diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

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Lucidez, dolor y reflexión crítica
La palabra justa. Literatura, crítica y memoria en la Argentina (1960-2002), de Miguel Dalmaroni, Melusina Editorial, Chile 2004; 178 Páginas.

Recorrer la producción literaria desde la crítica puede ser una tarea tediosa, esquemática, altamente formalizada, inútil. Hay muchos ejemplos de ello en diversas variantes de prosa académicas y no académicas. La palabra justa escapa a estas somnolencias y propone un conjunto de ensayos que, sin abandonar los rigores eruditos indispensables, señala al cabo de su transcurso la apertura a un campo de reflexión más allá de sus contenidos explícitos.
El trabajo transita cuatro ámbitos. En “Polémicas”, su primer capítulo, se abre la disputa sobre el populismo literario como punto de partida para recorrer el debate cultural desde los sesenta hasta nuestros días. La exploración de la problemática del populismo registra su recorrido desde el origen de la cultura de izquierda, con las inflexiones del compromiso social y político, hasta su disolución por vía de la crítica y la literatura de los ochenta. Se constata entonces un movimiento que devendrá en característico, en tanto aquella fuente privilegiada de sentido que fue la política en los sesenta / setenta, proyecta categorías para la discusión crítica y la producción literaria. La palestra de estas “polémicas” está constituida por el movimiento cultural vinculado al PC, las irritaciones antipopulistas de los más diversos miembros del campo intelectual, las revistas de Los Libros a Punto de Vista, de Literal a Babel y las lecturas críticas de Boquitas pintadas y sus críticos; todos ellos debatiendo con el fantasma del realismo y sus supuestos y consecuencias estético ideológicas.

En el segundo capítulo, “Poéticas”, es el turno de la indagación de las poéticas de la izquierda literaria: Gelman, Pizarnik, Leónidas y Osvaldo Lamborghini, entre otros, quienes se remiten a la disputa de los veinte para convertirla en inspiración para una programática literaria que deslee y reescribe aquellos discursos realistas como materiales para la construcción de otra lengua literaria que emergerá de estas creaciones de ruptura. Así, los años setenta y ochenta ponen en marcha una relectura de la herencia literaria del Boedo de los veinte y del aliento poético de González Tuñón, tomando distancia de las fórmulas más hastiantes del encadenamiento de la escritura a los estatutos esquemáticos del compromiso político.

El tercer tramo, “Teoría y políticas de la crítica”, plantea un rastreo en el campo intelectual en busca de la forma y los efectos de la recepción de las “nuevas” corrientes teóricas de una parte de la crítica literaria argentina. Especialmente interesante es la visión del factor Raymond Williams y su potencial reconstitutivo para el debate marxista sobre la cultura, en tanto ofrece una variante de análisis no populista, reformista y, que a la vez, permite cerrarle el paso tanto al simplismo determinista como a las lecturas del sentido común. Dalmaroni anota dos atractivas referencias, una en relación con las incrustaciones barthesianas que articulan esta lectura de Williams y, la otra, acerca de la derivación “cínica” que estas novedades metodológicas pueden amparar en cierto análisis cultural más provocativo que crítico, como en el caso de Josefina Ludmer.

Finalmente, “Memorias”, cierra el libro con una ampliación de la perspectiva desde una preocupación cardinal: ¿cómo narrar el horror? Desde allí, revisa los esfuerzos por renovar los códigos del debate ingresando, finalmente, al aposento de la más reciente crítica cultural que afronta el horror de la dictadura y comienza a respirar los aires de la posdictadura, no sólo en Argentina, sino también en Chile, con una mirada especialmente atenta a la novelística argentina que aborda el genocidio.

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Este catálogo de contenidos puede resultar atractivo o desdeñable de acuerdo al interés que guíe nuestra búsqueda; sin embargo, detrás de él hay un orden y una posición que son los que realmente hacen atractiva la colección de ensayos y le otorgan al libro consistencia y solidez formal y conceptual. En su conjunto, el trabajo es una visita hermenéutica posible al paradigma de la cultura de izquierda argentina retratada desde el sesenta hasta la actualidad conectando el aliento de la literatura y la crítica literaria. Ahora bien, la búsqueda se abre a otra incursión que es la discusión acerca del corpus de los relatos del horror argentino y accede, en este punto, a una dimensión particular en la que la crítica se convierte, a su modo, en reflexión específica sobre la complejidad de este asunto. Dalmaroni hace confluir en este campo a las novelas y revistas culturales con las producciones de los organismos de derechos humanos, especialmente de la agrupación H.I.J.O.S. produciendo, así, un señalamiento iluminador. Desde la cita de John Berger -según la cual aquello que no tiene nombre merece una historia, la reclama- el horror y su transposición al texto están en la preocupación más honda del libro. Ahora la crítica cultural se instala en la línea que pone en contacto el esfuerzo teórico y estético del campo intelectual con la creatividad social y política de quienes sufrieron el horror en carne propia y se detectan canales de comunicación secretos que vinculan ambas márgenes. Dalmaroni muestra la profunda afinidad electiva que hay entre aquellos procedimientos de la vanguardia poética de los sesenta, que pusieron en marcha la producción de un nuevo lenguaje, y las políticas de restitución de sentido que lleva adelante H.I.J.O.S. en sus textos. La crítica cultural mira entonces un campo más rico y complejo en el que se construye una respuesta a aquella demanda de lo que no tiene nombre. Lo que de este modo resulta iluminado es, por un lado, la política que se atreve a integrar procedimientos estéticos y, por otro, un momento de asunción social de aquel ideal del imaginario de la izquierda cultural que pulsó siempre por abrir un espacio para una estética política.

Por último, quiero decir que el libro recorre bien el difícil camino que va de la discusión erudita de la cátedra universitaria a la producción social de discursos que desde la política y la actualización de las luchas sociales afronta el horror desde la construcción discursiva y lo hace sin desatender el ideal de una crítica que se esmera en acuñar lectores. La palabra justa sostiene un tono que, sin enunciaciones explícitas ni engolamientos retóricos, repone varios motivos adornianos: acento en la preocupación por el análisis de la elaboración interna del lenguaje estético; prioridad de la lógica del objeto y sentido ensayístico para captar los movimientos en los que es posible reconocer un momento creativo; pasaje del campo de la estética a la política para reconocer una política estetizada; acceso a una dimensión ética despojada de valores prefijados... etc., son algunas de las notas de la escala adorniana que podemos encontrar aquí. Aunque no me parece justo encerrar este trabajo en un formato metodológico único se reconoce, claramente, ese aire de familia. Como crítica, La palabra justa no incurre en el esquematismo contextualista, pero logra que el huracán de la reciente infamia argentina esté presente todo el tiempo en el tremendo acertijo que plantean sus consecuencias y en la certeza del compromiso ético de toda crítica cultural con su entorno y, simultáneamente, con el material propio de su ejercicio reflexivo. No se trata, como ha quedado dicho, de un mero ejercicio taxonómico, o del simple propósito organizador de un material arbitrariamente seleccionado, sino de la reflexión, desde la voz de la crítica, acerca de un campo, todavía abierto, que parte de la emergencia de la lucha política de los sesenta y afronta el desafío de abordar la posdictadura.

 

(Actualización diciembre 2004 - enero febrero marzo 2005/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646