diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
Editora
Consejo editor
Columnistas
Colaboran en este número
Curador de Galerías
Diseño
SOBRE EL TÍTULO. “Cómo se lee y otras intervenciones críticas”, el título del libro de Link, instala desde el principio una pregunta inquietante porque habilita la idea de que se dará una respuesta en algún punto de sus 335 páginas. Hay, ciertamente, una primera respuesta por la negativa: “No cometeré la imprudencia de creer que estoy ‘respondiendo’ el desafío formulado por Borges, cosa que la jactancia del título parece insinuar. He querido sencillamente sentirme ‘interpelado’ por la pregunta de Borges y, como esos obsesivos que no tienen paz, intentar una respuesta (desde ya, un balbuceo torpe, la glosolalia de un imbécil)”. Si se deja de lado el final de esta declaración –uso de una figura cara a Borges, por otra parte- lo que queda en pie es el pasaje de lo general que encubre el título a la particularización de “una respuesta”. Sin embargo es interesante tener en cuenta, también, el término que acompaña al artículo indeterminado: respuesta; respuestas es lo que Link ensaya como modo de la crítica. Responde a aquello que a él lo interpela como lector; es decir, es lector en tanto se siente provocado por un texto, en tanto debe (o quiere) dar una respuesta. La información, la descripción, las aseveraciones son las formas de elaborar estas respuestas que supondrán, tal como se dice en el capítulo que da título al libro, modos de poner en relación dos series y, antes, modos de armar series. Si alguien espera enunciados paradojales o simplemente el rodeo inteligente de un objeto (como una bella danza y no como el recorrido obsesivo que mete su cuerpo en aquello que está rodeando) deberá leer otro libro.
EL ESCRITOR. Daniel Link es uno de los críticos argentinos que maneja dos prácticas de escritura a la vez, la periodística que todos conocen por su dirección de Radar libros (de Página/12) y sus notas en diarios y revistas, y la académica (por llamarla de algún modo) en la que ingresa fuertemente la lectura de las teorías. El periodista cultural y el docente (e investigador) están unidos por un registro de fuerte y constante intervención, tal como lo anuncia el título. En principio uno no puede olvidar que quien escribe es Daniel Link; la operación cubre un espectro que va desde “Género y cultura”, en donde una pregunta de sus hijos sobre “Underground”, la película de Kusturica, permite desatar una teoría de los géneros, a “Libros y niños”, en el que incorpora una categorización otorgada por una alumna, o a “Borges, él mismo” que recupera, a modo de relato, su estadía en una disco para ver un espectáculo de La Organización Negra basado en un texto de Borges que él mismo no había identificado (y sí el joven “de ojos glaucos”). En este último artículo, además, Link habla de su primera experiencia, adolescente, de lectura de Borges y la traslada en el tiempo (un gesto parecido al que ensaya en “El regreso de Berthe Trépat”) y juega con los pronombres del título, él mismo/yo mismo.
Para cualquiera que esté habituado a leer crítica académica o a asistir a los congresos en los que ésta suele mostrar su neutralidad, la primera persona de Link rebasa los límites previsibles (y tal vez, permitidos). Porque no se trata de un crítico hablando en primera persona, sino de un crítico que parte (por momentos) de su propia experiencia cotidiana para pensar la literatura o la cultura. Ese momento previo, el que dispara una reflexión, está casi siempre borrado en la crítica y deliberadamente trabajado en Link (y en este punto no pueden diferenciarse la práctica académica y la periodística). Como figura de autor es obvio que la suya se delinea bajo los parámetros barthesianos (uno de los teóricos, junto a Deleuze y Benjamin, más citados en “Cómo leer”). Se trata del crítico como escritor y esta modalidad ensaya una forma pura en “Apéndice: Escritura automática de tercera generación”. Allí Link escribe, juega con las opciones surrealistas de la unión de términos incluidos en el buscador Google y sus derivaciones extrañas o delirantes. ¿Es este un juego literario? Si lo es, también hay que anotar que se trata de una forma de exploración de las lógicas de la red como el nuevo texto.
LAS DOS AGUAS. Las dos figuras -la del crítico académico y la del periodista- también habilitan distintas series de objetos. Link lee la literatura que se aborda en la academia (Puig, Walsh, Borges, etc) pero también rompe ese cerco de manera sistemática. Dentro de la literatura, con trabajos sobre autores no canónicos como Burroughs y Bowles (ambos, escritores ‘de culto’) y sobre géneros de los llamados menores -el policial, la ciencia ficción, el melodrama-. Fuera de la literatura, habría que anotar la preocupación constante en el libro sobre la red, sobre los modos de circulación, producción y control en internet. La ruptura del cerco podría pensarse hasta aquí en relación a la figura del periodista que se haría cargo, de este modo, de prácticas contemporáneas e incluso de ciertas modas; sin embargo, lo que impacta en la escritura de Link es la puesta en común de estos objetos. El caso más claro, tal vez, sea el de la indagación de las lógicas de la red a partir de Benjamin. Aquí, en “Orbis Tertius (La obra de arte en la época de su reproductibilidad digital)”, podría ponerse en juego una de las acepciones que el diccionario da al término ‘intervenir’: “interponerse entre dos o más que riñen”, porque la disputa segura entre Borges y Benjamin (o mejor dicho la pelea establecida por los críticos que abordan sus textos) y la red, queda desarmada rápidamente bajo un consejo o suave mandato de Link: “la teoría estética no debería dejar de meditar sobre el arte en términos de lo que Benjamin consintió en llamar ‘sus tendencias evolutivas bajo las actuales condiciones de producción’”. No hay ya riña posible, no hay apocalípticos e integrados. Link se presenta siempre como el que está entre estas dos posiciones y puede unirlas casi naturalmente. Este es un gesto que puede detectarse tanto en la reunión de objetos como en la mezcla de prácticas discursivas o de modos de decir. No hay un modo de escribir crítica académica, donde también aparece allí el guiño periodístico, la tensión hacia el presente; tampoco hay un modo periodístico excluyente porque siempre, o casi siempre, tienen un peso las teorías y se le da espacio a la conceptualización en este sentido.
Pero cuando Link desarma una riña, provoca al lector. Algunas frases sueltas a modo de ejemplo, desde las que unen lo que supuestamente no puede ponerse en relación: “el viaje americano aparece dominado por el carro (la caravana, la nave) y la soledad (...) tanto en Martínez Estrada como en “Alien””, o mejor aun: “El ‘genio’ de Burroughs es, en este punto, similar al ‘genio’ de Góngora o Mallarmé: la ilegibilidad de sus textualidades puede entenderse como una transposición del ruido urbano”, hasta las que se presentan como consignas, afirmaciones contundentes: “En Tlön no existen leyes de copyright”.
Lo más común en la crítica es abordar con distintos discursos y distintos presupuestos teóricos los objetos que provienen de la cultura popular o la cultura masiva y los que vienen de la cultura letrada. Esto no es lo que hace Link cuando lee las novelas de Bowles y Burroughs e introduce la idea de actantes, o cuando usa la teoría de Benjamin para hablar de la red, o cuando atraviesa teóricamente géneros como la literatura infantil, la ciencia ficción y el policial, raramente analizados desde una lógica teórica que no sea la de la comunicación como disciplina o la de la sociología. Más bien, él se mueve entre estas materias, en ese espacio intermedio. Por eso dice que el campo intelectual, hoy en día, si logra cierta autonomía será gracias al mail y a la red; por la misma razón –me parece- dice que Borges es un escritor de la industria cultural. Las teorías –si uno presta atención- no son las que se han impuesto como moda a partir de los estudios culturales. Link parte, por decirlo de algún modo, de las teorías clásicas (de Lacan o Freud, de Benjamin, de Barthes). Tal vez, eso sí, todo pasa en algún momento por Deleuze.
Para terminar, sería interesante retomar la pregunta del título y reformularla, el ¿cómo se lee? podría transformarse en ¿cómo lee Link? Y esta no es una transformación que ponga en situación de minoridad su texto. Más bien todo lo contrario. En momentos en que la crítica suele decir lo que ya dijeron otros, Link dice cosas distintas y hasta irritantes para muchos. La irritación es el efecto que se produce en el lector y el lector (las escenas de la lectura, las legibilidades históricas) es el centro de todos y cada uno de los textos que dan forma a las cuatro secciones del libro. En este punto, Link se presenta como un lector (y esto debería ser un crítico, a pesar de que a veces se olvide) e interpela a aquellos que lo leen. Tal vez, a partir de allí y a veces bajo la forma de la réplica, la máquina crítica pueda ponerse en marcha. Porque la polémica, la provocación, siempre necesita de dos partes atentas y dispuestas a continuar lo iniciado, a dar respuestas.
(Actualización diciembre 2003 - enero febrero marzo 2004/ BazarAmericano)