diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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El escritor errante
Obra poética, de Hugo Foguet, San Miguel de Tucumán, Ediciones del Dock/ Universidad Nacional de Tucumán, 2010.

Hugo Foguet (San Miguel de Tucumán, 1923-1985) ha tenido reconocimiento en el ámbito de la literatura argentina con la publicación de su novela Pretérito Perfecto (1983), pero la mayor parte de su obra permanece hasta hoy casi en el olvido. Foguet ha incursionado con maestría no sólo en la novela, sino también en otros géneros como el cuento y la poesía, con los que ha alcanzado diversos premios literarios. Guillermo Siles, en el marco de una investigación desarrollada en la Universidad Nacional de Tucumán, reúne y edita su obra poética completa, que incluye poemas inéditos y los siguientes libros: Lecturas (1973), Los límites de la tierra: en el canal (1980) y Naufragios (1985), libro que el autor no llegó a ver publicado. El volumen contiene un prólogo, compuesto por el propio Siles, en el que se cuestiona la omisión del autor del sistema literario argentino y en el que se hace referencia a la experiencia viajera del sujeto poético, cuya proyección literaria es la auto-figuración del “escritor navegante”. La errancia de esta escritura, entonces, implica un desplazamiento espacial y temporal que erige una subjetividad abierta a una vasta curiosidad por las cosas del mundo.

            La poesía de Hugo Foguet condensa múltiples intereses. Algunos de ellos son las experiencias que pudieron haber sido y no se concretaron, zonas de suspensión e incertidumbre constituidas por los sueños en los que aparecen mujeres, hombres y ciudades irreales: “Qué materia sutil/ destruirá el fuego/ qué sueño de ciudades entrevistas sólo en sueños/ (…) Es un viejo el que pregunta si lo que no viviremos/ es más importante que lo vivido”. La poesía de Foguet nos recuerda que la experiencia consta, entre otras cosas, de las zonas oscuras del inconsciente, el sueño y la imaginación. Esos ámbitos, más que instrumentos de exploración y conocimiento, son para el autor dones que la vida provee con el objeto de expandir sus límites. Hugo Foguet se interroga acerca de aquellos espacios velados, incapaces de ser representados discursivamente. Lo paradójico es que lo hace a través del discurso. La imaginación, entonces, es la usina de una escritura que puede registrar lo inenarrable. Foguet apela a figuras del pasado, a lugares exóticos y a un vago discurso legendario a través de testimonios y crónicas ajenas. Esta operación discursiva restaura un universo que “desconocemos”, en el que percibimos, sin embargo, una lógica que lo rige subterráneamente. En ese sentido sus textos actualizan lo pretérito y tornan verosímil aquello que está impregnado de opacidad y hasta de inexistencia. Sin embargo Foguet sabe fehacientemente que la poesía y la historia -como analizara Octavio Paz- tienen un lazo invisible que las vincula. Mientras el historiador representa aquellos acontecimientos del pasado que permiten otorgar una organización narrativa a los hechos públicos de la comunidad, el poeta confiere transparencia a los espacios que la Historia no puede abordar. Esta operación epistemológica se establece mediante una clase de conocimiento inherente a la poesía. Las figuras retóricas como la metáfora o la analogía y las inesperadas conexiones entre acontecimientos distantes entre sí en tiempo y espacio, son las maneras de obrar que tiene el arte poético para echar una nueva luz y una nueva perspectiva sobre el pasado. Frecuentemente la eficacia de una metáfora revela, en pocas palabras, el significado nuclear de un hecho a expensas de largos tratados argumentativos. La metáfora, entonces, puede resultar un procedimiento eficaz que concentra el sentido desplegado concienzudamente por el historiador. De ese modo, la historia de los seres anónimos es revelada a través de la poesía. El tiempo histórico se transfigura en una imagen que vuelve inteligible una secuencia de hechos. Así es que Foguet puede referir la suerte de un granadero ignoto muerto en la batalla de Junín en el siglo XIX, o recrear las meditaciones de Martín Lutero en el siglo XVI y mezclarlas, paródicamente, con sucesos del siglo XX. En el dominio infinitamente libre de la poesía, Foguet decide conectar datos y situaciones con el objeto de comprender el sentido de los hechos, en buena medida a través de aquellas personas que fueron desplazadas o que no pudieron acceder al escenario central de los acontecimientos. De allí que el título de uno de sus libros, como el del célebre Alvar Núñez Cabeza de Vaca, no sea casual. La denominación de Naufragios hace referencia tanto a la condición de marino del autor como al torrente de hechos, circunstancias y personajes olvidados por la Historia. La poesía parece escuchar las voces leves, los susurros, la pequeña intimidad de aquellos que fueron destinados a la oscuridad.

            Otro aspecto a considerar en la obra de Foguet es el enigma que representa la figura del ser humano, hundido en la inmensidad del universo. Como si leyéramos a H. G. Wells en el campo de la ciencia ficción, o al Francisco Gandolfo de Mitos (1968), en el ámbito de la poesía, muchos de estos textos describen cuestiones referidas a la relación que establece el ser humano con el cosmos. En clave de humor, o incluso, en clave sentimental, la mirada del poeta se extiende sobre el prójimo, más que sobre la “negrura del espacio exterior”. La soledad como un patrimonio seguro de los hombres (“Qué solos estamos”) no es obstáculo para lograr vínculos sólidos en el pequeño sitio del afecto, como si se tratara de una tierra firme desde donde enunciar.

            Foguet es diestro en el uso lírico del lenguaje. Pero la variedad de tópicos, por un lado, y la incorporación de términos pertenecientes a terrenos tan heterogéneos del saber como la ciencia y la tecnología provocan una suerte de desplazamiento del lenguaje en direcciones distintas. De tal modo que se produce una colisión de vocablos que corresponden a universos discursivos en aparente tensión. Este camino es la apuesta, y también el riesgo, que asume el autor.

            La poesía de Foguet propone el conocimiento de una circunstancia, o de un hecho oculto de la Historia, pero frecuentemente a través de un uso irónico al borde de la indignación. Los procedimientos de la ironía, e incluso del sarcasmo, pueden obrar como denuncia acerca de la represión política, las guerras y la depredación de la naturaleza. La institución de la religión también ocupa parte de las críticas de Foguet, como se lee en “Antropología I”.

Citas periodísticas, alusiones literarias y relatos históricos nutren el conjunto de estos textos. Al mismo tiempo, los poemas de “En el canal” van acompañados de una serie de notas e informaciones que dan cuenta del contenido histórico, y revelan, implícitamente, la fenomenal curiosidad del autor, volcada en este caso, a historias olvidadas de la Patagonia. De ese modo puede haber referencias a Darwin en la perspectiva del capitán Fitz Roy, al grupo de onas expuestos como antropófagos en la Exposición Internacional de París de 1889 o a las ceremonias iniciáticas de la mitología selk’ nam. Las voces ajenas son el sustrato de la poesía de Hugo Foguet. Una trama de discursos (directos e indirectos) y de referencias históricas, científicas y tecnológicas atraviesa el conjunto de su obra poética. Pero en verdad ese sustrato de voces y alusiones opera como un espacio gnoseológico cuya dimensión poética es la condición necesaria para descifrar el lado oculto de las cosas.

 

(Actualización noviembre – diciembre 2012 – enero – febrero 2013/ BazarAmericano)

                                  




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646