diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Voy escribiendo mientras vuelvo a leer: Libro para citar, entero, como cuando dice “me enloquecen los libros de anotaciones, detesto las tramas” y cuando escribe que un libro así pone “desesperadamente alegre”. La alegría de un cuaderno. Ser sólo lectores de cuadernos, quizá por eso anoto: ¿quién se aguanta Viento del noroeste?... Porque hay que aguantar que digan que sólo se escribe para uno mismo, sin otra salida.
Una obra de palabras cuando la letra pasa el trapo al “toco” del tiempo y a “mojigato”, en el sentido que Nicolás Rosa leía algunas “literaturas de frases”. Obra de palabras donde las frases son versos, como cuando Roberto Raschella diferencia novela poética de obra lírica, ahí Viento del noroeste pone: “Poesía no, poéticamente, sí”. Así se leen algunas formas justas: “a saco”, “a yugo”, ahí leo Rumbo a peor de Beckett, también la cita sobre el progreso de la ciencia… y que los profesores sigan errando, que el libro deja para que cada uno la busque. También aparta todo realismo, todo naturalismo instituido, todo eso abandonado por la lírica y la escena. Retratar, no?... Porque el que camina, ve, registra. Y escribe el propio paisaje, tal vez sabiendo que “todo es vanidad y apacentarse de viento” –como dice Sánchez que dice el Eclesiastés… La escritura de uno, la mano religiosa de uno mismo… como el pícaro de Jules Renard que se permitió enseñar: “Por la mañana, hojear diarios, libros, olfatear las ideas de los demás, escribir notas con la punta de la pluma, averiguar donde sopla el viento, llevar el espíritu al punto donde siento la necesidad de producir. Por último, desarrollar este método de adiestramiento, de calentar el motor con palabras ligeras, una lengua ni científica ni jeringoza”.
Viento del noroeste se apacienta y pelea. La diferencia es con figuras singulares, ninguna multitud. Puede ser que todo grupo esté podrido... “por favor, no se organicen” –dijo una vez en París Pasternak y Kandinsky parece que repetía como un salmo: todo grupo a favor del arte pasado un tiempo se vuelve contra el arte… Por ahí, también, no entender del todo “los amasijados caminos biély a casa a la cocina”, porque es un regalo querer escribir sobre algún ruso, como puso en su libro Savino… cuando se siente una luz personal, como la de los tilos que están, también, ahí.
Viento del noroeste, una novela directa. Literatura poderosa. No ponerse en tercera persona, siempre en “yo”, “alguien que no se deja administrar recuerdos o conventillos” –escribió Luis Thonis-. Y siempre los nombres propios. Y alguien que supongo es Néstor Sánchez anda con él como “una compañía en el tiempo”, un tipo que aprendió a mirar el tiempo, los colores de la tarde, cuando se toma poco y se fuma poco… Y las mujeres, qué trato con ellas: las del patio del recuerdo, la frase dura y clara a la vez de ´a madre´. Y títulos intermedios que acompañan el clima, el tono, hasta “Grito de amor” que es tan potente y cae bien. “Las cartas de Irma” recuerdan, por la justeza de su tono, las “Cartas de un colono” de Hebe Uhart. Y vuelvo, esos títulos que no son capítulos, ninguna consecusión, siguen el poema que es la novela que, al final, es poema. Porque es bueno apropiarse definitivamente de las palabras y volver a darles el sentido que tienen para uno. O el barrio, o mejor la calle, la cuadra y, en ese mismo lugar, separarse de cierto provincianismo… “mejor hacer Buenos Aires” -dice Viento del noroeste-.
El libro forma una unidad, un sentido y trae a cobijo La línea del tiempo (Savino, 2002): “Era el zarandeo del tiempo: ¿y si no qué?”. Y acerca lo de Mastronardi: “arrimar tiempo”. Entonces esos fragmentos arman una mezcla imposible de separar: se armó la obra. Con lo que no se tiene -como se dice al comienzo- y con lo que sí se tiene, una lengua de formas propias: ringlera, runfla, fratacho y más. Ningún resumen, lo que decía otra vez Néstor Sánchez –Hugo Savino lo recuerda siempre-: no se cuenta por teléfono un libro como Viento del noroeste. Y claro lo dice: “A mí lo que existe me interesa: al mundo lo anoto: si lo anoto lo mezclo: el retrato en límite con el parecido”. Como la idea, la imagen del “convoy” en Barracas.
Y la augurada lista está hecha: los contemporáneos que elige y Wilde, Mastronardi, Mansilla, Pissarro, Mallarmé, Mandelstam, Tsvietáieva, Gadda, Pasternak, cuando sorprende ese decir literatura de “infancias liuvers”, esa literatura de notas genial.
…Qué cosa una novela sobre el tiempo: “no me olvido del Otoño” y “el invierno es tiempo de inspiración”… en el sentido, tal vez, en que lo decía Reinaldo Arenas… “El tiempo, lo único que realmente importaba”…
… Qué cosa eso de “los más exitosos serán los más ofendidos”…
(Actualización abril - mayo - junio - julio 2007/BazarAmericano)