diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Con algo de filólogo, de historiador, de bibliotecario, de genetista, de crítico literario y de pedagogo
Los arrabales de la literatura. La historia de la enseñanza literaria en la escuela secundaria argentina (1860-1960), de Gustavo Bombini, Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras/Miño y Dávila, 2004, 415 páginas.

Los arrabales de la literatura. La historia de la enseñanza literaria en la escuela secundaria argentina (1860-1960) es la tesis de doctorado de Gustavo Bombini hecha libro, es el resultado de una ardua investigación dirigida por la Dra. Ana María Barrenechea desarrollada en la década de los ’90 mientras nuestro país conocía, o sufría, una nueva Reforma educativa. Raras coincidencias, cuando en Argentina no se había producido desde décadas atrás tamaña intervención del Estado, de las menos felices pues significó una “cuchillada certera” a esa escuela pública que este trabajo reposiciona en el gran texto de la Historia argentina. Gran “traición” a la literatura misma, porque fue licuada en la gran masa de los discursos sociales que se propusieron como nuevo objeto de estudio de la disciplina escolar Lengua y Literatura.

De ahí, uno de los aportes más valiosos de este libro en tanto nos introduce en las complejas tramas que hacen a las políticas socioculturales de un país, pero también y sobre todo, a las políticas en torno al conocimiento que constituyen esas tramas y que hacen, a su vez, a los procesos de legitimación, de desprecio o hasta de censura de objetos de conocimiento, de saberes y de maneras de enseñar. Es decir, que Bombini no ofrece en su trabajo solamente una progresión detallada de documentos oficiales precisamente fechados, fundamentales para reconstruir una linealidad perdida en la magnificencia de “la” Historia de la educación en la Argentina. Además, al configurar una Historia de la constitución de la enseñanza de la literatura como disciplina escolar a la luz del surgimiento de la escuela secundaria en Argentina que desde 1860 hasta 1960, el autor desoculta los intensos debates de intelectuales que jugaban en simultáneo por lo menos en dos campos: el campo literario en vías de conformación y el campo educativo. Así, desde paradigmas novedosos para las investigaciones más usuales que competen a estos temas de estudio, a saber, la historia de las disciplinas escolares, la teoría del curriculum, la pedagogía crítica, la etnografía de la educación entre otras, este trabajo pone en vínculo lo hasta el momento no pensado como vinculante: las estrechas relaciones entre los debates literarios de la época y los educativos surcados por las ideologías imperantes del momento, pero también por otras más innovadoras, más subversivas que en tanto tales fueron acalladas. Y aquí, otro de los aportes de esta investigación basado en el hecho de que el en el devenir histórico de esos debates literarios y educativos vistos desde sus fuertes relaciones, también con políticas culturales, se circunscribe una especificidad que concierne a la autonomía que va adquiriendo el campo de la enseñanza de la lengua y la literatura puesto que reconoce una historia constitutiva.

De este modo, desde los tiempos del gobierno de Mitre, cuando los primeros literatos-pedagogos-planificadores (así llamados por Bombini) Calixto Oyuela y Ernesto Quesada establecen los primeros lineamientos para la enseñanza de la literatura en las escuela secundaria, ambos profesores del Colegio Nacional Buenos Aires y autores de los programas para la materia en 1884 bajo la Reforma Wilde, se asiste con claridad a operaciones fundantes de la disciplina escolar porque esos programas se erigen como las primeras selecciones de saberes y textos literarios que la constituirán. Saberes y textos caracterizados por la mirada conservadora de quienes también hacia finales del siglo XIX venían disputando férreas luchas contra los llamados escritores de la industria cultural.

En este sentido, los criterios epistemológicos de corte positivista para legitimar una ciencia de la literatura cuyos saberes provenían de la Preceptiva, de la Retórica, de la Estética clásica, sumados a una selección de textos hispanistas servían para imaginar la formación literaria de los jóvenes como futura clase dirigente del país, pero también y a su vez, como detentadores de las Bellas letras. Aquí el doble movimiento que ejercían estos literatos funcionarios del Estado hacia el intento de consolidarse como faros de los caminos a seguir por el campo literario argentino en vías de constitución y como fundadores de un curriculum oficial para la enseñanza de la literatura en la escuela secundaria. Sus posiciones conservadoras e hispanistas les permitirían precisamente conservar y multiplicar estas políticas literarias. A su vez, este tráfico de debates en esas esferas de usos de la literatura hará posible que los mitristas piensen en el rol de la literatura para políticas ya más bien socioculturales. Casi con aires proféticos, Calixto Oyuela dirá en su manual Elementos de teoría literaria que su redacción apuntaba a “sanar” los males que aquejaban a la intelectualidad argentina. Por ello, él debía prevenir a los alumnos de la escuela secundaria: “precaviéndolos cuidadosamente de los extravíos que en tan lamentable estado mantiene nuestra literatura”. Ahora bien, si Bombini descubre estos tráficos entre debates del naciente campo literario y el educativo que hacen a la constitución de posiciones hegemónicas en el último, también encuentra otras voces que polemizaron desde el interior de esas posiciones demostrando las fisuras que no han sido registradas por otras Historias ya escritas. Es el caso de Joaquín V. González quien mediante su Reforma de Programas de 1905 cuestiona los modos de enseñar de las directrices fundadoras de las disciplinas escolares. Así González diagnosticará que los estudios secundarios en ese momento generaban “confusión, diversidad e incongruencias” y en el caso particular de la literatura señalará que la situación “deplorable” del estudio de las Letras se debía a la falta de un método de enseñanza, abriendo amplia polémica con la operación fundadora de Oyuela. Con este gesto progresista generado desde un representante de la clase oligárquica, González apuntará a la lectura desde una concepción didáctica basada en lo experimental y propondrá una apertura del canon hispanista. Este contrapunto inaugura un ajuste en las polémicas hacia la mirada sobre el aula, hacia las prácticas de enseñanza en sí mismas, nueva variable en los debates que hacen a la fundamentación teórica de Bombini acerca de la especificidad de la enseñanza de la literatura como disciplina escolar. Hacia adelante y en el mismo sentido de encontrar “métodos de enseñanza” que incluyan a los sujetos en sus formaciones lingüísticas y literarias, Bombini hallará la prolífica producción de Pedro Henríquez Ureña quien desde los primeros años de la década de 1930 realizará una reorganización del curriculum junto con Amado Alonso y Gregorio Halperín en el marco de las Reformas llevadas a cabo por Juan Mantovani. El espiritualismo de Mantovani ingresa en los debates pedagógicos la preocupación por el lugar del “adolescente” en los procesos de enseñanza y arremete contra el enciclopedismo imperante, el cientificismo y el utilitarismo en relación con el conocimiento escolar.

Estos debates que hicieron a la constitución de la disciplina escolar también encuentran como eje a la lengua, a las disputas en torno a las políticas lingüísticas a seguir en un país que dentro de su proyecto modernizador encuentra a una gran masa de inmigrantes con la que debe “lidiar” a la hora de establecer su identidad nacional. Así, a contrapelo de las Historias que abordan como problema la operación nacionalizadora en Argentina, de sus tesis y fechaciones más conocidas, Bombini rastrea desde las últimas décadas del siglo XIX, a partir del debate sobre el rioplatense, y más adelante sobre la lengua de los inmigrantes y la literatura misma cómo el espacio escolar se presentó en tanto lugar privilegiado para imaginar las identidades lingüísticas y literarias apropiadas para el país, como así también, la invención de una historicidad para la literatura argentina. En este sentido resulta revelador el Compendio de literatura de Emilio Alonso Criado, ex catedrático del Colegio Nacional Norte, en el que aparecen los “Apuntes de literatura argentina” (1908). Allí, en el marco de lo que Bombini denomina la constitución del paradigma historiográfico para la enseñanza de la literatura que se irá consolidando como predominante para la disciplina, se encuentra el primer debate historiográfico en torno a la conformación de una Historia de la literatura argentina y una propuesta de periodización que tuvo amplia circulación pues el Compendio... de Alonso Criado fue reeditado hasta el año 1916. Este hallazgo de Bombini junto con la publicación en 1896 de Lecciones de Literatura Española y Argentina de García Velloso reescribe la Historia utilizada por la crítica que le otorga tan sólo a Ricardo Rojas la autoría de la fundación de la Historia de la literatura argentina.

Estos son tan sólo algunos ejemplos de estas luchas que Bombini consigue dilucidar en programas, documentos oficiales, manuales escolares, libros para el profesor, artículos sobre educación, conferencias, legajos entre otros materiales abandonados en los archivos de la Biblioteca Nacional, del Colegio Nacional Buenos Aires, de la Biblioteca central de la Universidad Nacional de La Plata. Fuentes desconocidas hasta el momento pues además de presentar las particularidades a las que el autor quería atender no serían consideradas de valor para los estudios literarios ni pedagógicos de mirada amplia. Fuentes que traen los arrabales de otros intelectuales que desfilan a lo largo de la investigación (Rodó, Américo Castro, Capdevilla, Giusti, Amado Alonso, Víctor Mercante, Pizzurno, entre otros) con intervenciones desconocidas o poco transitadas hasta el momento en un aporte fundamental para el conocimiento de la enseñanza de la literatura y del campo literario argentino.

Esta Historia de la enseñanza de la literatura en la escuela secundaria también está marcada en los años subsiguientes por los rasgos de cierta estabilidad en la disciplina escolar que Bombini data para los años ’40, aproximadamente. Así, el autor rastrea y teoriza en torno a la prolífica producción de manuales que irán cobrando mayor protagonismo porque darán cuenta del incipiente mercado editorial escolar en la Argentina. Por ello, se suscitan intensos debates en torno a los manejos que el manual hará del conocimiento sobre la literatura y de su carácter prescriptivo que irá desplazando poco a poco el rol del Estado en esta tarea. De este modo, se hallan en el libro los despliegues de las críticas de Ernesto Nelson y de José Fernández Coria que en tanto figuras que no han tenido la trascendencia de los anteriormente nombrados se imbrican como voces legítimas cuando el investigador las reconoce en su agudeza y solidez argumentativa. Y aquí otro aporte de Los arrabales... puesto que hace emerger de esas fuentes desconocidas profesores-funcionarios-intelectuales cuyas intervenciones dilucidan el espesor de las polémicas y de las producciones de conocimiento que generaron esos debates en la disciplina escolar. Esto es que los “arrabales” tienen también protagonistas que si bien no forman parte de las series ya establecidas por los estudios literarios y educativos, sí lo hacen en las ya más vinculadas con la enseñanza de la lengua y la literatura. Es el caso de María Hortensia Lacau y sus intervenciones desde la industria editorial escolar de los ’60 y ’70 desde Kapelusz, o hasta casos más complejos a la hora de hacer una Historia como los de los profesores entrevistados por Bombini en su parada etnográfica. Estos últimos casos de profesores que detentan una compleja formación que va desde el magisterio hasta sus graduaciones como profesores en Letras, ya sea en institutos terciarios o en la universidad, junto con las experiencias y propuestas didácticas en espacios de la educación formal o no formal, a saber, del Inspector Nelson o las hermanas Cossetini, entre tantos. Los ya nombrados Emilio Alonso Criado y José Fernández Coria, J. Alfredo Ferreira y hasta el mismo Henríquez Ureña y su teoría para la enseñanza de la escritura, entre otros más conocidos, demuestran cómo la especificidad de la disciplina escolar tracciona en múltiples diálogos que, casi al modo de cajas chinas, ligan las políticas literarias y educativas más macro con las microscópicas que se juegan en el aula. En consecuencia, “los arrabales” no son únicamente los Programas, libros de texto, documentos oficiales, etc., sino que también son propuestas para el aula, consignas de lectura y escritura que suponen idas hacia la práctica de teorías de la lectura y la escritura imaginadas por estos didactas-docentes y en algunos casos, además, intelectuales que miraban permanentemente a los alumnos.

Políticas, prescripciones, manuales, propuestas didácticas de autoría visible, teorías didácticas y consignas evidencian la escritura de una Historia de mirada multidisciplinaria que en definitiva tiene a los sujetos como sus actores principales.

En resumen, ¿por qué los arrabales de la literatura?; porque pensar una Historia con mayúscula de la enseñanza de la literatura en la escuela secundaria argentina suponía eso: traer de los márgenes una historicidad paraliteraria, y por qué no también “cuchillera” y “compadrita”, posible de ser sospechada en cuanto a su interés para los estudios literarios y pedagógicos. Sospecha que forma parte del gran número de desmentidas que Bombini efectúa a lo largo de su libro con algo de filólogo, de historiador, de bibliotecario, de genetista, de crítico literario y de pedagogo.

 

(Actualización diciembre 2004 - enero febrero marzo 2005/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646