diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Creo que leí todos sus libros, o casi todos, un “casi” dudoso por tal vez innecesario. Y como me gusta leer las obras longitudinalmente (lo que no quiere decir, linealmente), acaso transversalmente, lo primero que se me impone es la tentación de hacer un “según Baigorria” a través de sus libros, que sería menos una enciclopedia Baigorria que un catálogo de caprichos (suyos pero sobre todo míos, como autor de ese “Según”). Según Baigorria. O también: según Osvaldo, según Osv, según Ozzy, Ossi...
Igual que el Sobre Sánchez (por la polisemia del “sobre”, que señala al comienzo), aquí “según” también es, al menos, dos: “según” tal autor, tal cosa, como se explica en el texto de apertura; pero también “según” como “tal vez”, que se ve en la entrada de W. S. Burroughs. Aquí diría: según Baigorria, las preposiciones (que a veces los gramáticos osan clasificar entre llenas y vacías) están siempre llenas (de sentido, se entiende).
Paradójicamente, salvo algunas referencias a Correrías de un infiel, creo que nunca había escrito nada directo sobre Baigorria, pues siempre nos medió Perlongher; quiero decir: lo entrevisté, hice comentarios, lo cité en mil ocasiones, pero todas las veces en el merodeo, o más bien yirándolo.
Igual: ese es justo el modo en que encuentra su coqueteo con la autoficción, con la escritura de sí, con decir algo sobre Baigorria: que el Pibe Materia, que el Cacique Baigorrita y el Coronel Manuel Baigorria, que la amistad con Perlongher, que Jack el Destripador de la Isla, y un largo etcétera: ¡todas excusas, siempre! No sabemos nada de Osvaldo Baigorria. O no sabíamos, hasta ahora. Y lo cierto es que somos chismosas y literatas, es decir, cuenteras (porque coincidimos con Edgardo Cozarinisky en que el chisme funciona como umbral del relato).
Muchas de estas cuestiones, cual reverso afirmativo de esa negatividad tangencial y oblicua que habita, incluso ladina, y a la vez productiva (ironía: he aquí la única productividad posible para su ética del ocio), vuelven a aparecer en “A la caza de citas”, el texto que abre el libro (del que Osvaldo Baigorria, autor del libro, me dijo que no era un prólogo). Allí se advierte el marco más nítido para leer todo lo que sigue en clave de novela y subrayar la invención. Esta entrada (como ingreso al texto y como registro de lectura) parece interesarle especialmente a la propuesta del libro y también a su autor. A través de una atinada tercera persona que se distancia prolijamente (y agregaría: astuta y sospechosamente) de una correferencialidad, un personaje, “Lectorx”, es quien seduce con el relato sobre los comienzos, motivaciones y procedimientos del texto por-venir, que sigue a continuación. La jubilación y la viudez, como puntos de gran relevancia en ese relato, deben ser destacadas. Por mi parte, leí estas tensiones agónicamente, porque a costa de desconfiar de la ficción, me tomo muy en serio los ejercicios que simulan referencialidad o se asoman -cual precipicio- a la inminencia de lo íntimo (aunque, para cumplir la vuelta entera y escapar al gesto centennial de entender literalmente cualquier enunciado, debo decir que también leo novelescamente allí donde hay un imperativo de “realidad”: no hay transparencia y la imaginación es re-torcida).
De todos modos, por sobre todas las cosas, Según es una máquina de leer y escribir: son acciones que desarrolla y pone en acto. Lectura y escritura se exhiben en su funcionamiento definitorio y están en una cinta de Moebius que se ficcionaliza, teatraliza, pone en escena, dramatiza. Por eso acaso le queda corto lo de “escribir la lectura” a lo Barthes. Y estas dos acciones se muestran, además, como ejercicio de (la) memoria -o registrando su imposibilidad: disputa y confronta a la memoria como condición de posibilidad (´tener -o no- memoria, y además buena´) y como relato (estructurado, con sentido, que juega a su transparencia, y no pocas veces monumental). Frente a esto: el fragmentarismo, el coleccionismo (por no decir, fetichismo y regodeo), la “caza de citas”, el registro: la autobibliografía. Pero no necesariamente ese segundo prefijo biblio- es libresco. El placer de este cirujeo de citas, y su derrame vivencial a través del comentario (nunca uniforme), no es un placer narcisista, como pareciera desprenderse de su primer prefijo: es precisamente allí donde el libro se abre a la conexión lectorx, al relato compartido, al saber situado, al umbral de la ficción.
Solemos pensar a las bibliotecas personales como los espacios más interiores e incluso privados a los que nos podemos asomar. Hablamos también de los coqueteos autoficcionales. Entonces: ¿se revela, Baigorria, con este libro? (con “v”; con la otra “b” ya sabemos que sería una pregunta retórica, o baladí, por obvia): de ningún modo, porque si algo dice siempre sin decir, y este experimento es la mejor constancia, es que siempre tiene algo más para decir. Y dije “experimento”, y agregaría en esa constelación “laboratorio”: es que Según es, también, un libro lúdico, divertido. Se puede entrar y salir, curiosear, es no-lineal y ácrata. Y además funciona como un “diccionario Baigorria”. Acordamos con lo metódico del procedimiento definido, que de todas maneras el rigor del alfabeto es un azar de contigüidad (“Lectorx prefirió la apropiación a la invención y el azar a la planificación”, leemos), pero ahora lectorxs nos permitiremos jugar. “Es el libro más raro que hice”, me dijo Baigorria (no sé cuál de todxs). Creo también que es el más íntimo.
Afirmaría, para cerrar esta suerte de “anti-texto” reseñero (paradójicamente consecuente con el libro, ya que lo coherente hubiera sido contradecirlo), que Osvaldo Baigorria otra vez escribió (pero, ¿escribió?) un libro que me gusta.
*Texto basado en los apuntes leídos durante la presentación del libro en la Feria del Libro Rosario, 11 de agosto de 2023.
(Actualización septiembre – noviembre 2023/ BazarAmericano)