diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Axel Kuschevatzky, en el prólogo de “Porno Argento. Historia del cine nacional triple X”, recuerda que el mundo del cine se divide en dos campos, Lumiere y Mélies:
Los hermanos Lumiere quisieron retratar la realidad; la salida de los obreros de la fábrica (…) Georges Melies quiso algo diferente: inventar un mundo, ficción pura con una relación marginal o inexistente con lo cotidiano.
No hay invento o artefacto que no haya necesitado de “difusores”. Melies hizo algo más importante que inventar el cine: creó un sistema. Una historia parecida a la del periodista francés Nadar, quien gracias a los retratos que les tomó a celebridades de su época fue el principal impulsor de la fotografía. El género porno o triple X aún antes de estar presente dentro de la industria, ya parecía circular domésticamente. Ese uso no solo pretendía capitalizar sus prestaciones –grabar imágenes en movimiento- sino que también sirvió como germen de un relato filmado. Como un efecto colateral, a la vez que se lo usaba para filmar chicas con poca ropa, se fue constituyendo una estética. En Porno Argento Hernán Panessi sabe dar cuenta de una cronología que nace en la prehistoria misma del cine. Y lo hace sin apear a innecesarios chauvinismos pese a que, quizás, la primera película pornográfica haya sido argentina. Se trataría de El Satario, film rodeado de miles de rumores –entre las que se dice que fue filmada por el mismísimo Einsestein. Con equilibrio, Panessi no cae en apresurar una conclusión que le dé a su libro una revelación estelar, sino que muestra la leyenda fundacional en una polifonía de hipótesis. Pero el libro no se queda en una mera exposición de datos, sino que intenta y logra conectar algunas referencias sociales del porno con, por ejemplo, la prostitución en los años 20 o cierto desarrollo técnico, en los 90. De esta manera el libro avanza, sin una sobreactuada ponderación de la especificidad del objeto porno. Panessi lo toma como una industria –pequeña, pero industria al fin– que a lo largo de la historia ha sufrido los mismos vaivenes que cualquier otro emprendimiento.
En la última parte se expone un catálogo detallado de películas. Y digo detallado porque además de incluir referencias del año, director y actores, también se puntualiza líneas argumentales o el devenir comercial que tuvieron los films. Había en “Sex Humor” una sección donde se hacían críticas cinematográficas de films pornos. Las reseñas tenían la misma lógica que las que aparecen en los diarios los jueves con cada renovación de cartelera. Algo de ese espíritu se respira –y se celebra- en la segunda parte del libro.
Porno Argento es un libro original: el abordaje de la temática no cae en la tentación del chiste en doble sentido. Panessi sabe que la industria triple x nacional es modesta (si se la compara ya no con la de Norteamérica, sino incluso con la española). Sin embargo logra establecer una serie de pinceladas donde se percibe antes que nada el respeto a los laburantes del porno. Justamente una industria que parece hacer base justamente en su carencia: si hay laburantes del porno, nuestra narratividad se centra es mostrar como personas comunes practican sexo. Como bien se explica en el libro:
El cine para adultos es todo fantasía, y las mujeres que aparecen ahí son divas a las que no vas a acceder nunca. Pero el cine amateur te da la posibilidad de que digas “esta chica es igual que mi compañera de oficina”. Y, además, si es nacional tienen éxito aunque sean malas.
Y en este gesto –fortaleza en la carencia– hay mucho de viveza criolla, pero también una honesta capacidad de hacer lo que se puede con lo que se tiene. Así, Porno Argento, de Hernán Panessi se vuelve un elogio a la sangre, sudor y semen de la industria nacional.
(Actualización noviembre 2015 / febrero 2016)