diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

Carlos Ríos
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/  Antonio Carlos Santos

Julio Schvartzman
/  Federico Leguizamón

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Rosalía Baltar

Sin curitas
Almafuerte / El libro humilde y doliente, de Salvadora Medina Onrubia, Córdoba, Buena Vista editores, 2014. Prólogo y edición de Lucía de Leone.

Nuestro pavés no romperás.
Torpe burgués.
¡Atrás! ¡Atrás!

 

“Hijos del Pueblo” c. 1895

 

La chica que esperaba era infinita
como el bajo que perdí
pegaba las canciones con curitas
hay algo que sangra
hay algo que sangra por mí.

 

Charly García


 
Todo es múltiple en este volumen: dos autoras (la prologuista y la otra, Salvadora), al menos cuatro géneros (ensayo, teatro, cuento, documento escrito y visual), varias voces: la del presente, la de los muchos pasados, la de quienes son dichos, los pobres (citos: la predilección de Onrubia por el diminutivo en clave siempre de denuncia trágica), los indefensos, los niños de ojos viejos, ni idealizados, ni buenos, ni malos, simplemente condenados por “la enorme culpa de ser hijos de pobres”.

            Salvadora Medina Onrubia (1894-1972) compila en un volumen sus primeros cuentos. Cuentos que habían sido publicados en Fray Mocho, por ejemplo. Así, las dos formas de publicación hablan de dos de sus vocaciones, la de escritora y periodista. Son cuentos que rememoran su vida como maestra, que procuran la ficción de sinceridad, de no pedir nada a la fantasía porque en la realidad está todo por hacerse y contarse. Aunque exprese lo opuesto a Hebe Uhart -otra maestra de escuela primaria-, quien asegura no llevar a la imprenta nada crudo, Onrubia muestra un modo de relato cuyo centro es la indagación, la exploración: una narradora que se interroga por sus personajes, que quiere llegar al fondo de sus silencios, que busca comprender las dimensiones de las vidas que presencia. Como en Hebe, en Salvadora está la maestra y está la filósofa, anhelante por la pregunta.

            El registro de la pobreza y sus consecuencias adopta los tonos de lo monstruoso: la maestra rural, blanca e inmaculada, recorre los retratos deformes de hijos de vagos, violentos y borrachos, de mujeres flacas, enfermas, vampirizadas por sus hijos pequeños, por los recién nacidos que se alimentan a duras penas de la sangre que sale de pechos vacíos, secos de leche. En algún sentido, parecen cuentos de la revolución industrial, más allá del ruralismo que sostiene las escenas narradas. Hay una imagen, incluso, idéntica a otra que leí cuando chica en la novela inglesa Mary Barton: la madre cargando a su niño muerto, caminando exhausta bajo el peso del cuerpo y la desesperanza.

            La mirada anarquista presente en los cuentos es más conversada en la obra de teatro Almafuerte y se halla expuesta en todo momento, asi como, en otro plano, vuelve a asomar la curiosidad inquisitiva de Salvadora, con sus personajes críticos del mundo, de las relaciones sociales y de sí mismos. Como observa de Leone en su prólogo las resonancias anarquistas aparecen tanto en el teatro como en los cuentos, a la par de una voz autobiográfica que no se concibe ni melancólica ni moralista.

            El estudio preliminar a los dos primeros textos de Onrubia profundiza en las posibilidades de una biografía excéntrica y múltiple y contextualiza la irrupción de esta voz que se convertirá en una personalidad formadora de un espacio reconocible. El tono de de Leone también merece un comentario: estamos ante un prefacio entusiasta, que proporciona entradas para saciar interrogantes y que alienta a leer e ir más allá con la estética de Salvadora Medina Onrubia. Pero, además, el relato de Onrubia habilita la narración de su propio cuento como investigadora, del encuentro de quien quiere saber frente al tesoro del libro único y de la peripecia por las babeles de nuestras bibliotecas argentinas.

 

(Actualización mayo - junio 2015/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646