diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

Carlos Ríos
/  Ana Porrúa

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Julio Schvartzman
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Diseño

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La liberación por la risa
Las violetas de Attis, de Daniel Attala, Rosario, Beatriz Viterbo, 2004.

Rescatar o ubicar producciones argentinas de un espacio real  exterior a las fronteras nacionales conformaría otra historia de la literatura cuyo centro reside en “lo argentino” y cuya circunferencia vive en algún lugar; sus producciones, sin embargo, se distinguen, sin buscar la especificidad o  la fatalidad de las marcas de lo nacional.

Daniel Attala, novelista santafecino, también crítico y profesor en España y Francia, publicó en una editorial argentina  su segunda novela. La primera, La sonrisa del comerciante (2003)., había sido publicada un poco antes bajo el mismo sello.

Con una voz irónica que pone en escena las convenciones de un cierto tipo de escritura que desplaza el lugar de la erudición, aunque la utiliza,  Daniel Attala comienza su novela Las violetas del Attis, flirteando también con la tradición literaria. Esto se ve en la concientización de la estrategia de un narrador que encuentra – hereda de su tío Policarpo en este caso- varios documentos, de los que el editor selecciona tres,  donde juegan estos elementos junto con un impecable manejo del lenguaje, y convocan a la risa desde las primeras páginas en que el personaje editor se expresa: “¿Y si fuera cierto que la biblioteca del lector está ya harta de esa antiquísima cohorte de falsarios que tiene por costumbre agradecer a la suerte haber hallado –después de envejecerla en su despacho a fuerza de tinturas y arcaísmos- la historia que por fin publican? La treta es famosa: diciéndose exhumadores de libros olvidados, confesores de borrachos o moribundos, cuando no testigos de voces tronando entre relámpagos, los falsarios susodichos confabulan, so profesión de amanuenses, cuentos de su cosecha.” Y continúa: “Al aventurarme a publicar estos papeles, me expongo a la acusación de que reincido en el negocio. Pero no me importa y lo digo: a estos papeles me los dieron”.

La invocación a la diosa Cibeles concluye con las notas del editor y da paso al documento, no sin una plegaria para protegerse de los furores, estímulo y rabia de la diosa anticipo de los hechos que se van a relatar. Un primer “documento” conforma la historia que se denomina “Informe del Dr. en Psicología Pura de la Religión Don Cinto Galateo, dirigido a la Sociedad  Santafecina de Psicología Pura y Aplicada”, o simplemente “Informe Galateo” que esconde otro nombre que el editor disfraza. El tío del editor, llamado Policarpo, había guardado unos papeles, luego de que la mentada Sociedad fuera disuelta: “proscrita por un nuevo gobierno, que, como casi todos acá, entró de golpe y sin aviso....”, y aquí la ambigüedad no es un azar de las palabras y los giros. Se sabe que los documentos  fueron distribuidos entre amigos y miembros, otros confiscados o quemados en la década del cincuenta en Argentina. Este llegó a él porque su tío era miembro de la H.S. (“Honorable Sociedad”, como se la nombra luego).

En todo el primer documento que le da nombre al libro campea como un leitmotiv el tema de la castración, con cita de autoridades como la de Pedro Abelardo, cuyo epígrafe en latín da comienzo a una serie de citas eruditas que sin embargo sugieren otros juegos. Pedro Abelardo fue un maestro de la Edad Media francesa que en lo personal sufrió los embates de la castración por parte del tío de su amada, con quien se había casado en secreto; en lo público, fue precursor del proceso histórico por el que creció la influencia de Aristóteles respecto de la de Platón en la teología cristiana. En base a contradicciones buscó desarmar  el criterio de autoridad en Teología, como los de lo esencial  en relación a la noción de los universales. Pero nada de esto se dice en el libro, solo el nombre citado lo encierra, como en una serie de cajas chinas. El lector puede llegar a dudar entre dejarse tentar por los nombres y sus referentes en un paralelismo que invita a seguir sus huellas o dudar si no existe cierta “trampa” que concluyera en una parodia de erudición. Sin embargo, la constante de la castración también habla de sus versiones en diferentes tiempos y tradiciones. Una compulsión a la auto-ablación provoca a Galateo, el nombre ficticio de un personaje “real” no citado en el libro, entre el perfume de las violetas que invoca la presencia de la diosa del mito. Es Galateo quien repite la compulsión del personaje del mito de Attis, que había sido castrado. Merece subrayarse el pasaje del carnaval  que aparece con toda su magnificencia en el sueño de Galateo, donde diosas y símbolos fálicos se enrevesan con deseos e invocaciones demandantes: “Quid miserum, Aenea, laceras? Por qué, Anio, laceras a un desgraciado?” Más allá de los hechos, la paradoja entre metafísica y empirismo radical se entabla para concluir, en las “Apostillas” al informe Galateo, en una exégesis que explicaría la emasculación por la incidencia de los dioses a través de la inducción del deseo, no por su autoridad, interpretación propia de un  psicólogo de la religión como se autodenomina el personaje.

Entre la erudición y la banalidad, entre la verdad de la ficción y la literalidad –no literariedad – es que se descubre la risa, y cierta impostura que desplaza significados hasta lo más palpable. De esto se trata la segunda historia que el supuesto editor selecciona del legado de su tío, advirtiendo sobre su posible calidad de invención.  Escrito en un tono y estilo completamente diferente, “La metáfora viva” se denomina una sección de la segunda historia, aludiendo al libro de Paul Ricoeur, conocido especialista  que aborda la filosofía del lenguaje desde la hermenéutica y la antropología. Pero esta no será ninguna metáfora a la que acude el narrador de “Ojo de buey”, el marino Oscar Crane. No será más, ni menos, que un ojo del animal –definido como toro castrado, o “toro capón”- que el dueño del barco y su amiga Hernandarias, dedicada a la producción artificial de ojos, quieren instalar en él, como parte de un proyecto que recibe “el incentivo de nuestro gobierno y organismos de renombre internacional, como la NASA”. El “observador observado”, sujeto y objeto del que se narra en el primer documento y se desdobla ante la Honorable Sociedad, es aquí este ojo de buey, que ante el fracaso del experimento termina convertido literalmente en un ojo de buey del mismo barco. Esta maniobra remite a la del mismo narrador, que, des-poetiza el lenguaje de la literatura -como el de  Coleridge y Baudelaire- para decir que “en alta mar... no hay significados, ni cristos ni poetas.... el agua es agua, el faro faro, y la sal, la arena y la bruma, bruma, arena y sal” devolviéndole el carácter literal a las palabras.

El observador-observado también es el personaje dueño del barco, cansado de explicaciones escribe el documento para terminar con las habladurías y los miedos de la gente mientras sigue enviando informes a ignotos destinatarios legales.

Con el subtítulo “Fárrago” comienzan las series de claves del tercer documento que el editor incluye en la selección - “Papeles autobiográficos”. Encontrado en un cuaderno azul Manuel Belgrano, ¿copia a su vez de otra versión y otro cuaderno que nunca será leído?, testimonio de un aspirante a escritor, devenido profesor de Historia del Arte resignado a serlo, es solo una línea de lectura de esta intrincada trama,  o trampa, -casi quijotesca- urdida entre los narradores y los sucesivos niveles de ficción que permanentemente someten al lector en la duda y en la ambigüedad, entre la ficción y lo real ficcionado.

La nota del editor subraya las palabras de Policarpo “¿Relacionar o no, como quiere la hip[ótesis] del sarg[ento] pr[imero] Juan Pérez, con el cadáver carbonizado encontrado en la curtiembre de Dellamorcla?” como únicas glosas que encuentra en la contraportada del cuaderno azul, remedando las tareas filológicas de ese lector. 

La historia del profesor se enlaza con la de su amada y luego con la historia de su traición con un Joven Poeta que la enamora, desencadenando los sucesivos desplazamientos de la creencia del lector, sumado a esto la existencia de un lector al que se dirige el narrador: “Es probable que te hayas apercibido de la incongruencia entre el color atribuido hasta aquí a las tapas del diario y el de las que enmarcan el cuaderno que debés tener ahora entre las manos”.

¿Es esta autobiografía escrita por el profesor o por el artista, o por el profesor escritor  en el que se convierte el personaje? Es solo una de las preguntas que el lector debe elaborar, y que remite a las [Posibles hipótesis del lector imaginadas por Romero Garcín o quien sea el autor de esto], tal el título de una sección del final de la historia. Una serie de preguntas continúan hasta el final, y las posibles soluciones con las que el lector establecerá una relación lúdica.

La mezcla deliberada de erudición -de diferentes tradiciones-, filosofía y ficción es, si se quiere, una forma de registrar una reescritura ingeniosa y expandida de los juegos borgeanos, pero también el desarme que -declarado en el principio- propone. Puede hablarse ya, con este libro, de un efecto que se produce mientras se lee, la liberación por la risa, el reacomodo inteligente de saberes que se desliza y permanece aún cuando el libro se cierra.

 

Existe un lugar sin límites, como refiere Marlowe refiriéndose al infierno. Las formas del infierno pueden ser muchas, también las del exilio: el infierno del dictamen de los agentes mediadores del campo intelectual, del resultado de sus direcciones de fuerza, el exilio geográfico que en oportunidades puede coincidir con el exilio cultural. Si hay una literatura escrita fuera de Argentina que los escritores se empeñan en dar a conocer, también se plantea como tarea crítica rescatarla e introducirla en los circuitos de circulación. En la mayoría de los casos los escritores argentinos que viven en el exterior escriben en español, pero son más leídos en traducciones. 

Observar esta preocupación abriría otras reflexiones desde parámetros propios a un campo intelectual específico, como lo delinea la literatura argentina, presentando problemáticas que evitarían los interrogantes de algunos paradigmas importados de moda, como también evitarían algunos mandatos de la política presupuestaria estatal. Preguntarnos sobre estos quehaceres contribuye también a las preguntas sobre el rol de la literatura hoy, sobre su territorio, sobre el peso de los intelectuales institucionalizados y los espacios que pueden llegar a tener aún dentro de la institución. 

 

 

(Actualización abril - mayo - junio - julio 2005/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646