diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Itinerario de un cinéfilo
Cine, arte del presente, de Serge Daney, Buenos Aires, Santiago Arcos editor, 2004; 301 páginas. Presentación a cargo de David Oubiña.
Antología al cuidado de Emilio Bernini y Domin Choi.

Serge Daney tenía veinte años cuando ingresó a la legendaria Cahiers du Cinéma en 1964. A partir de 1974 será el jefe de redacción de la revista. Le tocó, junto a Serge Toubiana, reorientar la línea editorial nuevamente hacia la idea de la cinefilia luego del controvertido “período rojo” (1968-1974) marcado fuertemente por la militancia y los acontecimientos del mayo francés. Es en este momento cuando Daney empieza a ser una figura tan emblemática como lo fue André Bazin en la década del 50.

En los años 80 se hizo cargo de la sección sobre medios audiovisuales en el diario Liberation y en 1991 funda la revista Trafic. Este sería su último proyecto. Daney muere de sida en 1992. Su obra, admirada por críticos, cineastas y pensadores, trascendió la esfera de la crítica cinematográfica para convertirse en una de las más profundas reflexiones sobre la producción de imágenes en el mundo contemporáneo.

La edición de Cine, arte del presente permite reconstruir el itinerario de su pensamiento. Se trata de una recopilación de textos que provienen de los primeros dos libros, La Rampe (1983) y Ciné journal (1986), a los que se ha sumado “Antes y después de la imagen” (una entrevista de 1991 sobre su visión de la Guerra del Golfo) y “Trafic en Jeu de Paume” (el texto presentación de la revista Trafic que sería publicado en Cahiers du Cinéma luego de su muerte).

El primer mérito de este libro es su misma existencia, sobre todo teniendo en cuenta que sus textos no han sido publicados fuera de Francia (en lengua castellana solo fue editado Perseverancia, su libro testamento). Y además, como señala David Oubiña en el prólogo “pone en escena una imagen a la vez condensada y ampliada de Serge Daney”, sin alterar el orden y la configuración de los libros originales.

Desde los primeros textos de La Rampe hay una preocupación obsesiva por seguir el desarrollo de la televisión y la estética publicitaria, y sus implicaciones en el cine. Al mismo tiempo, Daney realiza una encendida (y apasionada) defensa de los grandes autores del cine moderno. La importancia de este cine es que marca un punto de inflexión, de no retorno en la historia. Dice Daney: “este cine nació – no por azar- en la Europa destruida y traumatizada de la posguerra, a partir de un cine aniquilado y descalificado, a partir del rechazo fundamental de la apariencia, de la puesta en escena, de la escena. Nació de un divorcio del teatro, expresado con fuerza por Bresson. Ese rechazo sólo se comprende si no se pierde de vista que las grandes puestas en escena políticas, las propagandas del Estado, convertidas en cuadros vivientes, que las primeras manipulaciones humanas de masa, y que todo ese teatro ha desembocado – en lo real- en un desastre. Detrás de ese teatro guerrero, como su reverso oculto y su verdad vergonzosa, había otra escena que no ha dejado de asediar las imaginaciones: la escena de los campos. De modo que, por diferentes que hayan sido unos de otros, los grandes innovadores del cine moderno, de Rossellini a Godard, de Bresson a Resnais, de Tati a Antonioni, de Welles a Bergman, son aquellos que desvinculan radicalmente su arte del modelo teatral-propagandista, omnipresente por el contrario en el cine clásico” (La rampe).

Hay una tradición crítica a la que Daney pertenece, aunque hoy aparezca como una tradición en vías de extinción. Es la de Bazin y los Cahiers du Cinéma, en la que también hay que incluir los nombres de Pascal Bonitzer o Jean Louis Comolli. Como señaló bien Gilles Deleuze, Daney nunca ha renunciado a establecer un vínculo entre el cine y el pensamiento, a diferencia de muchos contemporáneos que se han refugiado en los estudios formalistas para salvar la seriedad de la crítica. Y también ha defendido una función de la crítica que es, al mismo tiempo, ética y estética. Daney utiliza los films para pensar, no sólo el cine, sino también las cuestiones fundamentales de su tiempo. Los grandes cineastas tienen la virtud de ser “sismógrafos” (anticipan lo que está por venir, captan el rumor bajo la tierra), pero también son guías que nos ayudan a conocer el mundo. No es casual que aparezca la idea de una pedagogía de la percepción: pedagogía de Godard, pedagogía de Rossellini, pedagogía de los Straub...

Los textos de Ciné journal fueron escritos a partir de los años 80 y continúan las reflexiones esbozadas en La Rampe. Son los años donde la consideración por el cine empieza a perder fuerza, y es reemplazada por el concepto de lo “audiovisual”. Además de sus brillantes análisis sobre películas de Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Raúl Ruiz, Wim Wenders y muchos otros, Daney vuelve a mirar de cerca esta confrontación (desigual, sin duda) entre el cine y la televisión. “Como todas las viejas parejas, el cine y la televisión, han terminado por parecerse” es el título del artículo que resume las preocupaciones de Daney sobre esta difícil relación. Es que el cine, a pesar de todo, todavía mantiene la idea de una moral de los procedimientos y un compromiso ético-estético en el acercamiento a lo real. La televisión no puede, ya que su función primordial no es estética, es social. Apunta al inconsciente de la sociedad y se relaciona directamente con la vigilancia y el control.

Con el tiempo, el cine se va volviendo más débil, y la televisión y la publicidad cada vez más fuertes. Nos hundimos sin remedio en la ideología de lo ‘visual’. Daney hará una distinción importante entre la imagen y lo visual: “llamo imagen a lo que se apoya aún sobre una experiencia de la visión, y visual a la verificación óptica de una procedimiento de poder – ya sea tecnológico, político, publicitario o militar-, procedimiento que sólo suscita comentarios claros y transparentes. Evidentemente lo visual concierne al nervio óptico pero, aún así no es una imagen. Pienso que la condición sine qua non para que haya imagen es la alteridad” (“Antes y después de la imagen”).

No hay duda que Cine, arte del presente es un libro de lectura imprescindible para todos aquellos que crean que el cine es algo más que un entretenimiento. En sus páginas Daney despliega su lucidez, su refinamiento y su inclaudicable amor por el cine. Quizás no haya palabras más justas que las del cineasta portugués Manoel de Oliveira para definirlo: “Serge Daney era de aquellos que se consagraron en alma y corazón al cine. No valía solamente por su cultura y por su conocimiento “afilado”, tanto de las películas viejas como de las nuevas que se hacen y que se hicieron en todo el mundo; no valía solamente por su inteligencia y la sutileza de su penetración para apreciar las obras y la personalidad de los realizadores. No valía solamente por su espíritu ecléctico, enciclopédico y abierto, tanto respecto del cine del Norte como del Sur, del Occidente como del Oriente; pero más allá de todo esto, en sí mismo ya admirable, , él se distinguía por un poder de “invención” capaz de arrancar de un film e incluso de un solo plano el secreto más oculto e inesperado, como sorprendiendo al cine en el interior del cine... sin que sus pies jamás abandonen la Tierra”.

 

(Actualización diciembre 2004 - enero febrero marzo 2005/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646