diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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La tendencia materialista. Antología crítica de la poesía de los noventa, de Violeta Kesselman, Ana Mazzoni y Damián Selci (compiladores). Buenos Aires: Paradiso. 2012.
La tendencia materialista reúne selecciones de la obra de siete poetas argentinos: Fabián Casas, Washington Cucurto, Martín Gambarotta, Alejandro Rubio, Sergio Raimondi, Fernanda Laguna y Juan Desiderio. Otras antologías ya habían hecho foco en los noventa: Poesía en la fisura (Del Dock, 1995), de Daniel Freidemberg, y Monstruos. Antología de la joven poesía argentina (FCE, 2001), de Arturo Carrera, están entre las más importantes. En los últimos años, las ediciones de distintas antologías de poesía argentina se multiplicaron enfáticamente: tenemos, entonces, la Antología de la nueva poesía argentina (Perceval Press, 2009), de Gustavo López; Otro río que pasa. Un siglo de poesía argentina contemporánea (Bajo la luna, 2010), de Jorge Fondebrider; 200 años de poesía argentina (Alfaguara, 2010), de Jorge Monteleone; y Si Hamlet duda le daremos muerte. Antología de poesía salvaje (Libros de la talita dorada, 2010), de Julián Axat.
La tendencia materialista se inscribe, necesariamente, en este contexto, a la vez que se diferencia de él: mientras en las antologías mencionadas predomina, de manera invariable, un gesto panorámico de muestreo, la antología de Kesselman, Mazzoni y Selci se instala en el polo opuesto al hacer hincapié, en cambio, en la radicalidad del recorte: “el sentido panorámico-informativo que motivó los trabajos de Freidemberg y Carrera pierde pertinencia. Pasado el tiempo, parece ser más útil aventurar la función selectiva de la antología.”. Pero no hay que entender selección por exclusión: porque, en este caso, el recorte no pretende, desde el vamos, ser representativo: “El objetivo, en síntesis, fue menos armar una antología que un ‘recorrido antológico’ por diversos complejos problemáticos. En cierto modo, este libro selecciona problemas, más que poetas.”. No sería productivo, entonces, abordar la antología por lo que deja afuera, porque eso implicaría reclamar una pretensión que no tiene. Habría que leerla, luego, en su propia singularidad.
Y ahí aparece otra característica, además del recorte, que la distingue de las demás: La tendencia materialista se presenta, desde el título, como una antología crítica: incluye una Introducción, un apartado con la Historia de los noventa, un ensayo para cada una de las tres secciones (“La percepción cultural”, en donde entran los textos de Desiderio, Casas y Laguna; “La percepción política”, en donde aparecen textos de Gambarotta, Cucurto y Rubio; y finalmente “La percepción histórico-económica”, conformada por una selección de Poesía civil, de Raimondi), una nota introductoria a cada uno de los autores antologados y un apéndice con las publicaciones literarias más importantes en orden cronológico, de 1990 a 2007. Es un libro con un buen recorrido conciso por la época, con el detalle de algunas revistas (Trompa de Falopo, La mineta, 18 whiskys, Nunca nunca quisiera irme de casa), los talleres de escritura (de Diana Bellesi, de Leónidas Lamborghini, de Arturo Carrera y Daniel García Helder) y las editoriales destacadas (Deldiego, Vox, Siesta, Belleza y Felicidad).
La antología no incluye, sin embargo, una bibliografía teórico-crítica en general y sobre los noventa en particular, así como llama la atención –tratándose de una antología crítica– que los escasos ensayos sobre los noventa, mencionados al pasar, remitan, invariablemente, a la misma y casi única referencia bibliográfica que encontramos consignada en el libro: me refiero al volumen Tres décadas de poesía argentina (Libros del Rojas, 2006), compilado por Jorge Fondebrider, que incluye textos de Jorge Aulicino, Daniel Freidemberg, Alicia Genovese, Daniel García Helder y Martín Prieto, Tamara Kamenszain, Anahí Mallol, Santiago Llach, Martín Gambarotta, Edgardo Dobry, Emiliano Bustos y los mismos Ana Mazzoni y Damián Selci, entre otros. Algunos de los textos de estos autores que aparecen en el volumen de ensayos de Fondebrider –insoslayable, por cierto–, un par de notas periodísticas y algunas entrevistas puntuales en Internet a los poetas en cuestión, constituyen el acervo crítico de la antología.
Por eso, en ciertos momentos, los ensayos que recorren La tendencia materialista parecen modular un tono casi fundacional en relación al objeto; un territorio alisado, monológico, en donde no parece haber disidencias, discusiones, signos de debate, polémicas (se menciona, en una nota brevísima, el altercado entre neobarroco y objetivismo). Por ejemplo, leemos en la nota introductoria a Cucurto: “Los poemas de Cucurto no están escritos desde el punto de vista de la investigación etnográfica.”. Como explica Bajtin, sabemos que todo enunciado es contestatario. En este caso puntual, el interlocutor oculto, quien utiliza la palabra “etnografía” para hablar de Cucurto, es nada más y nada menos que Beatriz Sarlo (“Sujetos y tecnologías. La novela después de la historia.” Punto de vista, Nº 86, 2006). De ninguna manera estoy diciendo que haya que citar a Sarlo para contradecirla, ni mucho menos. Por el contrario, lo que me interesa es señalar, a través de un ejemplo claro y hasta un poco obvio, el modo en que Kesselman, Mazzoni y Selci construyen su discurso crítico: ya que en la ausencia de referencias uno podría leer el ejercicio de planchado de un terreno rugoso –en efecto, llama la atención que tampoco se mencione el texto “En torno a las lecturas del presente”, en donde Sandra Contreras polemiza de frente con la lectura “etnográfica” que hace Sarlo de Cucurto, explicando, con lujo de detalles, por qué los poemas de Cucurto no admiten una entrada de ese tipo. Entonces, aquella negación que funciona como punto de partida está descontextualizada: si uno no conoce el artículo de Sarlo, el enunciado pasa como ejercicio de invención de una afirmación conjetural previa. Así, La tendencia materialista se para en los noventa desde esta doble operación de inscribir y borrar, como diría Roger Chartier, por medio de la cual los ensayos parecen montar/superponer la cartografía de un espacio liso, raso, pelado, sobre la base de un territorio espinoso.
En todo caso, los textos de Kesselman, Mazzoni y Selci no incurren en la interrogación tanto como en la aserción de un tono por momentos sentencioso. Por eso, cuando pasamos de los textos críticos a los poemas antologados, el efecto de lectura es el de la constatación de una hipótesis: los poemas parecen estar ahí para cumplir una férrea función argumentativa. Esto sucede, en especial, cuando llegamos a los textos de Alejandro Rubio, Martín Gambarotta y Sergio Raimondi; textos que contienen, en sí mismos, un pulso teórico propio, cimentado en el proceso de distintas teorías literarias, culturales y filosóficas. Y es que en el pasaje del texto crítico a los poemas, parecería haber una relación de despliegue: el texto crítico se presenta casi como una ampliación explicativa de esas teorías diseminadas en los poemas, como si la escritura no presentara tensiones sino una límpida coherencia entre teoría y poema. Y en este punto, La tendencia materialista se vuelve un libro sólido, porque los textos críticos presentan una fuerte relación de acuerdo con los textos poéticos, casi de aprobación, de conformidad: de creencia. En este vínculo armónico con el objeto, las lecturas que se predican son indiscutibles en la medida en que repiten compulsivamente, de algún modo, lo que el poema ya dijo.
Por eso, muchas veces, los ensayos de la antología, señalan una relación continua, solidaria, entre los textos poéticos y su contexto de producción, como si el poema fuera una moraleja del plano social; así: “[La poesía de Fabián Casas] es un registro del fracaso de la cultura joven”; “Partiendo de un contexto de descomposición social y crisis económica, la obra de Washington Cucurto se ocupa de algunas problemáticas ligadas a la inmigración reciente”; “La descomposición social, en Música mala y Metal pesado, se formaliza en su punto extremo: mientras el país progresa hacia el ‘primer mundo’, el proletariado vive en el peor de los mundos posibles (…). Violencia, hambre, miseria, mugre y otros feísmos son elevados a la enésima potencia”; “Hay en Poesía civil una pretensión que puede calificarse de ‘desmesurada’: la de hacer entrar toda la realidad en un libro.”. Más allá del contenido de estos enunciados, de lo que allí se dice sobre los textos poéticos, me interesa subrayar, precisamente, cierta concepción –residual, diría Raymond Williams– de la literatura como reflejo del mundo social. En los poemas de Casas, Rubio, Cucurto, Gambarotta y Raimondi, incluso en los poemas de Fernanda Laguna, aparece, efectivamente y sin duda, cierta representación de una realidad social determinada. Ahora bien, lo que quiero decir es que Kesselman, Mazzoni y Selci, por momentos, leen/analizan esas representaciones en términos casi “realistas”.
Sin embargo, al no manejar explícitamente una bibliografía teórica –detalle que puede pasar como falla, pero que, en cierto punto, a la vez, refuerza la contundencia de sus afirmaciones, porque parece que lo enunciado allí no tuviera más referencias precisas que las ideas desarrolladas por ellos mismos– el entramado conceptual de los ensayos se debilita; no así su pulso asertivo, seguro, firme. Por eso, no queda del todo claro qué es exactamente “la tendencia materialista”:
La tendencia materialista sólo puede realizarse materialmente. Se debe ser concreto, pero en relación a un problema concreto y desde él. En los textos seleccionados, los objetos, los pensamientos, los problemas, son aprehendidos desde cierto punto de vista, o lo que es lo mismo, con arreglo a determinada percepción. No habrá que buscar en ellos tanto una percepción de la “cultura” como cosa separada, sino una percepción cultural de la época. Tampoco una reseña de hecho político, sino una percepción política de la coyuntura. Tampoco, finalmente, una versificación de acontecimientos retóricos, sino una percepción histórico-económica del presente.
No hay muchos otros momentos explícitos de conceptualización en los textos críticos que acompañan la antología de aquello que Kesselman, Mazzoni y Selci han dado en llamar “la tendencia materialista.” ¿Desde dónde se entiende/lee ese materialismo? ¿Desde Marx? ¿Desde Luckács? ¿Desde la relectura del marxismo que hace Raymond Williams? ¿Desde la teoría crítica de Adorno y Horkhaimer? ¿Desde Benjamin? ¿Desde el aforismo “no ideas but in things” de William Carlos Williams? ¿Desde ninguno de ellos? ¿Desde todos? ¿Qué diferencias habría –y ésta es una cuestión importante– entre materialismo y objetivismo? ¿En qué tipo de políticas de la literatura están pensando, concretamente? ¿En Foucault? ¿En Rancière? ¿Da lo mismo? ¿Acaso importa? No digo que la teoría solucione las cosas, ni que tenga que aparecer citada para estar efectivamente funcionando en un texto crítico dado. Lo que quiero decir es que, en este caso particular, frente a la amplitud del entramado conceptual (“materialismo” es una palabra enorme, que desborda por todos lados y, por tanto, mercería cierta profundización, cierta precisión en su uso), la ausencia de bibliografía confunde, desorienta, embrolla.
En definitiva, son cuestiones en las que los textos críticos de la antología decidieron no ahondar, y esa decisión, me parece, paradójicamente, los deja hablando en el aire de la supuesta materialidad, como si al momento de definir el partido, su estrategia invariable fuera la de pasarle la pelota a los poemas. Y en este punto, no obstante, los antologadores resuelven no sin perspicacia, porque, en efecto, para hacer pie sobre dichas cuestiones teóricas no resueltas terminan agarrándose de los textos poéticos, cuya selección es, a estos fines, impecable, porque es allí, en la selección misma de estos siete poetas fundamentales, donde terminan por ajustarse los tornillos flojos del sesgo crítico, arrojando como saldo un libro que, a pesar de los problemas señalados, es valioso para la poesía argentina.
Por último, La tendencia materialista oscila entre la obviedad y el hallazgo: “Los nombres de esta antología pueden resultar obvios para ciertos lectores, mientras que a otros les parecerán apenas familiares, si no directamente desconocidos.”. Sin embargo, en un artículo anterior –“Poesía actual y cualquierización”, un interesante ensayo sobre el fenómeno de las editoriales independientes de poesía– Mazzoni y Selci sostenían, con respecto a los libros artesanales por los que circularon varios de los autores antologados: “En la artesanalidad de los diseños, hay que leer la falta de un mercado masivo, la falta de una masa amorfa que lea. Todo escritor de literatura actual está en potencia condenado a conocer personalmente a cada uno de sus lectores.” (en Tres décadas de poesía argentina). Entonces, de lo anterior, se induce que La tendencia materialista tiene un doble horizonte. Por un lado, busca, deliberadamente, encontrar “un público más amplio” para estos textos. Por el otro, no debemos olvidar que los autores antologados ya están relativamente consagrados: Casas ganó el premio Anna Seghers en 2007 y acaba de publicar Horla City (2010), su obra poética reunida, en Emecé, con un éxito de ventas desorbitante para un libro de poesía; en 2007, Sergio Raimondi recibió la beca Guggenheim por su proyecto Para un diccionario crítico de la lengua y Poesía civil fue reeditado recientemente (17 grises, 2010); Fernanda Laguna acaba de publicar Control o no control, su obra poética reunida (Mansalva, 2012); el año pasado, Mansalva y Vox reeditaron Punctum, de Martín Gambarotta (Mansalva/Vox, 2011), que en los últimos años ha sido entrevistado por distintos medios; Cucurto es casi famoso; los tres primeros libros de Juan Desiderio fueron reeditados por Vox en un solo volumen cuyos ejemplares se agotaron al instante. Quiero decir que, en La tendencia materialista, Kesselman, Mazzoni y Selci reúnen, sin voluntad de novedad (“nuestra antología […] no está presentando ninguna ‘nueva poesía’”), lo que ya estaba de relieve en el campo poético argentino de los últimos años, –y de ahí su asumida obviedad, su redundancia–, a la vez que apuntan a buscar/construir un público más amplio, partiendo de la premisa de que ese público ya no existe para la poesía argentina. Y en este sentido, como propuesta, La tendencia materialista constituye una apuesta fuerte en el campo editorial, hasta podríamos decir: un verdadero acto idealista de fe.
(Actualización noviembre – diciembre 2012 – enero – febrero 2013/ BazarAmericano)