diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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La traducción como diálogo
Paterson V de William Carlos Williams. Luz Mala Ediciones, Mar del Plata, 2012. Traducción de Matías Moscardi.

Hacia mediados de este año se lanzó Luz Mala Ediciones de la ciudad de Mar del Plata. El primer título de la nueva editorial es Paterson –Libro V  de William Carlos Williams, en traducción de Matías Moscardi. El libro es una cuidada edición crítica y bilingüe del último volumen de ese poema fundamental del siglo XX.  Moscardi incluye un cuerpo de notas a pie de página en donde aclara el sentido especial de algunas palabras y expresiones del inglés, dificultades de traducción e informaciones suplementarias para entender determinadas referencias puntuales de este poema extenso y complejo. El texto de la contratapa, como veremos de inmediato, tiene para mí el valor de un verdadero programa de acción.

Aún a riesgo de exceder los límites de una reseña y de resultar arbitrario en algunos argumentos, pienso que este libro constituye un verdadero acontecimiento en sí mismo que, al mismo tiempo, debe ubicarse en un contexto mucho más amplio y enteramente auspicioso para nuestra literatura: me refiero al fenómeno de las editoriales independientes que en estos últimos años se han expandido y diversificado tanto en la propuesta de sus contenidos como en la distribución geográfica del país. En septiembre de este mismo año estuve en el Festival Internacional de Poesía de Rosario. Mesas de exhibición y venta desbordantes de material y colorido: poesía y narrativa; libros cartoneros y artesanales; ediciones económicas en cartulina y otras más lujosas, con tapas satinadas y papel de calidad; editoriales cordobesas, santafesinas, rosarinas, con un catálogo en muchas casos bastante nutrido, tanto de autores desconocidos como de otros que cuentan con una obra ya reconocida. En la era del ciberespacio, el libro como objeto material se resiste a desaparecer; pero lo interesante es que no se plantea la conservadora oposición entre cultura digital y cultura del libro, entre las últimas herramientas tecnológicas y las tradicionales formas de impresión. Ambas, sin duda, están en un proceso de resignificación mutua, dando lugar a una nueva ecología cultural cuyos alcances todavía deben ser analizados con detenimiento.[1]

Las nuevas editoriales dan cuenta de la  producción literaria y al mismo tiempo estimulan; pero además, son formas de intervención: establecen un catálogo, un recorrido de lectura, un determinado recorte que acaso sirva para trazar puntos de referencia en un panorama literario y poético muchísimo más diversificado y heterogéneo en sus propuestas estéticas y soportes materiales de difusión de lo que fue hasta hace –pongamos– una década atrás. Esto es algo que he conversado con el propio Moscardi. Si esto es así, las editoriales que se consolidan en las distintas ciudades del país producen un doble movimiento de fuerzas centrífugas y centrípetas que de ningún modo se anulan entre sí: por un lado, se establecen las condiciones de posibilidad para una democratización de la palabra porque se estaría transitando de un mapa con centro excluyente en la capital a otro constituido por un plexo de nodos-editoriales que no se cierran sobre sí mismos sino que se articulan en redes variables de colaboración, promoción y competencia entre sí por la conquista del lector. Y en un sentido contrario, los emprendimientos de edición contribuirían a afianzar una determinada “tradición” local. Pongo esa palabra entre comillas porque tiene un carácter muy conjetural y provisorio. Me refiero a que cada editorial genera en su propia ciudad una asociación de trabajo, de lecturas compartidas, de determinados intereses literarios. Pero esto debe analizarse en cada caso particular. Y agreguemos que este nuevo mapa no necesariamente está orientado por un regionalismo chauvinista que se opone al centralismo de Buenos Aires como un una mala actualización del enfrentamiento entre unitarios y federales.

Por supuesto, la editorial Luz Mala y su primer libro pueden ubicarse en este contexto. Si es cierto que –como lo afirmamos más arriba– cada editorial puede pensarse como un modo de intervención en el campo literario, debemos preguntarnos de qué modo lo hace esta editorial y este libro en particular, qué diálogo propone. Hasta el momento, está consagrada a la edición de traducciones de poesía; el segundo título que publicó recientemente es el Libro de los gatos mañosos del Viejo Possum de T. S. Eliot. En los últimos años, en la Argentina ha cobrado una relevancia notable la traducción de textos de alta calidad pero con poca o nula circulación, efectuada por reconocidos escritores y poetas, lo que otorga a ese material un valor extra. Tuvimos oportunidad en este mismo espacio de reseñar un par de novelas publicadas por La Bestia Equilátera[2]. La traducción de poesía encuentra en la actualidad un espacio destacado en ediciones Gog & Magog[3].

Matías Moscardi es docente e investigador de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y una de las voces más interesantes entre las recientes promociones de poetas. En un encuentro de poesía que se realizó recientemente en Bahía Blanca, Moscardi coordinó un taller de traducción. Los resultados fueron enormemente satisfactorios, a juzgar por testimonios que recibí de los participantes. Muchos de ellos son estudiantes de la carrera de Letras y pude comprobar que experimentaron un fuerte estímulo para continuar con este trabajo; sin dudas de allí saldrán más traducciones que quizá se conviertan en otras tantas publicaciones. He aquí un buen ejemplo de lo que afirmaba más arriba: un determinado proyecto genera una convergencia de editores y escritores que a su vez produce efectos expansivos a partir de la articulación con otros proyectos o actividades.

  

Hablemos ahora del libro que nos ocupa. Como se sabe, Paterson es un extenso poema que William Carlos Williams trabajó entre 1946 y 1958. A lo largo del siglo XX, la poesía estadounidense fue sumamente productiva en Latinoamérica. Baste pensar el impacto que produjo la antología traducida por Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho. En la Argentina, quizá pueda hablarse de sucesivas épocas de influencia: mencionemos, por caso, la presencia de Carl Sandburg y Vachel Linsay  en una parte significativa de la obra de Raúl González Tuñón. Alberto Girri fue uno de los pioneros en la traducción de determinados poetas norteamericanos y de W. C. Williams en especial. Como afirma la contratapa de esta edición, la imagen más extendida de este poeta en la Argentina es la que se puso en circulación a partir de las traducciones más populares como la de CEAL (1988) donde aparece el autor de los breves poemas fotográficos, absolutamente precisos, que funcionan como “máquinas hechas de palabras”, según palabras del propio Williams. En esta etapa de su producción, el poema de la carretilla roja (“The red wheelbarrow”) resulta paradigmático. Es uno de los textos fundamentales del modernismo anglosajón[4]. Williams queda fuertemente asociado al objetivismo norteamericano y al neo-objetivismo argentino.    

Lo significativo es que, a partir de estos datos, la misma contratapa explicita el objetivo de la traducción: poner en circulación un Williams distinto, aunque no desconocido entre los poetas argentinos que comenzaron a publicar hacia la década de 1990. En efecto, los números 1 / 2 de la revista 18 whiskys[5] dedican un artículo a evaluar la obra de Alberto Girri. Encontramos allí una pastilla titulada “Odiamos tanto a Girri”, firmada por Larsen, seudónimo de Fabián Casas. Jocosamente increpa al poeta y le efectúa un reclamo no tan jocoso:

 

   Oiga, don Girri, si por casualidad está leyendo esto y no quiere que le demos una manteada general, ¡¡traduzca de una vez el Paterson de William C. Williams!! Le prometemos que disolvemos el club [de los que odian a Girri] y el whisky lo pagamos nosotros.

 

En los números siguientes, Sergio Raimondi publicó una selección de los cinco libros del poema, junto con notas de Casas y Durand y un reportaje de Stanley Koehler al poeta estadounidense, traducido por Teresa Arijón. El propio Moscardi me recordaba hace poco que Durand tiene un poema que comienza: "primero te digo que toda la poesía es una verga, nunca leí un buen poema, excepto el libro 5 del Paterson de Williams"[6].

Nos encontramos, en efecto, con un texto muy distinto de esas breves y admirables piezas de relojería, poemas-fotos como “El joven sicomoro” o “Nantucket” en una época en que Williams se encontraba próximo a los pintores y fotógrafos del movimiento precisionista norteamericano[7]. Paterson, por el contrario, es un texto de largo aliento, en el que la voz poética incorpora cartas, reflexiones sobre la pintura y citas. En un intercambio de correos electrónicos acerca de esta versión, Moscardi me comentaba algo que resume muy bien el sentido del libro V; me tomo la libertad de citar:

 

el libro arranca con la vejez de Paterson (la ciudad, el hombre), pero en su versión vitalista: algo/alguien que está por morir, pero que a la vez expresa, en esa torsión final, su máximo esplendor en términos de percepción: Paterson mira los pájaros, las flores, cuida su jardín, relee cartas, se acuerda de su pasado, hay una plenitud ahí que lo prepara para la muerte.

 

Esta complejidad formal responde a un creciente interés hacia lo que el poeta denominaba el “American Idiom”. En esta etapa de su producción, “rechaza la estética de la máquina por la estética del collage, la retórica de la precisión por la retórica de la inclusión”[8].

Hay dos versiones completas del Paterson en español (en las editoriales Cátedra, 2001 y Aldus, 2009),  pero de muy escasa circulación en el país. Pero lo esencial no es esto, sino que una traducción efectuada por un poeta argentino, que en la contratapa hace explícitas las referencias a la revista 18 whiskys, se convierte en un diálogo con la poesía argentina, al menos con una tradición que se conforma a partir de la década del ’90. Según evalúa Moscardi, “en retrospectiva parece despuntar un rasgo de deuda generacional con este texto”. Pero el diálogo no se entabla sólo hacia atrás, sino hacia el presente inmediato y, agrego, hacia el futuro. Hay una evidente apuesta por poner en consideración un poema extraordinario, complejo, que puede volver a ser productivo en la escritura actual. Es una invitación para volver a pensar las condiciones de posibilidad de un poema épico en la Argentina, o al menos de un tipo de poesía que apueste por el riesgo y la experimentación. Paterson es complejo, pero en la traducción de Moscardi produce unos movimientos rítmicos y visuales, una sucesión de imágenes y conceptos que de inmediato genera en la lectura necesidad de desplegarse en escritura. Para decirlo en términos barthesianos, se trata de un texto escribible.

 

Los sueños me poseen

                             y la danza

                             de mis pensamientos

incluye animales,

                bestias sin culpa.

 

 

Un volumen de prácticas que no se encuentran escindidas, que se vuelcan unas en otras y entre las cuales circula el deseo: lectura, escritura, traducción. Traducción como forma de leer; traducción como reflexión sobre la lengua del otro y la propia; como desafío para la escritura. “No ideas but un things” escribe Williams en un conocido verso que condensa todo un programa estético. ¿Qué diferencia hay entre traducirlo “no ideas salvo en las cosas”, como convencionalmente se hace, o “ideas sí pero en las cosas”, como lo hace Raimondi? Según me enteré, estas y otras cuestiones se plantearon en el taller de traducción que mencioné antes.

Resumo, entonces: hay un plexo geográfico de editoriales independientes que se articulan con los soportes electrónicos en relaciones variables, a lo cual deben sumarse las editoriales directamente digitales (fenómeno posiblemente creciente) como Determinado Rumor de M. S. Morfes. Luz Mala interviene en este panorama incorporando el matiz diferencial de la traducción como un modo de releer la tradición e impulsar la escritura poética y crítica. Si a esto le sumamos que desde hace un tiempo se está consolidando la crítica literaria de poesía con una serie de textos de altísimo nivel en su rigor y profundidad de análisis, creo que el panorama de la poesía argentina no puede ser más auspicioso. 



[1]              Apunto una idea en tal sentido: la editorial cartonera de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba incluye un texto a pie de imprenta donde aclara: “El libro cartonero es un objeto único e irrepetible”. Para seguir pensando con Benjamin: en la época de la casi infinita reproductibilidad técnica que permite el soporte electrónico, el libro de papel y cartón reciclado deviene en un objeto aurático.  Esta es sólo una hipótesis entre tantas que puede generar nuestro presente de profundas transformaciones.

[2]              El señor de la luz de Maurice Renard en traducción de César Aira y La soledad del lector de David Markson, trasladada por Laura Wittner.

[3]              Entre otros títulos que ha publicado esta editorial, deben mencionarse Un país mental, la notable antología de poesía china contemporánea realizada por Miguel A. Petrecca, y una nueva edición del Infierno de La divina comedia, a cargo de Jorge R. Aulicino.

[4]              En un dossier sobre traducción del Diario de Poesía, Mirta Rosenberg realizó un breve estudio comparativo de tres versiones distintas de este mismo texto (nº 10,  1988, p. 24).

[5]              Esta revista, de la que salieron tan sólo dos números dobles en noviembre de 1990 y marzo de 1993 respectivamente, fue uno de los órganos esenciales de la que poesía de los ’90 en Argentina. Con la dirección de José Villa, participaban en la redacción Daniel Durand, Rodolfo Edwards, Fabián Casas, Teresa Arijón y Mario Varela, entre otros. 

[6]              “Malpaso olvida su vanidad, recupera su soberbia” en El Estado y él se amaron, Buenos Aires, Mansalva, 2006, p. 96.

[7]              Charles Demuth, Giorgia O’Keefe, Charles Sheeler, entre otros.

[8]              Sayre, Henry M. “American Vernacular: Objectivism, Precisionism, and the Aesthetics of the Machine”, en Twentieth Century Literature; Vol. 35, septiembre de 1989, p.310. Traducción de Antonela Dambrosio – UNS.

 

 

(Actualización noviembre - diciembre 2012 - enero - febrero 2013/ BazarAmericano)

 

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646