diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Comienzos, historia de una revuelta
Fuera de lugar, de Edward Said, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 2001, 393 páginas.

1. Que Edward Said sea un intelectual palestino-norteamericano fue un motivo para que me acercara a este libro en el 2002. También que se tratara de sus memorias, ya que él mismo suele introducir, en medio de una entrevista o de un libro, sus raíces 'orientales', la infancia en dos colonias británicas (Palestina y Egipto), su pertenencia crítica a la universidad norteamericana, su intervención en las cuestiones de Oriente Próximo.

Lejos de atrincherarse en su gabinete de profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia, Said abordó durante años los diversos campos a los que fue llevado por vocación intelectual y convicciones políticas. En sus libros más conocidos -"Orientalismo" (1978), "Representaciones del intelectual" (1994), "Cultura e imperialismo" (1993)- estudia las conexiones entre discursos y prácticas, sin limitarse con criterios de "especialista". Said es conocido además por su militancia como intelectual en la política de Oriente Próximo. En "La pluma y la espada" y en "Crónicas palestinas" pueden leerse sus puntos de vista sobre el tema, junto a la enorme cantidad de ensayos y artículos que publica regularmente en "The Nation" y "Z Magazine", entre otros (ver www.zmag.org y www.thenation.com).

Porque no cree en la neutralidad de los intelectuales, ha mostrado las conexiones entre sus diversos campos de interés y su historia personal, y expone con frecuencia las razones que lo acercan a ciertos temas o las convicciones políticas que lo hacen adoptar este método de trabajo o aquella perspectiva. Said cree que no hay quien pueda sustraerse a las circunstancias de su vida, a sus compromisos con una posición y una clase social, a un conjunto de creencias o a su pertenencia a una comunidad. Por eso, en lo que respecta a sí mismo, muestra las cartas. Y en lo que respecta al resto, apuesta a una historia de las perspectivas que orientan la mirada de quienes transmiten y crean el conocimiento.

Inmune al posmodernismo, Said postula al intelectual como sujeto, y afirma que su historia, sus valores, sus escritos y posturas derivan de sus propias experiencias. "Cuando yo leo a Jean-Paul Sartre o a Bertrand Russell -dice en uno de sus libros-, más que sus razonamientos me impresionan su voz y presencias reales y específicas, por la sencilla razón de que ambos hablan de algo en lo que realmente creen". He ahí una justificación (si es que la necesitamos) para meternos en su vida.

2. "Fuera de lugar" nos introduce en sus años de infancia y juventud, entre 1935 y 1962. Said nació en Jerusalén y creció en El Cairo, paraíso económico de la burguesía extranjera a la que pertenecía su familia, hasta que fue enviado a los 16 años a estudiar a Estados Unidos (la residencia antes de la mayoría de edad era requisito para obtener la ciudadanía norteamericana, y el padre, súbdito oriental de colonias británicas, ya sabía en 1951 a qué parte del mundo convenía pertenecer).

Cuarenta años antes Wadie Said, o Wadie Ibrahim, padre de Edward, había llegado a Nueva York sin documentos, limpiando los ojos de buey de un buque de pasajeros. En 1920 ya era William Said, después de pagar un precio para ser norteamericano (en el álbum de fotos que incluye el libro vemos a Wadie en la Fuerza Expedicionaria Americana durante la Primera Guerra Mundial). En 1920 instala en El Cairo una de las filiales de la Standard Stationary Company, próspero imperio familiar dedicado a la venta de máquinas de escribir Royal, con sedes en Alejandría y en el canal de Suez. El éxito empresarial del padre, incluso en las épocas menos favorables, como la del Egipto nacionalista de Nasser desde 1952, tiene una dimensión perturbadora en el hijo, y se transforma en una especie de símbolo de la figura paterna: alguien que se siente siempre `en su lugar´, aún en el extranjero, y de una firmeza asfixiante: "mi padre llegó a representar una combinación devastadora de poder y autoridad, de disciplina racionalista y emociones reprimidas".

3. El apellido árabe de una familia cristiana, las escuelas británicas de su infancia en Egipto, los veranos libaneses y la vida norteamericana le dan la conciencia de participar de múltiples identidades, de estar de paso en todo lugar. Paradojas de la identidad, el hijo derrumba en las memorias "la farsa construida por mis padres, la ficción de ser norteamericanos". Junto a eso, Said transforma el desarraigo real y a veces doloroso en condición necesaria para pensar, algo que lo libera del lastre de una tradición única y lo aleja de cualquier fidelidad ortodoxa. Así, el exilio se vuelve también una condición metafórica, la única posible para el intelectual crítico, no integrado, que por no pertenecer plenamente a ningún lugar mantiene una inquietud desestabilizante para sí mismo y para los otros: "a veces me percibo a mi mismo como un cúmulo de flujos y corrientes. Prefiero esto a la idea de una identidad sólida, a la que tanta gente atribuye una enorme relevancia. Esos flujos y corrientes (...) puede que estén fuera de lugar, pero al menos están siempre en movimiento (...). Me gusta pensar que son una forma de libertad, aunque no estoy del todo seguro de que sea así. Ese mismo escepticismo es uno de los motivos recurrentes a los que quiero aferrarme. Después de tantas disonancias en mi vida he aprendido a preferir no estar del todo en lo cierto y quedarme fuera de lugar".

4. Este hombre de 60 años cuenta también la historia de sus revueltas íntimas, en el marco de una cierta política de los afectos, por llamarla de algún modo. "Había simples relaciones bilaterales con mi madre, como entre una colonia y su metrópoli". En las memorias, lo colonial no es sólo un tipo de relación económica y geopolítica (como la de Gran Bretaña en Egipto o Palestina) sino también un modo de nombrar las relaciones en el interior de su familia árabe, e implica autoritarismo, crueldad, silenciamiento, versiones oficiales de los hechos y miedo a los castigos. A los ojos del hijo, el padre iguala con sus "planes victorianos" la actitud humillante y despótica de la autoridad colonial.

5. El libro, iniciado por Said en 1994 durante un tratamiento contra la leucemia, lleva la impronta de varias luchas. Contra el despotismo de la enfermedad, el escritor relata sus primeros treinta años, centrales en su formación: "la gran batalla es tratar de no volver la enfermedad el centro de tu vida" dice en una entrevista de ese mismo año, donde muestra su resistencia a entregarse, pues tiene proyectos y desea seguir adelante.

La otra lucha es contra un 'Edward', dependiente y dócil, colonizado por un conjunto de deseos ajenos, marcado por "encargos idiotas y clichés reduccionistas" de padres y maestros, y del que ha logrado diferenciarse a través de los años. Cabe recordar que uno de los centros de atención de Said en sus libros ha sido el silencio de quienes supuestamente "no pueden representarse a sí mismos", lo que funciona como excusa para que el discurso de poder hable por ellos. En ese sentido "Fuera de lugar" es sin duda parte de una conquista más amplia, ya que las memorias relatan su proceso de autodeterminación como persona y como intelectual, su crecimiento en tensión con las diversas instancias de autoridad y de deseo ajeno que buscaron modelarlo. (En ese sentido "Fuera de lugar" tiene algo de réplica, de "Carta al padre").

6. Quizá por eso vuelve una y otra vez sobre su adolescencia, con las diversas revueltas interiores que le permitieron transformarse, y en cada una de las cuales asomó la resistencia política en ciernes. Como si el momento de ruptura adolescente, con su método de oposición sistemática a lo dado, fuera para Said un análogo de la conciencia intelectual por antonomasia. En ese sentido, la primera juventud parece ser tanto una promesa como un 'momento de peligro', ya que nos plantea la pregunta de si deseamos o no ser integrados, y hasta qué punto estamos dispuestos a responder a la lealtad y sumisión que se nos exige. Quizá por eso, con una coherencia que liga vida pública, vida privada, vida intelectual, estas memorias registran varios "comienzos".

"Descubrir otras vidas, otras historias, se convirtió en mi modo particular de buscar alternativas a la dominación de mi madre". Los breves paseos de la casa a la escuela en las calles de El Cairo, el deambular anónimo por los salones de un barco fuera de la mirada paterna, le hacen intuir y desear un mundo más ancho y diverso que el del estrecho núcleo familiar.

"Yo creía que los maestros de escuela siempre eran ingleses". Hasta 1949 Edward había intentado ocultar el origen de su apellido y el manejo de la lengua materna. Al entrar al Victoria College de El Cairo, donde concurren alumnos de todo Oriente Próximo, encuentra por primera vez una escuela llena de cómplices y aliados potenciales, y reconoce una identidad compartida con cabecillas y revoltosos agitadores. En una escuela en que "ser árabe y hablar árabe eran actividades delictivas", la lengua se convierte en refugio colectivo y en señal orgullosa de rebeldía: "no sólo seguíamos hablando árabe, sino que lo hacíamos más todavía, como acto de desafío contra un símbolo arbitrario y ridículamente gratuito de su poder".

Si "Fuera de lugar" es la crónica de un mundo perdido u olvidado -como dice Said al comienzo-, ahí están, para ser recuperadas, la infinidad de historias y reflexiones que se entrelazan: el cruce nocturno de la frontera egipcia por el avance del ejército alemán, el mundo de los afectos, la historia dramática de Farid Haddad, la expulsión de la familia de Palestina, el descubrimiento de la música, los viajes liberadores, la relación con el cuerpo, las lecturas. El mundo como lugar y sus `afueras´.

 

(Actualización diciembre 2001 - enero febrero marzo 2002/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646