diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Conversar sobre el presente
La literatura fuera de sí, de Alberto Giordano y Evando Nascimento, Santiago de Chile/ Rosario: Bulk editores/ Nube Negra, 2021.

En 2020, haciendo uso de las posibilidades que ofrecía la virtualidad obligada, Alberto Giordano invitó al profesor y crítico brasileño Evando Nascimento a un seminario que estaba dictando en la UNR sobre el problema de la contemporaneidad en la literatura y el arte (la clase está en youtube.com, en el canal del CETyCLI). Al presentarlo, Giordano hilaba su invitación en un punto de encuentro entre la práctica ensayística de Nascimento y la propia, y más precisamente en el método, es decir, más acá de las discusiones a las que remiten. En clase, decía que los dos partían de un ejercicio de evaluación, entendido en términos nietzscheanos, como interrogación de las fuerzas que parecen mover a algunos discursos críticos; en este caso y motivo del convite, a aquellos que sostienen el fin del arte en general y de la literatura en particular en América Latina. 

 A fines del 2021, la aparición del libro La literatura fuera de sí retoma esa conversación a partir de la propuesta de una lectura conjunta (nuevamente propiciado por Giordano, editor de Nube Negra). La publicación se compone por el ensayo de Giordano, “¿A dónde va la literatura? La contemporaneidad de una institución anacrónica”, antecedido, por el de Nascimento, titulado “Para un concepto de literatura en el siglo XXI: expansiones, heteronomías, desdoblamientos”, en traducción del crítico chileno raúl rodríguez freire. De la clase a los ensayos cobra fuerza el modo de la enunciación. La polémica se manifiesta como la vía para señalar los caminos que toman los discursos del fin de la literatura moderna en una parte de la crítica latinoamericana desde los dosmil, entre los que se destaca, para ambos, el escrito de Josefina Ludmer de 2006 “Las literaturas postautónomas”. Ese gesto crítico, el acto declarativo del fin, dicen Giordano y Nascimento, no es otra cosa que la reducción del turbio y siempre desplazado presente a ciertas tendencias de la actualidad.  

Los escritos entraman sus discrepancias revisando los supuestos –es decir, el encadenamiento de un conjunto de reducciones, totalizaciones, simplificaciones– que llevan a esos críticos a sostener que los parámetros que permitían el entendimiento y aseguraban la existencia de la literatura desde que se la conoce como institución moderna han caducado y resultan inútiles frente a una transformación directamente ligada a la realidad del mundo globalizado. Pautando cada movimiento de lo que parecen ser los contorneos de un simulacro, Giordano y Nascimento ven allí una búsqueda por adueñarse y difundir una verdad acerca de la literatura del presente que permita inteligirla sin perturbaciones. Esa voluntad de dominio no sería otra cosa que una intencionada devaluación de las potencias de la literatura: la ciñe a una imagen estable que adquiere su forma y su peso en la conformación de un binarismo temporal y sus atributos. El esquema que ambos advierten en esos discursos propondría que la modernidad literaria habría sido autónoma y específica, y hoy, eso que a veces se llama literatura, a veces de otro modo, sería expansión, inespecificidad, postautonomía. Giordano los llama “publicistas de la actualidad” y Nascimento los acusa de servirse de conceptos prêt-à-porter para embalsamarlos, atraídos por su prestigio. 

1.

En el ensayo de Nascimento, uno de los hilos que permite el recorrido de su evaluación es el concepto de “literatura expandida” que los discursos del fin de la literatura retoman del famoso ensayo de la norteamericana Rosalind Kraus. “¿En qué consiste el valor de expansión, en el simple hecho de atravesar la frontera imaginaria entre dos campos igualmente imaginarios, o, más radicalmente, en un cuestionamiento fundamental de la noción de campo a partir de la apertura simultánea de los ´campos´ tradicionalmente nombrados?” Entre una opción y la otra, entre un uso y otro de la noción de expansión, existe una diferencia con la que el ensayista, en detrimento de las fuerzas de atracción de lo que llama “facilismos críticos”, dirige una pregunta por la esencia de la literatura. Expansión y singularidad no son ni operan como dos fuerzas contrapuestas o excluyentes; desde su perspectiva, la apuesta se efectúa en una escritura capaz de nombrar ambos acontecimientos a la vez, en el movimiento que los pone en juego de manera simultánea, tensándolos. Para esto, ve necesario asumir, por un lado, que la especificidad literaria es inespecífica y, en ese tren, entonces, que es relativa, está abierta, ya inclinada hacia su propio desborde. De este modo, dice Nascimento, la literatura es desde siempre ella misma “expansión”, su existencia es un permanente salirse de sí. Decir que la literatura se ha vuelto inespecífica o que se ha expandido implica asumir como cierto que, simplemente, a lo largo de toda la modernidad literaria, la idea de campo fue suficiente para explicar lo que sucedía con la literatura y que, asimismo, esto se superpuso sin restos como respuesta a la pregunta acerca de lo que ella era. El ensayista disiente y, como en una suerte de epifanía clariceana, su ensayo hace sensible la existencia de la literatura por medio de su figuración como un “bicho que respira”: la vida de la literatura es ese acontecimiento imponente en su nimiedad que dice el mundo dejándolo entrar en su cuerpo distendido y dúctil, que se acompasa con espasmos de contracción y retraimiento. 

En el diálogo con Ludmer, probablemente impelido por el impacto que el ensayo de la argentina generó en Brasil, modula sus divergencias en un marco de vigorosas apuestas conceptuales elaboradas por Nascimento a lo largo de su trayectoria crítica. Tal es el caso de emulación estética, “un concepto que invita a pensar el curso de la historia no en términos evolutivos o de rupturas simples, sino de `desdoblamiento´ diferencial y `reinterpretación´ problemática del pasado y de la modernidad”. Así, puesto que el conservadurismo se vuelve un atributo ambiguo para aquel que piensa el tiempo en sus dobleces, Nascimento le señala a Ludmer no tanto el hecho de que remita a valores ya existentes creyéndolos novedosos, sino que, al hacerlo, haya puesto a funcionar una máquina de identificación que inmoviliza todo por-venir. 

Entre los conceptos se precipita una particularidad de este ensayo, vinculada a la búsqueda por acercarse a otros críticos latinoamericanos –por ejemplo, emulación estética y tradición de la ruptura. Pero esa conexión funciona, a la vez, como un modo de enlazarse a una tradición continental y poner en jaque su existencia. Cuando rechaza la idea misma de América Latina, considerándola una “fantasía conceptual” colonialista y delirantemente etnocéntrica, su tono adopta una inflexión temeraria, que además de acusaciones, libera algunos diagnósticos y se muestra intransigente. Sobre la cuestión latinoamericana, no duda en afirmar su convencimiento sobre el mal que aqueja el mundo: la identidad. Allí, el pensamiento de Derrida marca su impronta en quien es su mayor estudioso hoy en Brasil, ese pensamiento que arruina el origen, el fin, la esencia y se entrega, en cambio, a la fuerza del secreto y la promesa que se escucha en el fondo indescifrable de cada experiencia con lo singular de una obra o de un sujeto. 

 

2. 

En el prólogo a El giro autobiográfico de la literatura argentina actual, de 2008, Giordano advertía que al publicar ese libro de ensayos buscaba, a través del título, llamar la atención del periodismo cultural introduciéndose en la arena de la actualidad, terreno movedizo y espectacularizado. El carácter desafiante de esa eficaz jugada le trajo algunos infortunios, pero el malentendido dio también nuevo impulso a su escritura. Unos años más tarde, en Vida y obra. Otra vuelta al giro autobiográfico, afinaba el horizonte y apuntaba sin miramientos la necesidad de escribir en disenso con Ludmer, incomodado por sus ideas, pero, sobre todo –lo decía citando a Ritvo sobre Deleuze y Guattari–, por “su estilo exhortativo, premioso, volcado a la velocidad de la consigna”. Si el giro autobiográfico –la fórmula, el corpus– disponía una zona de contacto con discursos críticos como los de Ludmer y esto exigía distinciones y distanciamientos que se jugaban en la trama argumentativa de algunos textos sobre escrituras íntimas, ahora, en La literatura fuera de sí, el lector de Giordano se encuentra con un ensayo que se afirma respondiendo a una pregunta radical con una ética respecto del modo en que un crítico se acerca y elige escribir sobre y con la literatura. 

De hecho, el ensayo “¿A dónde va la literatura? La contemporaneidad de una institución anacrónica” expone su punto de partida con dos proposiciones concatenadas: uno, preguntarse por el futuro significa tomar partido por el presente; dos, esa misma pregunta implica poner en juego, además, qué se cree que es la literatura o qué se quiere que sea. La respuesta de Blanchot en El libro por venir, que Giordano retoma, muestra ese pliegue, en tanto enuncia que la literatura va hacia su esencia y que su ser, desde que es una institución moderna, toma forma en la infinita interrogación de sí misma y se realiza históricamente a partir de la impugnación de todo intento de esencializarla. Por eso, este posicionamiento obliga a ensayar una reflexión que soporte las sacudidas de la ambigüedad y la oscilación con las que ocurre la presentificación de lo que se sustrae a cualquier identificación. Escribir que la literatura se afirma en una tensión irresoluble entre experiencia e institución implica para el ensayista dejar ver, en cada efectuación fundada en una imposibilidad, a la literatura oscureciendo una época o, lo que es lo mismo, prístina huyendo hacia adelante. 

Si el ensayo de Nascimento tracciona por conceptualizaciones, el de Giordano avanza procurando que nada de lo que suba a la escena polémica quede fuera de la teoría o de la pregunta acerca de qué es o puede ser la literatura. Esto sucede principalmente a partir de la recuperación de la noción de resistencia de Paul de Man, tamizada por el filtro lacaniano, a la que recurre para comprender la producción de los discursos del fin como una manifestación posible de las paradojas de la empresa teórica. Los publicistas de la actualidad serían tales en tanto las certezas inclaudicables que enarbolan no serían sino un síntoma desplazado de los efectos producidos por los imponderables del presente de la literatura. Por eso, cuando percibe en ellos una “frivolidad denegada” o un “desinterés inadvertido” construye en su ensayo la treta retórica para que todo aquello que refiera al ser de la literatura no pueda enunciarse como si quedara fuera. 

De lo que se trata, de nuevo, es de leer el modo en que estos discursos “pretenden fijar criterios de actualización teórica que harían visible el mundo literario actual, pero a través de principios que tienen la misma edad que la propia institución literaria”. Esta opción se singulariza cuando Giordano escribe desestabilizando los usos que hacen esos discursos de algunas referencias teóricas. En estas ocasiones, sus intervenciones no tienen como horizonte rectificar los usos que hacen Pauls, Garramuño o Laddaga de la teoría (aunque también lo hagan), sino, en todo caso, advertir el modo en que procuran negar o aplacar los efectos turbulentos de sus propias paradojas. No parece casual que estas referencias involucren nombres como Blanchot o Barthes; más bien es como si el ejercicio escéptico de Giordano diera su golpe más certero precisamente allí donde su vínculo con la teoría se muestra más intenso y, por lo tanto, más íntimo. 

 

(Actualización mayo – junio 2022/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646