diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Osvaldo Aguirre

La palabra única
A otro hablar, de Jorge Leonidas Escudero, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2001, 125 páginas.

"A otro hablar" propone dos lecturas de la obra de Jorge Leonidas Escudero: una antología personal del propio autor y una selección de textos realizada por el editor. En total el volumen reúne noventa y tres textos, procedentes de los trece libros publicados por el escritor, de "La raíz en la roca" (1970) a "Senderear" (2001). Las direcciones que sigue esta poesía aparecen demarcadas con precisión, por lo que ambos recorridos, en definitiva, suponen dos rumbos distintos para encontrarse, una y otra vez, en un mismo punto: uno de los más altos en la poesía argentina contemporánea.

Nacido en 1920 en San Juan, donde reside, Escudero suele ser visto como un autor singular por ciertas peripecias de su historia personal: abandonó estudios universitarios para dedicarse al trabajo de minero y al juego en la ruleta, comenzó a publicar a edad avanzada y se ha mantenido distante de los centros culturales del país. Las características de su escritura, por supuesto, no se explican en base a tales anécdotas sino por un trabajo cuya clave consiste en haber sido realizado según reglas propias, al margen de cualquier convención, y que durante largo tiempo permaneció en secreto (comenzó a escribir, ha declarado, "en el año cuarenta y tantos"). En un reportaje publicado en 1996 confesó ignorar las obras de poetas como Juan Gelman, Enrique Molina o Joaquín Giannuzzi, y tampoco manifestó demasiado interés en reparar tal desconocimiento. Esa declaración señala el lugar distante y aislado en que se ha situado y que acaso aspira a validarse más en la tradición oral que en la escrita.

Sin embargo, el camino para llegar a ese sitio casi desconocido de la literatura nacional puede seguirse sin dificultades. Una serie reducida de temas constituyen el núcleo de experiencia en torno al que se trata de construir un decir nuevo: el mundo perdido de los mineros, las penas de amor, los juegos de azar. La reiteración de estos tópicos, su persistencia en el decurso de la obra, significa en primera instancia que la escritura poética desconoce aquí palabras definitivas. Escudero ha definido su empresa como "una trayectoria hacia el silencio", que sin embargo no puede articularse sino con palabras y precisamente con palabras que faltan en el lenguaje y que es necesario descubrir. Los sucesos e impresiones referidas son de lo más comunes, por lo que imponen al sujeto el desafío suplementario de producir una declaración personal. En este marco cobra importancia una reelaboración del lenguaje basada en la transcripción del lenguaje oral tal como se lo habla, en la alteración radical de la sintaxis y en la transformación de ciertas palabras, de manera tal que se obtiene un orden desconocido.

El punto de relación de los temas de Escudero se produce por el hecho de estar atravesados por una circunstancia básicamente idéntica: la de la pérdida y de la búsqueda sin resultado. Esta situación resulta sobre todo visible en el caso de los mineros, los que han pasado su vida en los cerros en busca del oro que sólo existía en las leyendas y en los relatos tradicionales. Escudero se ocupa menos de la partida que del regreso de estos trabajadores. Es decir, de cuando están en el final y han envejecido sin obtener nada a cambio, aunque la ficción resplandece intacta. La contraposición puede verse en "Minero Riquelme", donde se alude a un hombre que "vive a cuerpo de sombra/ mientras arriba/ el oro claveteado aflora en primavera". En "Sobre la ruta del oro" se sigue el camino de un minero que vivió en medio de ilusiones de riqueza y murió pobre; en "Muerte de la quimera", el de un viejo compañero arruinado en el sentido más completo. "Finalmente lo alcancé al buscador;/ pero estaba muerto y con las manos vacías", se lee en otro poema revelador. En el final del camino está el principio, aunque modificado por el recorrido. Improductiva en términos económicos, esa actividad ha debido ser provechosa en otros aspectos. Por eso la nostalgia que embarga al sujeto cuando reencuentra a los antiguos compañeros de ruta; el que habla en los poemas, se dice también, vive en la ciudad pero tiene la vista puesta en los cerros, el lugar que lo atrajo con una promesa deslumbrante y lo hizo parte del paisaje.

La búsqueda del minero constituye además una imagen de la búsqueda del poeta. Así como el oro se sustrae entre las piedras, lo que aquí se persigue todavía no ha sido escrito y, como Escudero alienta cierto pesimismo, cabe sospechar que nunca podrá ser alcanzado: "¿A qué insistir si nunca llegará?/ Pero él desconoce otra forma de ser", se dice en uno de los poemas donde el sujeto habla de sí como de otro. Los procedimientos del escritor evocan asimismo a los del minero en los cerros, en procura de abrirse paso por un terreno poco transitado. Pero el articulador central del discurso aparece dado por las múltiples alusiones al juego. Una de las características menos observadas en la poesía de Escudero es cierto arte de lo indirecto, por el cual el visor del poema se fija no en una acción sino en sus consecuencias. En "Guanaco relincho" puede observarse un ejemplo nítido de esa práctica: el poema comienza por mostrar al animal, el momento en que es herido, y acto seguido, en vez de relatar la muerte, se concentra en el entorno, en la irradiación de esa pérdida en el paisaje. En "Amor que le debía", evocación de una mujer extraviada en la miseria, elude la misma circunstancia y produce una especie de kenningar: "un invierno -dice- la noche actuó en ella". De esta manera, tampoco se apunta a referir los avatares de una partida de juego sino de captar al jugador en su circunstancia definitoria, que es la pérdida pura y constante: en "31", por caso, se presenta a un hombre que ha quedado literalmente en la calle después de una noche de apuestas y que, sujetado por la ilusión del desquite, sólo se preocupa por volver al ruedo. El cero, el equivalente del vacío y la falta, lo que está al margen del orden, es el número que los jugadores deberían llevar grabados en la frente, dice Escudero. En "26" el juego y el amor, para nombrar otra experiencia crucial, se enlazan en la historia de un hombre que no sólo fracasa en su ambición de hacer fortuna sino que por eso mismo pierde a una mujer. "Sin juego" relaciona simultáneamente la frustración amorosa, el juego y la experiencia del lenguaje: "la carta/ que espero no llega (...) es decir/ no juego porque estoy trabado en la comunicación". Así como no hay triunfos en el juego tampoco aparecen episodios de amor cumplido. En este marco se elude la retórica del discurso amoroso para concentrarse en lo que Escudero llama "el concepto ético del dolor"; lo que importa es la consideración de las penas, sobre todo en el ámbito de los mineros y desde la perspectiva de los propios personajes. Es decir, algo que merece la observación respetuosa y discreta, tanto que a veces se omite decir de qué se trata ("para qué si se ve en el aire"), y sin embargo no excluye el recurso del humor y la burla del que cultiva el sufrimiento "por la belleza,/ por la alta dignidad que implica".

Esta desposesión que induce el juego resulta a la vez determinante, y en consecuencia indisociable, del valor máximo otorgado a la existencia humana: "déjame que te explique, sobrepasar los límites,/ viajar en cada apuesta,/ el riesgo es la sustancia", dice el narrador de "26". La idea retorna en otro texto: los apostadores "resumen lo más hondo del hombre:/ sobrepasar sus límites, pura búsqueda y nada". El juego es intercambiable con la vida; entre las expresiones con que se nombra a la muerte, la de "rechazar juego" es una de las privilegiadas. Por eso no hay reproche sino gratitud hacia la diosa Fortuna ("Agradecimiento a osté"), porque ha permitido, en vez de las ilusiones, cierto aprendizaje.

La actitud del jugador viene a describir la actitud del poeta. "En el juego yo tengo que adivinar -dijo Escudero en el reportaje citado, publicado en La Danza del Ratón- y, para adivinar, ¿qué hay que hacer? Hay que esperar. Yo no puedo adivinar porque a mí se me ocurre"; se requiere "una posición de espera para ver cuándo me llega un dato de afuera que pueda captarlo como válido". O también, de acuerdo a los términos de la propia poesía, el poeta está en trance de "acechar": se mueve en el territorio indicado, aunque no sabe con certeza dónde podría producirse la revelación. Las dificultades y los procedimientos de la escritura poética constituyen con frecuencia el centro de los textos de Escudero, que acude asimismo a imágenes y términos de la minería: hay que excavar en busca de la palabra, "recogerla desde abajo/ y presentarla arriba de otro modo". Es "la palabra única", y en su persecución la propia lengua se encuentra "trabada" y descubre que, para desatarse, debe comenzar por alejarse de la poesía conocida. Escudero critica a los espejismos que se presentan o son divulgados como poesía y en esa reacción exacerba sus sentimientos hostiles hacia las manías o las consagraciones de la cultura letrada (cierta experiencia amorosa, dice, desmiente un verso de Hölderlin). La búsqueda exige un replanteo a nivel del lenguaje, ya que aquello que falta no puede ser manifestado a través del decir cotidiano. Pero esto no refiere a las incapacidades del lenguaje corriente sino precisamente a lo contrario, a la necesidad de reinventar el discurso poético, de abrir el propio camino con lo que se sabe ("decir lo mío profundamente").

El resultado es un lenguaje en el cual las palabras reciben nuevas funciones y sentidos para revelar un mundo de experiencia desconocido. Resulta notable la singularidad de las imágenes ("está Riquelme apretado/ y afuera el río lo llora"), los pasajes narrativos que resumen una vida ("cuando acaso lograba unos vinos/ reía e inmediatamente llanto./ Venía de floridos años, de hombre a hombre,/ y cayó al pozo"), las comparaciones que desestructuran las perspectivas habituales (el enamoramiento es descripto en términos de un accidente de tránsito).

"Esta antología, a mi juicio, es todavía insuficiente para reparar la indiferencia, el olvido y el descuido a los que se sometió a un poeta ya ubicado entre los grandes autores conocidos", señala Javier Cófreces en el prólogo. Pero la edición supone un paso insoslayable.

 

(Actualización agosto - septiembre - octubre - noviembre 2001/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646