diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
En su anterior libro –Los años felices, (Pánico el Pánico 2011)- Sebastián Robles había construido una voz narrativa limpia y transparente, donde los hechos transcurridos en la negada década del 90 parecían contarse solos o mejor aún con una lúcida lente cinematográfica. Aquella novela había nacido como resultado de la experiencia diaria de un blog, un práctica que en la actualidad suena anacrónica, pero que supo tener su veranito. Ahora es tiempo de Las redes invisibles, publicación que en su portada anuncia en una especie de subtítulo que “Facebook también puede desaparecer” El significante “también” se erige no solo como el corazón de esa frase, sino sobre todo como clave de lectura del libro y hasta de los cambios en las pulsiones narrativas de Robles. Ya pasaron los noventa, pasó el blog, pasó de moda el Golfo y posiblemente Facebook alguna vez se transforme en algo viejo. O al menos eso parece decirnos el autor en la portada. La unidad temática queda entonces anunciada: las redes sociales como algo etéreo.
A lo largo de las más de 200 páginas, de los diez relatos Robles va a ofrecernos un divertido muestrario de posibles redes sociales. Divertido porque no hay solemnidad, una red social no parece ser aquí ese artefacto sobredimensionado por sociólogos 2.0. Como muy bien se dice en el relato titulado “ORPHAN” una red social no es más que “un sistema de foros y perfiles”. Desde esa premisa Robles despliega diversos escenarios. Sus recursos van desde la sutil ironía (sobre todo en aquellos pasajes donde trabaja sobre el universo literario o artístico) hasta un corrosivo tinte Clase B que mancha saludablemente muchos pasajes. Por momentos estamos frente a un guion de Frank Henenlotter, sobre todo en relatos como “ANIMALIA” o “CRITICA”.
Foros y perfiles llevados al límite. Porque hay algo que no se dice explícitamente, pero sobrevuela en cada uno de los relatos: Facebook es el mainstream de las redes sociales. Donde Facebook homogeniza, Robles arma redes personalizadas. Así aparece “TODD”, la red para enfermos terminales o “BALZAC”, la red de “escritores realistas”.
Si la premisa inicial de las redes es su interacción, un primer riesgo es que el retrato de ese mundo lo vuelva un mosaico estático repleto de nombres de usuarios y respuestas en foros. Sin embargo, y he aquí un acierto de Robles, hay narración y no solo la presentación de un catálogo. Así nos encontramos con un relato como “CTHULHU” donde, a la manera de Manuel Puig, las entradas en los foros arman una trama polifónica, pero sin perder una buena dosis de suspenso secuenciado.
Las redes invisibles trabaja en la tradición de la falsa biografía. Hay algo de borgeano en ese juego, pero donde Borges se dejaba enceguecer por la brillantez de un concepto (un lugar que contiene todos los lugares, un hombre que vuelve a escribir el Quijote) Robles no cae en el fácil regodeo de una idea. La clave está en tomarse en serio a sus personajes, no dejarse ganar por el soborno de presentar un suceso nunca antes imaginado. El escritor deja su lugar a los personajes, son ellos quienes piensan y llevan adelante esas distintas redes sociales, a quienes le pasan cosas. El narrador no solo muestra esos universos virtuales, su apogeo y hasta su a veces triste derrotero, sino también el backstage psíquico de sus creadores. Esto permite que los relatos vivan, tenga movimiento, sean vitales. La red social funciona entonces como un elemento que abre el texto, es el disparador pero no como un universo cerrado. Así la herencia con Ítalo Calvino (y sus Ciudades invisibles) o con las falsas biografías borgeanas es meramente formal. Le sirve a Robles como ornamento retórico para estructurar una literatura que parece estar en otras frecuencias.
Si en los foros hay usuarios que trollean las publicaciones, es decir se encargan de ponerle un poco de pimienta a los debates, Sebastián Robles con Las Redes Invisibles parece trollear a esa impostada red social que es hoy la Narrativa Argentina.
(Actualización marzo - abril 2015/ BazarAmericano)