diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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La editorial Fiordo nació en Buenos Aires en 2012, como un proyecto de Julia Ariza y Salvador Cristofaro. Entre sus títulos, editados e impresos con un cuidado notable, aparecen autores latinoamericanos –Martín Arocena, Juan Pablo Roncone, Mike Willson, Sara Gallardo– pero sobre todo traducciones de autores extranjeros que han escrito y escriben en lenguas muy diferentes –Marcellus Emants, Marghanita Laski, Riikka Pelo, Eugene Martin, John Williams, entre otros–. La editorial cuenta además con una colección de ensayos, “No ficción”, en la que aparecen Anne Carson, Ennio Flaiano, Louis Marin, Griselda Pollock y Martín Schiffino.
De un proyecto a un catálogo
Fiordo tiene pocos años de vida y surgió en un contexto donde existían varias pequeñas editoriales literarias en actividad. ¿Qué se proponían que fuera Fiordo, cuál era su marca distintiva? ¿Y cómo se fue modificando el proyecto de la editorial a lo largo de estos años, si es que se modificó?
Es cierto que en 2012 había ya muchas pequeñas editoriales en actividad, con propuestas diferentes y bien definidas, y muy buenos catálogos. Por eso Fiordo no nació de la percepción de un “hueco” en la oferta editorial, sino que surgió casi como un deseo de honrar la buena edición, o lo que entendíamos por buena edición en ese entonces; nació más del amor a los libros que de un análisis de lo que faltaba en el mercado, y más de un deseo de poner en el mundo buenas lecturas que de explotar un nicho. Queríamos que Fiordo fuese una editorial visualmente atractiva, de libros muy bien editados, que se identificara por la atención a los detalles, que conquistara a sus lectores a través de una experiencia de lectura memorable. El nuestro era un planteo cultural, no comercial. Pero en estos cuatro años el cambio fue una constante y lo sigue siendo. Cuando empezamos había muchísimas cosas que no sabíamos, procesos que debimos entender, tiempos que tuvimos que aprender a respetar y variables económicas que nos vimos obligados a empezar a manejar. Pronto observamos que una editorial de nuestra escala no puede operar en solitario, que no basta con publicar libros y ver qué pasa; es necesario el trabajo colaborativo, la asociación estratégica con otras editoriales afines, la comunicación con los libreros, el intercambio constante de información. Lo más importante para una editorial como la nuestra es ir constituyendo y ampliando su comunidad de lectores y no defraudarlos. Por eso, a medida que empezamos a tener un feedback de los lectores y del comportamiento de nuestros títulos en librerías, modificamos algunos aspectos del diseño gráfico y el formato de los libros para mejorar la presencia de los ejemplares en las librerías y apuntar a que comuniquen más rápidamente las cualidades de los libros. Otro aspecto importante que fue cambiando con el tiempo es cómo pensábamos el catálogo cuando empezamos y cómo lo pensamos ahora. Al principio nuestras elecciones, analizadas retrospectivamente, estuvieron más determinadas por nuestras manías lectoras y nuestros gustos. Ahora, aunque la calidad de los textos sigue siendo el criterio más importante, el proceso de selección de los títulos es mucho más abierto (hemos ampliado nuestro horizonte de lecturas) y más complejo (no solo evaluamos que un texto nos guste y que valga la pena publicarlo, sino que tenemos en cuenta qué otras cosas se están publicando contemporáneamente que puedan tener relación con ese título, ese autor, ese tema; cómo se relaciona ese título con el resto del catálogo; qué resonancia puede tener el tema del libro en el contexto actual, etcétera). La verdad es que nos hemos puesto cada vez más exigentes. Ahora que el perfil del catálogo está más definido, cada pieza nueva tiene que justificar su presencia de modo concluyente.
¿Definirían a Fiordo como una “editorial independiente” o sospechan, como algunos editores, de ese rótulo?
No sospechamos del rótulo, en este punto ya está bastante claro qué significa “editorial independiente”. Hemos comentado ya otras veces los límites de esa supuesta “independencia”, porque lo cierto es que dependemos de muchas cosas y a veces somos aún más dependientes que las grandes editoriales. Pero el rótulo en sí está instalado, y sirve para nombrar aquellas propuestas editoriales en las cuales el catálogo no se construye únicamente atendiendo a un criterio de rentabilidad. No sirve de nada enojarse con el término; más allá de su inexactitud tiene cierta utilidad para diferenciar distintos tipos de propuestas, y aunque nosotros no nos definimos como independientes sino como pequeños, no nos molesta que otros nos definan así.
En una entrevista anterior señalaban que como editores aprendieron algo: que el catálogo de una editorial nunca es un programa, sino el resultado de un encuentro con lo real; no sólo lo que se quiere publicar sino lo que se puede publicar. ¿Cómo eligen los títulos de Fiordo, a través de qué vías llegan a su catálogo? Algo sobre ese proceso adelantaron recién…
Sí, no se puede publicar todo lo que uno quiere, y esa es una de las cosas más importantes que aprendimos hasta ahora. De ahí que en el presente pensemos el catálogo de otra manera. Por un lado porque para sostener una editorial no se puede ser un eremita, hay que hacerse cargo de los errores y tratar de modificarlos, hay que escuchar a los demás y saber recibir las críticas. Un catálogo debe ser como una caja de resonancia. Por otro lado, la construcción del catálogo se encuentra con muchos determinantes que son comerciales, y que irremediablemente modulan el programa cultural. La competencia a la hora de publicar autores más conocidos es feroz, las negociaciones son más duras, la inversión es mayor. Tratamos de que eso influya lo menos posible en el perfil de lo que publicamos, pero siempre es algo a considerar, y nos ha llevado a renunciar varias veces a autores que nos entusiasmaban. Los títulos de Fiordo proceden de distintas fuentes, ha habido recomendaciones, gente que se ha acercado con proyectos, propuestas de agencias, textos que teníamos en mente hace mucho y que ahora pudimos publicar, pero sobre todo nos tomamos mucho tiempo para ver los catálogos de editoriales extranjeras que nos gustan, a las que nos sentimos cercanos, y los recorremos en detalle para encontrar títulos no traducidos, autores que nos interesan y nos gustaría presentar en español. Muchos de nuestros títulos han aparecido en esas búsquedas.
Los libros de Fiordo se caracterizan por una atención a la confección material del libro como objeto, al diseño y al detalle. Son libros bellos. ¿Ven esto como un valor de la editorial?
Absolutamente. Es muy importante para nosotros, lo fue desde el comienzo. Si había algo en lo que estábamos totalmente de acuerdo antes de empezar la editorial, era en que debía ser atractiva a la mirada, que los libros tenían que generar un deseo de posesión, funcionar como buenos soportes de los textos. Queríamos que nuestros libros dieran placer en varios niveles, que representaran una aspiración fresca y novedosa y que fueran al mismo tiempo elegantes y legibles. Estamos convencidos de que la materialidad de los libros afecta la experiencia de lectura, y todas las tradiciones acumuladas en el objeto libro nos fascinan. ¿Por qué no considerarlas una variable más de lo que ofrecemos a los lectores? ¿Por qué no apostar a que los lectores reparen y obtengan satisfacción del objeto que tienen en las manos? Sin duda vemos este esfuerzo como uno de los valores de Fiordo.
Otras lenguas
Aunque publican a escritores latinoamericanos, la mayor parte del catálogo de Fiordo está formado por traducciones. ¿Qué ven en la traducción, por qué es una práctica tan importante para su editorial?
Las traducciones, a diferencia de un libro no traducido, involucran a más personas. Publicar un libro de un escritor extranjero mueve más hilos y eso nos gusta. Nos pone en contacto con gente que piensa distinto, nos abre puertas inesperadas, y nos propone el desafío de aunar criterios diversos durante el curso de trabajo. Vemos en la traducción una parte importantísima de nuestra educación como lectores, que no exageramos si decimos que ha sido también parte de nuestra educación como personas. Para nosotros ha sido esencial, y por eso nos interesa que ocupe un lugar importante en la editorial. ¿Cuántos escritores estupendos nos hubiéramos perdido si no se hubieran traducido, cuántas otras formas de encarar las relaciones con otras personas hubiésemos ignorado? Hace poco circuló un artículo de prensa que recogía los resultados de una investigación que se había hecho sobre las capacidades comunicativas de las personas que leen y de las que no leen. La conclusión de la investigación fue que los lectores son personas más empáticas. No nos sorprende, pero nos da un motivo adicional para creer en el poder transformador de la lectura, y si consideramos que las lenguas son formas de entender el mundo, acercar esas formas nos parece un cometido noble, y nos hace felices.
En relación con la pregunta anterior, en el catálogo de Fiordo hay una apuesta a autores que escriben en lenguas poco traducidas como el neerlandés (Marcellus Emants), el checo (Egon Hostovský) o el finlandés (Riikka Pelo). ¿Por qué apostar a estos autores? ¿Cómo es el proceso de selección de estas obras?
Elegimos a estos autores por las mismas razones que invocábamos en la respuesta anterior. Hay autores magníficos de todas las épocas y de diferentes regiones que los lectores hispanohablantes desconocemos. ¿Cómo llegar a ellos si no se los puede leer en su lengua original? La traducción es un gran puente. Pero apostar a ellos es igual de importante para nosotros que apostar a un autor que escribe en nuestro idioma. Nos interesa pensar la literatura como un fenómeno universal en el que conviven todas las voces. Sin duda el proceso de selección de estos autores cambia, en primer lugar porque tenemos que confiar en traducciones a otros idiomas para juzgar las obras, y no podemos sentirlas en su expresión original. Es una pérdida, pero podemos convivir con ella porque la recompensa de acceder a otra sensibilidad es mucho mayor. Por otro lado, entran en consideración cuestiones de orden práctico: la posibilidad de obtener o no subsidios a la traducción, la búsqueda de un traductor adecuado, etc.
¿Hubieran publicado a los mismos autores sin el apoyo recibido de institutos de literatura, fundaciones u otros organismos que impulsan la difusión de literatura escrita en estas lenguas?
Al principio lo hubiéramos hecho, ahora nos costaría más. A medida que una editorial se va constituyendo y crece, hay más que perder si se toman decisiones incorrectas. El riesgo de publicar autores no conocidos, provenientes de culturas con las que tenemos menos contacto, es alto; a pesar de que discursivamente se valora mucho la diversidad, la tendencia es elegir lo que se conoce, lo que uno siente que está cerca en términos culturales, emocionales. Claro que esos horizontes pueden expandirse, y eso es lo que nosotros, tal vez intuitivamente al principio, nos propusimos. Pero sabemos que es una apuesta que tiene sus riesgos, y ahora, con algo más de recorrido hecho, evaluamos con más cuidado la viabilidad de estas opciones. De todas maneras, para aclarar los tantos, estas lenguas menos traducidas en general siempre cuentan con institutos y fundaciones bien establecidos que apoyan los proyectos relevantes. Los porcentajes pueden variar, pero un proyecto tiene que ser muy inviable para que organismos de países como Finlandia u Holanda no brinden su apoyo. Y eso allana muchísimo el camino.
¿Cómo eligen a sus traductores (sobre todo teniendo en cuenta la diversidad de lenguas de las que traducen)?
En general confiamos en trabajos anteriores publicados por otras editoriales, o en pruebas de traducción. Si un traductor nos gusta, tratamos de volver a convocarlo. Para las lenguas menos convencionales, como el finlandés o el checo, nos resultó más difícil encontrar a los traductores adecuados, y en especial encontrar traductores argentinos, así que abrimos la búsqueda a España, conscientes de que íbamos a tener que adaptar un poco los textos. Afortunadamente pudimos contactar a dos muy buenas traductoras españolas que lograron traducciones excelentes, y que como sabían que estaban trabajando para lectores hispanoamericanos se esforzaron en ofrecer versiones menos castizas.
Este año publicaron una novela que fue un suceso: Stoner, de John Williams. Es un libro que venía con un reconocimiento previo en otros países, un best seller de calidad. ¿Cómo fue el proceso de conseguir y publicar la novela? ¿Qué piensan de la recepción que tuvo?
Estamos encantados con lo que está pasando con Stoner. Trabajamos intensamente en cada uno de los libros que publicamos, y Stoner no fue la excepción, así que nos conmueve que ese esfuerzo esté dando tan buenos resultados. Sabíamos que no iba a ser fácil conseguir los derechos para Latinoamérica porque la novela ya estaba publicada en España y había funcionado muy bien; la información que teníamos era que los derechos estaban tomados para todo el mundo hispanohablante. Pero nos contactamos con Baile del Sol, la editorial española, y ellos se mostraron genuinamente interesados en que el libro llegara mejor a Latinoamérica. Así que el proceso no fue tan difícil, en todo caso fue largo, porque había varios intermediarios, aunque dentro de parámetros normales. Decidimos hacer una traducción nueva para asegurarnos de que desembarcara como una verdadera novedad, y fue una decisión correcta. Contábamos con muchas recomendaciones de grandes nombres, y conocíamos un poco la historia de la obra y de su traducción a otras lenguas, es decir que había datos que anticipaban el fenómeno que podía darse acá. Sin duda todo eso ayudó a que el libro llamara la atención de los libreros y de los lectores. Pero además confiábamos en el libro, en ese encantamiento que pocas obras producen, sabíamos que era uno de esos libros con los que muchas personas pueden identificarse. No era garantía de nada, porque hay muchas obras excelentes que no generan fenómenos similares. Pero que el libro merece esa recepción está fuera de duda, así que teníamos expectativas, que por suerte se confirmaron. Nos enorgullece tener una novela así en el catálogo, y solo esperamos que se siga leyendo como hasta ahora, porque es un gran libro.
(Actualización septiembre - octubre 2016/ BazarAmericano)