diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

Carlos Ríos
/  Ana Porrúa

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/  Antonio Carlos Santos

Julio Schvartzman
/  Federico Leguizamón

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Julieta Novelli
/  María Eugenia López

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Diseño

Jonás Gómez

Maternidad, dientes y eslabones de una familia
Lengua materna de Rosa Lesca, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2010.

Rosa Lesca, nacida en Chubut, en 1982, publicó la plaqueta Día del padre (2005) y participó en las antologías Última poesía argentina y el segundo volumen de Poesía manuscrita (2009). Lengua materna, su primer libro, incluye algunos poemas que estaban en Última poesía argentina y en Día del padre. 

El libro se inicia con el poema “Nanas de la cebolla” de Miguel Hernández, que anticipa el tono o la búsqueda estética que caracteriza Lengua materna. En poemas breves, compactos, reunidos en series dispuestas en una continuidad temática, Lesca explora los vínculos familiares desde una óptica móvil. En Nido, la primera serie, la voz es la de una madre que acaba de parir y comparte impresiones perturbadoras alternadas con otras de rango opuesto, que inducen a la ternura. 

Así que si el primer poema acaba con el temor a que el hijo regrese convertido en un monstruo al útero: “¡O es que él también volverá/ como un sonámbulo/ a buscar el hueco/ vacío donde anidó!”, como contrapunto, en el siguiente, ya con el hijo dado a luz, la madre bendice: “Que te seque/ me ordenó la enfermera/ mientras me ofrecía una toalla/ donde después te envolví/ así como decía ella que hiciera/ rocé tus miniaturas con este trapo. Maravilla seas.” 

Con una única voz narradora las escenas de la serie se suceden en esa tensión entre el cuidado y el peligro. Lesca también plantea un paralelo entre el instinto maternal y el de los animales. Si en el primer texto se habla de anidar, en los siguientes la madre cuidará de su hijo como si se tratase de una cría: “me echo y alimento”, y también: “mientras cubro con lamidas su mollera”. 

De leche los primeros dientes/ en la boca sueltan/ un hilo y se envuelven”. Hay, también aquí, otra continuidad, entre el alimento y el desarrollo del bebé. La mención a los dientes, a las partes cortantes en la boca remiten a los versos de Hernández. Se registran los cambios que se generan después del parto, señala marcas, estrías y amplifica sus efectos cuando compara el cuerpo sin hijo con una pelota descosida y los pezones “como púas/ rojo, ají puta parió/ para espantar”. 

De la maternidad desde el punto de vista de la madre se pasa a la maternidad percibida desde el punto de vista de una hija. En los tres textos de la serie Celestial, no hay debilidad o fallas aparentes, no se pone acento en lo que se pierde, excepto cuando la protagonista cuida a su madre en los momentos finales. 

Previo a esa situación, la madre se presenta como figura de fortaleza, el pelo largo, atado con un nudo en la nuca, casi heroica en la limpieza de la casa: “Mientras hacías con el polvo/ de la casa una montaña”. 

El siguiente bloque de poemas está dedicado al vínculo fraternal, específicamente al de la protagonista con su hermano, del que se resaltan los rasgos en común: “el color de los ojos/ de los ojos iguales”. Aquí vuelve a aparecer la veta maternal, el impulso protector, frente a un muchacho que pide monedas en la calle, de la misma edad que el hermano que se menciona en los tres poemas anteriores; la protagonista fantasea con llevarlo a su casa y bañarlo, darle de comer, curarlo, es decir, una forma de acercamiento y trato similar al que se le daría a un hijo desprotegido. 

En Lengua de arena, otra de las secciones, la voz es la de una mujer que habla de su pareja y de su relación con el sexo; esa voz presenta escenas de sometimiento en las que parece no haber lugar para la ternura. La protagonista es, de alguna manera, instrumento del placer de su pareja, casi no hay mención del goce propio, el que actúa y siente placer es el hombre, con su “verga puñal”: “Que te queden también/ manos de plomo sujetadas al suelo/ las piernas de espuma/ la lengua de arena una oreja/ que en vez de escuchar hable/ y que sea mi voz/ diciendo ya termino”. 

La serie con la que concluye Lengua materna es Día del padre. Aquí se repite el rol de hija de la protagonista, la interacción que se genera, al igual que en la serie Celestial: primero será la nena protegida que hacia el final pasa a ser protectora. En los dos casos la hija está ahí, en los momentos de partida, frente a cuerpos que presentan la última cuota de energía vital, para cuidar, contener, despedir: “no voy a soltar este leve hilo”. 

El recorrido de Lengua materna se hace a través de todos los eslabones de una cadena familiar reconocible: madre, padre, hijo y hermano. Aunque las escenas señaladas cambien, y cambie la perspectiva de la protagonista, en los textos se mantiene una oscilación pendular entre vida y muerte. Hay escenas concretas y reconocibles, y otras en las que se generan puntos de fuga hacia lo abstracto, hacia lo que no está resuelto o está incompleto. Hablar de la familia, de la propia, o de una familia imaginaria, de manera original y por momentos áspera, es lo que hace Rosa Lesca en su primer libro.   

(Actualización marzo-abril 2011/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646