diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Desde el título, Trilogía de Entre Ríos propone una lectura conjunta de Letargo, El arresto y Complot, tres nouvelles que Perla Suez publicó de forma independiente en los años 2000, 2001 y 2004. Y es, sobre todo, el topónimo Entre Ríos, esa “unidad de lugar” que en la trilogía se traduce en los nombres de pueblos como Basavilbaso, Colonia Clara y Colón, pero también remite a un espacio más amorfo y dilatado que son los campos de la zona al borde de esas poblaciones, aquello que confiere ilación a tres relatos que en rigor, y sólo en rigor, no retoman ni personajes, ni situaciones.
Si Entre Ríos es el espacio elegido para una narración que por momentos migra a Buenos Aires, hacia donde van o de donde vienen los personajes, y Europa es el origen común a casi todos ellos, Perla Suez recorta también una unidad de tiempo, iniciada a fines del siglo XIX, cuando llega el primer contingente inmigratorio judío organizado, y que alcanza los primeros años de la década del 30. Un recorte temporal que, sin embargo, no minimiza el papel que en los primeros dos relatos le cabe al presente, en tanto su condición de posibilidad. Letargo y El arresto aluden de forma explícita al trabajo de la memoria sobre los restos del pasado, ya sea por intermedio de una narradora que vuelve a la casa de infancia e, instada por el marido, decide “hacer algo” con una carta dirigida a su abuela que encuentra allí y no logra olvidar, como sucede en el primero de ellos, o en la transcripción que cierra el segundo. En cursiva, la letra que más se acerca a la escritura manuscrita y, en consecuencia, íntima, Suez transcribe: “‘Mi padre, Lucien Finz, trabajó como médico rural cerca de Villa Clara, donde transcurrió su vida de niño. Iba a escribir sus memorias, pero no llegó a concretarlas’”. La nota al pie informa: “Del manuscrito que lleva la firma de Leonora Finz, encontrado recientemente en la biblioteca popular Lucienville, Basavilbaso, Entre Ríos, 29 de julio de 2001”.
La unidad de tiempo tampoco obtura las remisiones al pasado europeo. A despecho de haber motivado la emigración de los personajes en las tres nouvelles, los vínculos de los mismos con los familiares que permanecieron en Europa continúan actuando sobre el presente y, en consecuencia, pautan sus conductas y determinan cambios en la andadura de los relatos. Esta conexión es particularmente notable en el caso de Bruno Edels, uno de los protagonistas de Complot, quien luego de la noticia del asesinato de sus hermanas en un “confuso incidente” percibe lo inútil de la espera, el cansancio que siente desde el momento en que se separó de ellas y, de allí en más, se convierte en un hombre mujeriego que corre con descaro atrás de las jovencitas; actitud que, más tarde, sumada a una serie de detalles mínimos, en apariencia intrascendentes da lugar a su trágica muerte.
Una zona y un tiempo, entonces, pero también una pasión, la violencia social y/o familiar, y una estrategia narrativa, el trabajo con la memoria propia y la memoria de otros familiares o extraños son los elementos que dan cohesión a tres nouvelles, cuyos portagonistas son judíos, condición, ésta, que adquiere sentidos, estatutos y gravitaciones diversas de un relato a otro.
Presente en la superficie de la lengua en Letargo, a través de la incorporación de algunas palabras en idisch que nombran el universo doméstico, los hábitos alimenticios y dicen el insulto, en la primera nouvelle el judaísmo de los personajes determina las relaciones familiares y es el trazo que delinea la separación entre el espacio público y el privado, en el que la abuela -referida siempre como la bobe- preserva la ley y la tradición, enfrentándose al yerno, también judío pero laico y comunista.
Por su parte, en El arresto, un relato familiar pero menos intimista que Letargo, la condición judía no es central para el entramado de las relaciones entre sus miembros sino que se presenta como aquello que origina la violencia sufrida por Lucien Finz, el protagonista, durante la Semana Trágica de 1919, cuando es encarcelado y torturado. Momento en el que el relato establece un continuum entre ese episodio y los progoms que, en Rusia, causaron la muerte de sus abuelos y bisabuelos paternos.
En Complot, el tratamiento de esta condición cambia de signo, como si el judaísmo de Bruno Edels -quien intenta encubrirlo al negarse a hablar de su pasado- del que nos enteramos por un pasaje escueto y seco del narrador que, en pocas líneas, resume la serie de muertes que determinaron la huida del personaje a Entre Ríos, saliese del primer plano y se manifestase de un modo sutil pero punzante en pequeños detalles: un insulto del que es objeto, o su posición de inferioridad e impotencia ante un inglés a cuyo mando es asesinado y quien termina por quedarse con su mujer y sus campos.
Antecedidas por epígrafes, que dictan el tono de la narración y prefiguran su contenido, en el pasaje de una nouvelle a otra disminuye el carácter fragmentario, al mismo tiempo en que se consolida la arquitectura narrativa, y la memoria propia cede espacio a una memoria más impersonal, que se hace una con la historia argentina; movimientos que Perla Suez lleva a cabo en una prosa que va despojándose de vacilaciones y repeticiones hasta alcanzar una enunciación lacónica, en la que sin temor recurre a la ficción.
Letargo se cierra con la reproducción de una charla entre la narradora, fotógrafa profesional, y el taxista que la lleva al cementerio La Capilla, ahora Ingeniro Sajaroff, escenario inicial para la filmación de una película sobre la inmigración judía. Si el pasaje que describe con algún detalle los tópicos que la proyectada película abordará resulta un tanto incómodo por lo previsible, su función parece ser, sin embargo, ponerle límites o márgenes a un relato confuso y fragmentario enunciado por una niña que sólo ve y escucha lo que sucede a su alrededor; y aquello que escucha son únicamente tonterías porque lo importante se dice en idisch, una lengua que no comprende. Entonces, este relato íntimo, cuyo núcleo es la locura de una madre por la muerte de un bebé de meses y la violenta relación entre el padre y su abuela materna, se ancla en lo entrevisto y lo entreoído por esa niña, los dos sentidos que la narración privilegia, mientras sitúa el recuerdo en el presente de la percepción. Ahora, si éste es el procedimiento que Suez prioriza, hay momentos, los menos felices por recurrentes en los relatos memorialísticos de los últimos años, en que la narradora reflexiona sobre la continuidad y discontinuidad entre “la niña que era yo” (en una fórmula que remite a La madriguera de Tununa Mercado) y la adulta actual, quien enfrenta la difícil tarea de reconstruir el pasado.
El arresto, relato que alterna un narrador de tercera persona y fragmentos enunciados por Lucien Finz que aparecen entre comillas, se abre con un dato histórico, el arribo de Vasili y Ana Finz -los padres del protagonista- a Villa Clara “con los inmigrantes que trajo el Barón Hirsch, a fines del siglo diecinueve”. El dato es significativo porque, desde un comienzo, sitúa a los personajes en la trama de la historia nacional y pauta la dirección del relato. Estamos ante judíos que trabajan la tierra -cultivan el arroz- y viven en el interior; son extranjeros
-“ocupantes” y no “habitantes”, en palabras de Lucien- y provincianos.
Aunque esta nouvelle se organiza sobre una historia familiar en la que se repite la fuerte presencia de un padre, la muerte de la madre y de Max, el hijo mayor, y un conflicto entre Lucien y su otro hermano -en buena medida, el detonante de la mudanza del primero a Buenos Aires para estudiar medicina-, podría decirse que aquello que prima en el relato es la compleja relación de estos inmigrantes con el nuevo país, traducida en las dificultades que enfrentan en el trabajo con la tierra (las tormentas, la falta o el exceso de agua, la langosta, la lagarta militar que acaba con el arroz) y en el conflicto entre el interior del país, la provincia, y la capital. Un conflicto que Suez presenta a la luz de la inversión de la clásica dicotomía civilización/barbarie, enunciada por Lucien, quien la ha aprendido en la escuela y la explicita: “La historia que aprendí en la escuela decía que la barbarie está en el campo y la civilización en la ciudad. Lo que sucedió esta semana aquí, me hace ver a Buenos Aires como un mar de barbarie (...)”, anota el personaje. Si, en algún sentido, la inversión de la dicotomía puede resultar obvia, Arresto gana la partida en el relato del vínculo de estos colonos con la tierra, en el que sin trazo de color local ni de idealización se equilibran el apego a la misma y la dureza del trabajo en el campo. Y esto se vuelve particularmente relevante cuando recordamos que la misma zona del litoral argentino y los mismos personajes ya habían sido narrativizados de forma antitética en Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff. Afuera quedaron ahora la integración idílica con el medio natural y humano; estamos simplemente ante labradores sujetos a las inclemencias del tiempo, los insectos y las desavenencias familiares.
Complot empieza y termina puntualmente el 24 de mayo de 1932 con el asesinato de Bruno Edels. Entre el registro repetido de esas dos fechas, la nouvelle cuenta en una prosa tensa, en la que se alternan la primera y la tercera persona, la biografía de ese judío que llega a Colón a comienzos de siglo y con el transcurso de las décadas se hace estanciero. El relato se concentra en los últimos meses de la vida de Edels, cuando la suma de resentimientos, codicia y malentendidos contribuyen a la articulación del “complot” que termina en su muerte. Es así que el odio de Mora, una adolescente hija del capataz de la estancia que lleva a cabo el asesinato, y amiga de infancia de Eli Edels, víctima de los maltratos paternos, se entrelaza con los planes de “mister Broker”, un inglés al servicio de la Entre Ríos Central Railways, cuyo anhelo es apoderarse de los campos de Edels, próximos beneficiarios de un ramal de ferrocarril que uniría la mesopotamia a Buenos Aires.
Señalé antes que el odio es la pasión que recorre los tres relatos. En Complot el mismo se astilla en pequeños resentimientos -personales y de clase- y se confunde con la avidez por el dinero, los dos motivos que propician la celada en la que el personaje muere. Si “el inglés” que, a diferencia de Edels, planea sobre la realidad argentina sin establecer ningún tipo de ligazón con la misma, resulta el beneficiario absoluto, los demás personajes son simultáneamente víctimas y victimarios. Bruno Edels burla la ley para aumentar su fortuna y es burlado por “mister Broker”, su representante inmediato; Mora, la niña criolla, es, a un tiempo, víctima del inglés y su cómplice cuando dejar entrever que “el patrón”, y no aquél, es responsable por su embarazo.
En contraposición a los protagonistas de Letargo y El arresto, cuyo judaísmo determina las relaciones familiares, o define claramente el lugar social, desde el comienzo Complot liga la vida de Bruno Edels a la perspectiva que Mora -el único personaje con voz propia en el relato- tiene sobre ésta. El judaísmo no está presente en la textura de la lengua, ni tampoco le cabe la función de favorecer u obstaculizar vínculos sociales y laborales; en apariencia es un trazo que quedó atrás. El personaje no sólo se apropia de hábitos y mitos nacionales -el mate, la creencia en la “luz mala” como indicio de un “entierro”, la precisión de un detalle histórico-, que lo muestran enraizado al país sino que ha hecho de la cría y la faena del ganado -trabajo constitutivo de la vida económica y del imaginario argentinos- la sustancia y el sentido de su vida en Entre Ríos. Sin embargo, el pasado europeo y judío lo sigue a través de los ecos de muertes familiares y es esa condición de inmigrante no deseado aquello que favorece el éxito del complot urdido por “el inglés”, ese extranjero, respaldado por el “Banco de Londres y América del Sud” que hace de un Edels temeroso y ávido el señuelo perfecto para llevar a cabo sus planes.
Son, entonces, los motivos difusos que conducen al crimen y la imposibilidad de percibir claramente la ética y/o la culpabilidad de los personajes, aliados al tratamiento ambiguo que recibe la condición judía en esta nouvelle, los motivos que contribuyen a su eficacia.
(Actualización diciembre 2006 - enero febrero marzo 2007/BazarAmericano)