diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Metáfora y utopía: persistencia para vulnerar el tiempo
Herrschaft de Héctor Álvarez Murena, Buenos Aires, Tantalia, 2006.

            La colección “Rarezas” de Tantalia presenta un pequeño volumen que reúne algunos ensayos publicados por Héctor Álvarez Murena en el diario La Nación entre 1963 y 1972. Se trata de diez textos que no siguen un orden cronológico y de los cuales solo seis (que a su vez son los más breves) no habían sido editados por Murena en ninguno de sus libros de ensayos. En total no hay más de sesenta páginas de Murena, a las que se le suma el prólogo de Guillermo Piro, un epílogo de Leonora Djament, y una bibliografía. Esta descripción externa de la publicación se completa con la canónica biografía de Murena que se incluye en la solapa y el extracto de uno de los ensayos con que se completa la contratapa. En el diseño de la tapa, un engranaje suelto y circular: junto con las lapiceras, estas figuras circulares son casi alegorías de algún aspecto de su obra.

            La reseña, apresurada, limitada a una supervisión de los contenidos del libro, tiene de todos modos una función: el título del volumen no remite a ninguno de los lugares comunes acerca de la producción del escritor, ni es reconocible a priori como parte de otras publicaciones. El efecto de extrañeza que genera aún en los lectores de Murena no se conjura con la recurrencia al conocimiento del alemán para apreciar el peso del término, ni tampoco con este recorrido superficial que nos permite reconocer algunos ensayos. Herrschaft: dominio; concepto sobre el que desarrolla las bases del pensamiento negativo, sostenido en la lectura temprana de la Escuela de Frankfurt. Herrschaft : una palabra que interpela al lector al menos en dos instancias sucesivas, la de una fonética cargada de sonidos extraños al español (aunque permite algunas asociaciones algo caprichosas) y la de un concepto denso que remite a un horizonte de pensamiento central en el siglo XX. Una lengua, una obra.

            Durante los años en los que Murena permaneció, en palabras de Cristófalo, “ostensiblemente fuera del campo de lecturas”, su obra debió presentarse cada vez con una breve reseña biobibliográfica. Nació en 1923 y murió en 1975. Publicó novelas, cuentos, ensayos, poesía y una obra de teatro. Escribió en revistas culturales y diarios importantes. Dirigió la editorial de Sur en la que desarrolló un significativo aporte en la importación de saberes al traducir por primera vez al español algunos textos de Walter Benjamin y del Instituto de Frankfurt. La última década lo encuentra como un objeto algo más frecuente de lecturas y ediciones, aún en el espacio de las rarezas, pero recibiendo una mayor y mejor atención. El libro, entonces, excede la categoría de un rescate de textos perdidos para completar una obra, y puede permitirse ahora sortear las largas presentaciones que justificaban este rescate. Se trata de mostrar una lectura comprensiva de un aspecto central en la producción de Murena, señalado por Héctor Schmucler con un enunciado seductor, arriesgado, pero difícil de corroborar en una lectura apresurada: “el hombre que repitió a Benjamin en América Latina”.

No hay un orden cronológico en los ensayos, pero hay un orden que juega con el tiempo. Ochos ensayos pertenecen al período entre 1970 y 1972, los años previos a La metáfora y lo sagrado, su último libro de ensayos (dos de ellos formarían parte de este volumen). Los dos restantes son una década anteriores, aunque al ser publicados en El nombre secreto (1967) forman parte de un mismo ensayo, “El primado de lo cotidiano”. Son, a su vez los textos más extensos del volumen. Hay algo en esa disposición espacio – temporal que conduce la lectura. Los ensayos siguen la siguiente disposición:

 

“La partida infinita” (1971), “Frisson Nouveau” (1970) y “Nacido en Tibet” (1970)

“Le mot juste” (1963)

“Herrschaft” (1971) y “Ser música” (1971)

“La totalidad es lo falso” (1963)

“Antígonas y Creonte”(1970), “Después de veinte años”(1971) y “La casa de la metáfora” (1972).

 

            Proponemos una lectura desde el centro, tal como lo sugiere el título. “Herrschaft”  y “Ser música” se leen como pares complementarios en la concepción del arte de Murena. En el primero sintetiza su lectura de los principales textos de la Escuela de Frankfurt. Señala la idea de que el pensamiento negativo es el único que puede vulnerar los efectos a que los que ha conducido la  irracionalidad que emerge en las postrimerías de la racionalidad moderna. Una de las ideas centrales en Murena es la de que son igualmente engañosas las formas de la racionalidad dominante en el Occidente  capitalista como en el Oriente comunista. La falsedad radical de las racionalidades que se transforman en administraciones burocráticas de la desdicha absoluta. Tanto la alternativa del liberalismo capitalista como el régimen comunista son engaños que postergan las promesas de un mesianismo trascendente:

“…tan falsa es la libertad que el capitalismo proclama en un sistema económicamente predeterminado por completo como inicuo el socialismo en una comunidad en la que las concepciones rectas se hallan al servicio de un tirano. El pensamiento negativo critica la totalidad de lo existente, en una actitud dialéctica en la que reaparece el mesianismo inicial: toda ciudad es perfeccionable y rechazable porque ninguna ciudad es la Ciudad de Dios”.

Este pensamiento señala la irracionalidad de este mundo tecnocrático (“esa sociedad brutalmente racionalizada”) que perdió el horizonte de reconciliación con la Divinidad (tan inalcanzable como irrenunciable), anuda la posición tempranamente esbozada acerca de “las facciones que se disputan el poder” (“Los penúltimos días”; Ensayos sobre subversión), con el mesianismo débil benjaminiano. Tempranamente no es solo una referencia a la llegada de los textos de Benjamin al campo de las discusiones intelectuales en Argentina, sino que remite en dos direcciones, a los primeros textos de Murena, que leyó en la década del ‘40 ensayos más marcados por el judaísmo del pensador alemán. Precisamente, en 1949, publica en Sur el ensayo “Sobre la naturaleza del verbo”, en el que sigue ajustadamente la concepción que Benjamin propone en sus textos sobre el lenguaje. La persistencia en algunas ideas es una de las formas de vulnerar el corsé del tiempo: volverse anacrónico sin ser extemporáneo. Murena piensa en la posibilidad de buscar esa trascendencia en la recuperación de un lenguaje no utilitario, que pueda religar con la Divinidad. El ensayo “Ser música” complementa este centro espacial del volumen con el desarrollo de esta idea. El ensayo relata una experiencia: la escucha de un recitado del Corán, en una casa solitaria en la que el sonido de una voz monocorde que se interrumpe a intervalos regulares le revela la intuición de esa esencia musical del universo cuyo referente último es el Verbo creador de Dios. Hay una secuencia de esa experiencia: escuchar, oír, oír (con el cuerpo y el espíritu), contemplar, comprender. En el canto como arte del tiempo (la danza como arte del espacio) Murena presenta la idea con la que obsesivamente, desde sus primeros escritos, traza el horizonte de la metáfora como posibilidad de conocimiento. La palabra poética, despojada de la pretensión instrumental de someter y ordenar el mundo, es la que permite en última instancia su conocimiento.

“Metáfora: semejanza. Ser semejanza es ser algo que no se es totalmente, somos sólo una parte de aquello a lo que nos semejamos. Somos anuncios de algo ausente, de una Ausencia. Somos nuncios. Cada uno de nosotros es para sí mismo anuncio, nuncio de lo que fue en el Paraíso: ese Adán hablaba en verso” (“La casa de la metáfora”)

            Los dos ensayos forman la cúpula de una selección de ensayos que se despliega desde el centro del volumen en un orden espacial (las dos partes del ensayo de 1963 a cada lado, los tres ensayos de los setenta que abren y cierran la serie) y dan cuenta del acierto de la edición: el pensamiento de Murena, dice Piro, intenta vulnerar el constreñimiento de la circunstancia, y para eso ausculta la voz poética de los excedentes aún no deglutidos, por la inmediatez o el esteticismo, en la administración de la cultura. “Le mot juste y  “La totalidad es lo falso” son las dos partes de un ensayo que cuatro años más tarde publica en El nombre secreto  con el título “El primado de cotidiano”. Las dos partes son complementarias. Le mot juste presenta la paradoja de la ratio artística moderna como el alma de una era sin alma. Iniciando en el imperativo de la palabra justa flaubertiana, y pasando por la voluntad de hacerla saltar con la palabra injusta surrealista, el ensayo conduce al planteo de la alienación del espíritu en la modernidad. En un sentido inverso, “La totalidad es lo falso” recupera la idea central del pensamiento adorniano en la relación entre un pensamiento de la totalidad y una política totalitaria. En el ensayo se ve, quizás, la divergencia respecto de Frankfurt y la orientación hacia el primer Benjamin: la salida que propone Murena orienta el espíritu en dirección de lo místico.

            Los primeros tres ensayos del volumen producen algunos desplazamientos. Ir desde el centro hacia las primeras páginas del libro es también ir desde la pretensión de actualidad hacia los inalcanzables pasados primordiales y futuros de posible reconciliación, desde la experiencia inmediata hacia las preocupaciones de orden metafísico. En una mirada integral de la edición como una selección comprensiva de una parte de la obra de Murena, estos tres textos son los que dirigen la vista hacia el horizonte trascendente de su pensamiento. “La partida infinita (1971), Frisson Nouveau (1970) y “Nacido en Tibet” (1970) despliegan, no complementariamente ni tampoco necesariamente en todos los sentidos, algunas reflexiones sobre la situación de un intelectual en el mundo. También desde sus inicios la obra de Murena tiene esta preocupación como eje central. La soledad esencial y extrañada del hombre de letras frente a un mundo que lo desborda es quizá la idea más fuerte, que toma distintas formas: desde las figuras que rescata en los primeros ensayos de El pecado original de América hasta la voz poética que construye para los poemas de F.G.: un bárbaro entre la belleza. El mundo es un tablero infinito en el que podemos intervenir menos por la omnipotencia de nuestra razón cartografiante que por nuestra voluntad de encontrar las combinaciones secretas de azar, razón y destino que lo gobiernan. La contemplación activa y abierta a sus manifestaciones, la falta de obligaciones inmediatas en la interpelación de la cultura como mediación son los otros aspectos de esta perspectiva de Murena sobre su lugar en el mundo y el horizonte de su escritura. Una vida, una obra, entrelazadas en el tejido complejo de tiempo y espacio que requiere la comprensión de una inteligencia sensible a sus manifestaciones, a riesgo de encerrarse en falsas explicaciones parciales y tranquilizadoras.

            Los últimos tres ensayos son “Antígonas y Creonte” (1970), “Después de veinte años” (1971) y “La casa de la metáfora” (1972). Este último texto es publicado posteriormente en La metáfora y lo sagrado, los otros dos eran inéditos hasta ahora. En la singular dialéctica del pensamiento mureniano este conjunto es la antítesis. La obra es ahora el objeto, como escritura cifrada de los enigmas de una vida tensionada hacia el sometimiento, como manifestación del arte, la última esperanza frente a la deshumanización del mundo. Los textos están más acá en el tiempo y el espacio, ahora hablan, respectivamente, de recorridos intelectuales determinados y ejemplares, de Roberto Arlt y del libro que en el que Murena trabaja en ese momento. Pero también habla de sí mismo y de su propia historia en el campo intelectual. Murena encarnó la figura de Antígona que presenta en “Antígonas y Creontes”, cuando en el final de los cuarenta encabezaba la generación de los parricidas, y quizás cínicamente revise en este ensayo sus infructuosos esfuerzos por continuar en ese camino de mantener su capacidad de “barrer con lo muerto” de un espíritu cristalizado. Murena escribe en retirada, con la conciencia de que el fracaso es inevitable o que el triunfo puede llegar a ser traición, y en ese sentido el texto en el que revisa su lectura sobre Roberto Arlt (“Después de veinte años”) presenta el horizonte inalcanzable sobre el que construye su obra: “El mensajero que anuncia la Gran Desgracia es por fuerza de naturaleza angélica: nos advierte del peligro a los malvados o insensibles que lo callamos o no lo sabemos. ¿Arlt?: un grito, un gran grito angélico que pasa. Pero el arte es la conciliación tras la ruptura, es el intento de hacer persistir al grito en forma eterna, como prueba de la superioridad del hombre respecto de la desdicha”.

“La casa de la metáfora” propone, finalmente, la lectura de la obra de Arte como metáfora. Su planteo afirma en líneas generales que la metáfora es lo que trae a este mundo la manifestación de lo Eterno y nos permite comprender, al menos, alguno de sus núcleos de verdad. El último período de Murena se orienta con mayor intensidad hacia esta perspectiva del lenguaje y del conocimiento, de la posibilidad de acceder a la comprensión por la vía de la metáfora antes que del discurso racional y transparente de la explicación (“conocer por el tacto” dice), y este último ensayo cierra de manera pertinente la selección.

En “Los penúltimos días” Murena lee Los usurpadores de Ayala, y señala que su principal defecto es el prólogo: “la palabra poética se explica por sí misma”, afirma, y señala una dificultad respecto de estas escrituras liminares a las selecciones de sus textos. Guillermo Piro, en el prólogo, y Leonora Djament, en el epílogo, resuelven inteligentemente escrituras sobre trayectos que las recientes reediciones de Murena volvieron demasiado transitados. La subordinación de los datos biográficos del escritor al sentido real de su voluntad de anacronismo (muchas veces mal entendido como forma de escape y conformismo) es el aporte principal de este prólogo que se ajusta a una de las dimensiones que se despliegan en los ensayos. En ese sentido es significativo el aparentemente arbitrario orden de la edición. Por su parte, en el epílogo Djament rescata la lectura singular e inteligente que Murena hace de las teorías europeas. Presenta el hilo que conduce esta línea del pensamiento del escritor fuera de las descalificaciones de intuiciones mítico-religiosas. Djament lee comprensivamente, sin llevar a Murena al lugar de mero importador de saberes y sin transformar a las teorías evocadas en legitimadoras de cualquier error. Murena no pretendía esquivar la posibilidad del equívoco o la contradicción, sino que precisamente busca abismarse en ellos por su irrenunciable voluntad de búsqueda.  

El hecho de que sea el diario La Nación el marco en que se publican estos ensayos es importante, aunque no determinante. Murena publica algunos de estos ensayos en otras revistas antes o después, con otros títulos, con algunas modificaciones. El espacio en el que circulan los textos de este escritor habla más de la compleja red de tensiones entre las condiciones de producción y el incierto horizonte de búsqueda del escritor. Inteligentemente los editores desplazan el interés de lo significativo del diario y el orden cronológico para proponer una disposición casi cifrada de la dinámica de su pensamiento. En Murena, vida y obra se entrelazan sutilmente en un lenguaje que pretende acercar la música del universo a la posibilidad de un conocimiento, sin por eso dejar de mirar el mundo desde una perspectiva crítica. Una selección como Herrschaft, sin ser completa ni cronológica, es una muestra que ilumina un aspecto complejo de su obra.   

 

 

(Actualización diciembre 2006 - enero febrero marzo 2007/BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646