diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
Lo ignoro casi todo sobre la India: su geografía, tradiciones, historia o porvenir. Nunca la he visitado, y mis lecturas al respecto poco abundan en certezas. ¿Qué sentido tiene, entonces, escribir acerca de lo que no se sabe? Coronada de moscas parte de una inquietud similar, la obsesión por lo desconocido y la urgencia de retratar algo que acaso no existe antes de contarlo.
Podría haberla descrito, armar una guía, llevar un diario íntimo, componer crónicas varias. Este es el último de tres viajes cercanos y los paisajes de multitudes se repiten tanto como los templos y las vacas. Pero la búsqueda de novedad, ficción habitual entre quienes emprenden travesías por países ajenos, queda atrás desde el inicio. Abundancia, exceso, pobreza, esplendor: el lugar común es verdad sagrada, lee Margo Glantz en el Reader’s Digest, en Varanasi, Delhi, Mumbai, México. Todo se repite. ¿Qué sentido tiene, entonces, escribir acerca de lo que ya se sabe?
Vidiadhar Naipaul, Mircea Eliade, Edward Forster, Pier Paolo Pasolini y Octavio Paz, entre otras menos prominentes, son referencias que persisten al paso de ciudades, animales y ritos. Las enumeraciones también proliferan en sus libros, estrategia a primera vista obligada frente a la experiencia del desorden; y que irremediablemente fracasa. En los trayectos de avión o tren, sin embargo, el protagonista es un policial de Agatha Christie: Linnet Ridgeway ha sido asesinada en el Nilo y su muerte se convierte en otro misterio que fascina. Aunque nada se revela, a excepción de un collar de perlas inverosímil que terminará perdiéndose como este vasto territorio que supo ser la joya más preciada del imperio.
Cenizas. Idiomas nacientes, larvas, fetos, abortos. Maleza, pululación homicida… Glantz transcribe esta cita de El mono gramático cuando llega a Galta leyendo a Paz. ¿Qué puedo decir de Galta?, pregunta, si se ha desplazado, si no espera ser nombrada por nadie, ¿ni siquiera por una escritora que la ve por tercera vez? Además de las analogías, entre estos dos textos hay recuerdo y distancia. En lugar del nombre, la maleza o un idioma naciente, a Coronada de moscas la mueve el olfato.
Los olores, creía Rudyard Kipling, más que las visiones y los sonidos, tienen el poder de hacer sonar las cuerdas del corazón. Lo logran, en efecto, pues han sido librados del nombre propio. Detonan las sutiles fibras de la memoria, pero ¿cómo pronunciarlos? La incertidumbre que provocan, junto con la desolación que marca su partida, los dota de una sacralidad amenazante. Irreales o verdaderos, acompasan y acechan todas las páginas de esta novela indirecta. Por fortuna, al igual que la India, necesitan menos de intérpretes que de conjuros, y evocando hacia el final a Mario Bellatin, amigo y compañero de aventuras de Glantz, nos recuerdan que la literatura no está solo en las palabras impresas.
* Margo Glantz presentó Coronada de moscas recientemente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
(Actualización mayo - junio 2015/ BazarAmericano)