido:

/se armó esa ilusión de lomas/ de pasto que medra en la humedad/ porque la helada no los toca/ y las arañas/

Vale aclarar que si bien es posible identificar en los poemas su finalización efectiva, es decir, considerar los espacios gráficos que segmentan uno de otro y leer así cada poema por separado, resulta interesante observar cómo Callero utiliza una estrategia formal -la eliminación del punto como marca gráfica- como recurso para encauzar la mencionada intención de apertura. Los versos finales de “Quién toca este muro toca un hombre” dicen:

/claro voy guardando el historial// de esta investigación archivo// de todo lo que se puede acopiar// en un agujero negro// sabés amigo?/ 

Otro poema que funciona dentro de ésta lógica expansiva es “Sébastien Tellier”; desde lo formal, los puntos suspensivos adquieren aquí una función específica: disgregan los versos para conformar una estructura inacabada o forma irrestricta del poema. Sin la materia conclusiva del punto, sin la marca gráfica del cierre, el poema se expande hacia un territorio ininterrumpido:

/En mis manos, ver darling la luna y la arena/ estás en mi camino…/ Sólo déjame jugar…/ Sólo déjame jugar…/

Callero propone Soledad Col como poemario abierto, como artificio de una hechura a medias, de un sentido incompleto que se revela como forma esencial y estructurante en cada poema. Es por eso que, admitido este funcionamiento, cabe al lector reconstruir los espacios faltantes y resignificarlos con cada lectura. 

 

 

(Actualización mayo – junio 2016/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646