diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

Carlos Ríos
/  Ana Porrúa

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Julio Schvartzman
/  Federico Leguizamón

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Copate con la poesía y vas a conocer un montón de gente muerta con la mejor onda
Si te copás y curtís, de Washington Cucurto, Rosario, Ivan Rosado, 2015.

¿Qué tienen que ver, a simple vista, Marcelo el diariero, Vallejo, Perlongher, el wacho de la calle, Sarduy, Francisco Gandolfo, y Omar Chabán?

Pareciera que nada, y sin embargo éstos y otros personajes conviven, como en una especie de orgía fantástica de la poesía y de la calle en Si te copás y curtís de Washington Cucurto. El libro está organizado en dos partes bien definidas; una serie llamada “Poemas” y otra que contiene dos textos gráficos llamada “Carolina la cautiva”. En la primera, se advierte un grupo de poemas anclados en ciertos nombres propios de la literatura junto a personajes anónimos del barrio que desfilan por la vida de Santiago Vega. En “AMO DOMÉSTICO LECTOR” las experiencias de lectura se confunden con las tareas de todos los días, actividades obligatorias y anónimas que impiden el derrumbamiento de las casas: “Cociné y nadie me ayudó/ no obtuve ayuda de nadie”. Por eso, hay que esperar a que todos –los hijos– se duerman para entregarse a la  lectura (actividad secreta, íntima y solitaria); es decir, se diseña una escena que va a contramano del imperativo arltiano, “Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte”. En su lugar, se intenta leer y escribir en tranquilidad, con el mayor silencio posible, robando horas que se transforman en instantes de felicidad: “¡Al fin puedo leer, estar solo y encerrarme en los ensayos de Prosa plebeya!/ Leo a Perlongher con un placer inexplicable/ como si estuviera comiendo un helado”.  De este modo, se lee a partir de una serie de nombres como si formaran parte del  álbum familiar.

 

¿Qué es lo que calla un poema?

Los textos de Cucurto parecieran configurarse como el “detrás de escena” de la construcción de un poema; muestran esa información off the record que se esconde por intrascendente y nimia. Las tareas maquínicas –lavar, barrer, cocinar–, la crianza de los hijos, el poco tiempo que se le puede dedicar a la literatura forman parte de una serie constituida por confesiones que manifiestan esa tensión tan real entre la obligación, el deseo y la tristeza de no poder hacer lo que se quiere cuando se quiere. En “LECTOR DE ENRIQUE LIHN” se propone una revelación: “Me di cuenta que no pude ser otra cosa en la vida/ que un lector apasionado de Enrique Lihn”. Y más adelante, con cierta amargura: “Un tipo lleno de hijos que lo vuelven loco/ y lo exprimen como si fuera un pomelo”, versos que parecen constituir un rechazo, una visión de la familia que adquiere connotaciones monstruosas y demandantes. La estética cucurtiana del malditismo neobarroso convoca como invitados y mentores a Bukowski y Carver, a las ya acostumbradas putas, morochas, y a los wachos de la calle en el tránsito entre el Once y Quilmes, “el lugar más horrendo del planeta”.

 

“Toda mi vida fui un negligente, nunca pude controlar la violencia”

“ADIOS A OMAR CHABÁN” es un poema extraño que se inserta en el libro como gesto polémico, pero que rescata, asimismo, la información contextual del presente: la muerte de Omar Chabán el 17 de noviembre del 2014. Es un texto atrapado en la noticia del día, que dentro de un diario funcionaría como una extraña necrológica, a la cual se le imbrica un cierto contenido de interpelación social: “Hay algo que está mal: toda una sociedad no puede ir contra/ un solo hombre”. Allí se proclama una defensa: “Conocí a Omar Chabán y no era un asesino/ ni un snob, ni un desprolijo que jamás se fijó en los demás”. Al igual que otros poemas, el texto corroe ciertos lugares del sentido común,  para desatar una serie de interrogantes incómodos que incorporan la voz de Chabán: “Toda mi vida fui un negligente, nunca pude controlar la violencia”. Difícil, quizás escribir un poema sobre Omar Chabán y la hipocresía del rock nacional, algo que Cucurto hace posible en tan solo unas líneas.

 

Enfermo de poesía

Sin lugar a dudas, entre los mejores poemas de Si te copás y curtís están “NO PUEDO PARAR, ENFERMO DE POESÍA” y aquel que le da nombre al libro. Si ya se venían sucediendo en los textos anteriores diferentes preguntas, ¿Cómo y cuándo leer literatura? ¿De qué modo se compone la tradición personal y afectiva?, ambos poemas materializan, con felicidad, las respuestas posibles desde un punto de vista afirmativo: “¿Estaré enfermo de poesía?/ no puedo parar de leer ni de escribir poesía”. En su misma materialidad, como si se tratara de un refugio ambulante: (…) la poesía es una carga/ una cruz, / soy su Cristo que anda por Buenos Aires, caminando/ con la mochila llena de libros de poesía; /son delgados, / finitos, / son ediciones independientes”. Esa misma felicidad, de este modo, realiza su invitación y la plantea desde un punto de vista vital como si no pudiéramos vivir sin poesía. En este sentido, es un texto que está escrito para ser leído por otros y para otros ya que interpela a los que todavía no son lectores de poesía pero pueden serlo; es una religión que espera sus feligreses: “Si te copás y curtís la poesía/ es lo mejor que te puede pasar/ de hecho, te van a pasar un montón de cosas buenas”. Con “Muchacha ojos de papel” de intertexto, sigue insistiendo, casi al final, con una voz atravesada por el rock nacional: “nadie te detendrá y conocerás un modo/ de ser feliz desde la mente”.

 

Cómo se escribe un poema

En la segunda parte encontramos un experimento de mini novela gráfica de inspiración lamborghiniana; un montaje de dibujos, comics, e imágenes que constituyen un acercamiento bastante evidente a la compilación Teatro proletario de cámara (2008). Dibujada por el mismo Cucurto, dividida también en dos secciones “Carolina, la cautiva” –un experimento andrógino entre Echeverría y Aira– y última llamada “Cómo se escribe un poema”. Las imágenes reponen gráficamente el mundo cucurtiano: chicas pulposas, un recorte de la cara de Sophia Loren en su juventud, penes erectos, escotes y letreros que anuncian palabras en mayúsculas: “animal” “así me gusta”; por otro lado, negocios y personajes extraídos del universo del conurbano: remiserías, crucecitas, casitas bajas. En este sentido, Carolina se configura como una heroína del suburbio que logra sobrevivir a una violación y a una golpiza brutal. Luego de este episodio, decide vengarse de manera ejemplar de sus agresores. Por último, “Cómo se escribe un poema” se constituye como un “manual didáctico-práctico, teórico-poético de poesía” que recoge instrucciones de escritura sinceras y cómicas; como si se tratara del método de elaboración del libro, estos imperativos recogen el interrogante que circuló anteriormente por los textos: “¿Cómo se escribe un poema?”. Las posibles soluciones que vuelven como el estribillo de una canción, terminan por elaborar un itinerario de escritura fundado en la belleza, la ternura y la felicidad, y que funciona como conclusión programática: “Nadie podrá enseñarte nunca a escribir un poema/ El corte de verso, la respiración, “el río eléctrico que fluye”, son todos inventos de los “especialistas” que también existen en el mundo de la poesía. La poesía profesional es tan aburrida como pelotear a una pared, de ahí el fracaso del paddle”.   

 

(Actualización mayo – junio 2016/ BazarAmericano)

 

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646